Fue el pedido realizado por Monseñor Luis Urbanc, obispo de la Diócesis de Catamarca, durante la misa central en la festividad de la Inmaculada Concepción de María.
La festividad de la Inmaculada Concepción de María es una de las festividades más importantes dentro de la religión católica. Se conmemora la proclamación del dogma por parte del Papa Pío IX en 1854, que establece que la Virgen María fue concebida sin pecado original.
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Esta doctrina es fundamental para la tradición cristiana, ya que resalta la pureza y la santidad de María desde el momento de su concepción.
La festividad tiene una especial relación con el Adviento, el período que precede a la Navidad, en el que los católicos se preparan espiritualmente para celebrar el nacimiento de Jesucristo. Al ser una festividad mariana, el 8 de diciembre también es una oportunidad para reflexionar sobre la figura de la Virgen María como modelo de fe, obediencia y virtud. En este contexto, se venera a María como la madre elegida por Dios para dar a luz al Salvador del mundo, y su vida es un ejemplo de devoción y pureza.
Parte del mensaje del obispo a los feligreses:
Monseñor Luis Urbanc
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“Querida Madre del Valle, que con tu ayuda y ejemplo, durante este tiempo de Adviento, pregustemos los frutos de la salvación que tienen su comienzo en tu sí incondicional a Dios, con el que se produjo la encarnación del Hijo Eterno de Dios, tu querido Jesús, que hizo morada en tus purísimas entrañas, ya que eres toda santa, toda hermosa. Que comprendamos que en ti Dios realizó anticipadamente lo que quiere realizar en todos los seres humanos, por eso tú eres tipo, figura y modelo de la humanidad redimida, que se realiza plena y anticipadamente en toda la Iglesia. Te pedimos, Madre, que nuestros corazones se asemejen al tuyo por medio de una orientación de nuestra voluntad que parta de una clara percepción del misterio del Emmanuel, el Dios con nosotros, que tuvo lugar en tu purísimo vientre hace dos mil veinticinco años y que lo celebraremos como año jubilar a partir del 29 de diciembre del corriente hasta el 28 de diciembre del próximo año.
Madre amada, que el camino de conversión al que nos convoca el jubileo no nos cause tristeza creyendo que convertirse aburrido y que nos frustra, sino una gran esperanza, sabiendo que no debemos poner la atención en el pesimismo ni en los fantasmas interiores que nos llevan al desaliento y a decirnos que no puedo, todo está mal, ser santo no es para mí. Que nos percatemos que todo cambia si le dejamos el primer lugar a Dios como tú, que le dejemos la puerta abierta para que entre y obre sus maravillas como en ti y en tantos santos y santas a lo largo de miles de años. Por último, te ruego por tantos peregrinos que vinieron a honrarte con sus vidas cargadas de pesares, fracasos, incertidumbres, carencias y para dar gracias que regresen a sus hogares llenos de paz, consuelo y gozo de haber estado contigo y renovados en su fe, esperanza y amor para compartirlo con familiares y vecinos que no pudieron llegar este año, pero que te aman como su tierna madre.
Amén”.