Con bufanda festiva y rodeado de música, el líder del régimen de Venezuela encabezó una cena "por la paz y la felicidad" en Caracas, mientras EE.UU. endurece la presión militar y petrolera.
Mientras el conflicto con Estados Unidos escala en el plano diplomático y militar, Nicolás Maduro eligió el tono festivo. La noche de este martes encabezó una cena navideña "por la paz y la felicidad" en una zona popular de Caracas, desde donde aseguró que "el imperialismo no puede" con Venezuela, en alusión a Washington, que en los últimos días intensificó su presión con un despliegue naval en el Caribe y la confiscación de dos buques con crudo venezolano.
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Con bufanda de Navidad al cuello y rodeado de música, el mandatario cantó, bailó, tocó el timbal y saludó a vecinos de la parroquia San Agustín, uno de los bastiones históricos del chavismo. Entre selfies y abrazos, un grupo musical puso el clima con gaitas, el género típico de las fiestas de fin de año en el país.
En la víspera de Nochebuena, Maduro anunció que el encuentro fue apenas el primero de una serie de celebraciones que se replicarán "en todas las comunas del país", una agenda navideña que, según dijo, apunta a reforzar "la paz y la felicidad de Venezuela", aun cuando el frente externo sigue tensionado.
En tono desafiante, el líder chavista buscó marcar distancia del poder económico que suele atribuirle Estados Unidos. "Yo no he sido ni seré jamás un magnate. Yo soy como ustedes: un hombre de la calle, un hombre de a pie, un hombre de los barrios", afirmó, antes de concluir que esa cercanía popular es, a su juicio, la razón por la cual "el imperialismo no puede con nosotros". El mensaje, transmitido por la estatal Venezolana de Televisión (VTV), fue acompañado por una consigna inequívoca: "¡A comer, a bailar!". Y no faltó su clásico: "¡Rumba, rumba!".
A pocos kilómetros de allí, y en sintonía con el discurso oficial, la vicepresidenta ejecutiva y ministra de Hidrocarburos, Delcy Rodríguez, encabezó otro encuentro navideño en Caracas. Desde ese escenario, rechazó las medidas anunciadas por la administración de Trump, que la semana pasada informó un "bloqueo total y completo" de los petroleros sancionados que entren y salgan de Venezuela.
Más temprano, Maduro había asegurado que recibe un "apoyo abrumador" del Consejo de Seguridad de la ONU, que este martes celebró una reunión de emergencia solicitada por Caracas ante las crecientes presiones estadounidenses.
Desde la vereda opuesta, el embajador de EE.UU. ante Naciones Unidas, Mike Waltz, ratificó que Washington mantendrá las sanciones "al máximo" con el objetivo de impedir que Maduro financie al denominado Cartel de los Soles, al que EE.UU. describe como una organización terrorista vinculada al narcotráfico y que el gobierno venezolano rechaza como un "invento".
El clima festivo de Maduro contrastó con las advertencias que, casi en simultáneo, llegaron desde Washington. Trump lanzó una nueva amenaza contra el líder chavista mientras la Guardia Costera estadounidense intensifica sus operaciones para interceptar petroleros en el mar Caribe.
Acompañado por sus principales asesores de seguridad nacional —el secretario de Estado, Marco Rubio, y el de Defensa, Pete Hegseth—, el republicano aseguró en una conferencia de prensa que sigue dispuesto a profundizar la campaña de presión iniciada hace cuatro meses contra el gobierno venezolano. La ofensiva, planteada inicialmente como un intento por frenar el flujo de drogas ilegales desde el país caribeño, fue derivando en una estrategia cada vez más amplia y menos definida.
"Si él quiere hacer algo, si se hace el duro, será la última vez que podrá hacerse el duro", advirtió Trump sobre Maduro, al interrumpir brevemente sus vacaciones en Florida para anunciar planes de construcción de un nuevo buque de guerra de gran porte para la Armada estadounidense. El mandatario agregó que "lo más inteligente" sería que el líder chavista abandone el poder.