Así lo reflejaron agencias de noticias locales; según agencias estatales rusas fue por “motivos humanitarios”; este domingo, miles de sirios celebraron en las calles la caída del régimen a manos de grupos rebeldes.
El depuesto presidente sirio Bashar al-Assad y su familia se encuentran en Moscú tras recibir asilo político de las autoridades rusas. Desde el Kremlin, aseguraron los medios locales, decidieron recibir al derrocado mandatario por “motivos humanitarios”.
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La agencia de noticias Interfax citó a la fuente anónima diciendo: “El presidente sirio Al-Assad llegó a Moscú. Rusia les concedió asilo (a él y a su familia) por motivos humanitarios”. Este domingo, miles de sirios celebraron en las calles la caída del gobierno de Al-Assad, quien perdió su lugar a manos de grupos rebeldes liderados por islamistas que llegaron a Damasco, situación que sumió al país en la incertidumbre. El mandatario, quien dirigió Siria con puño de hierro desde su llegada al poder hace 24 años, dimitió y dejó el país, había afirmado Rusia, su principal aliado.
Putin ayudó a Al-Assad durante más de una década con recursos bélicos para combatir a los rebeldes. El sirio tenía una muy buena relación con el régimen ruso.
Decenas de personas irrumpieron en su lujosa residencia en Damasco. La casa del mandatario alauita, quien sucedió a su padre Hafez al-Assad que gobernó el país de 1971 a 2000, fue también saqueada. La alianza rebelde liderada por los islamistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) implementó un toque de queda en esa ciudad desde las 16 hora local hasta las 5 del lunes. El anuncio se produjo horas después de su entrada en la capital siria, tras una fulgurante ofensiva lanzada desde la provincia de Idlib, en el noroeste del país, el pasado 27 de noviembre.
El líder islamista de la coalición rebelde, Abu Mohamed al Jolani según su nombre de guerra, llegó el domingo a Damasco y se dirigió a la célebre mezquita de los Omeyas donde pronunció un discurso. Decenas de personas salieron a las calles, según imágenes de la señal local AFPTV, para celebrar la caída del gobierno. Imágenes mostraron personas pisoteando estatuas de Al-Assad, el padre de Bashar.
Al menos 910 personas, entre ellas 138 civiles, murieron desde el inicio de la ofensiva, indicó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). La violencia también desplazó a 370.000 personas, según la ONU, en un país que sufrió una sangrienta guerra civil provocada por la represión de masivas manifestaciones prodemocracia en 2011.