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Opinión y Actualidad

El segundo mandato de Trump: ¿versión corregida y aumentada?

Nada impide que el próximo presidente vuelva a presentarse en las elecciones de 2028. Aquí se explica cómo sería.

29/11/2024

Por Carlos Long y Luis Tonelli
Para Clarín

La enmienda vigésimosegunda de la Constitución de los Estados Unidos fue invocada para llevarle cierta tranquilidad de espíritu a los ciudadanos que no simpatizaban demasiado con el candidato republicano, Donald (Trump). Se difundió así el argumento que, aún en el caso de resultar elegido a la presidencia, el magnate estaba condenado a ser un mero “Pato Rengo”, ya que dicha enmienda le prohibiría taxativamente presentarse a un tercer mandato.

Precisamente, ese “lame duck”, en la jerga política estadounidense, hace alusión a un Presidente que no puede ser reelegido y que, por lo tanto, nace débil, y necesitado de negociar, al no ostentar el mismo nivel de amenaza de un Presidente que tiene la posibilidad de quedarse cuatro años más en la Casa Blanca.

Como es habitual, apenas se conocieron los resultados ya los pronósticos adelantando quien podría ser el candidato de Trump para las próximas elecciones ¡en el 2028! dando por hecho que, en las próximas elecciones presidenciales, el millonario de Nueva York se quedará del lado de afuera la reja de la mansión de 1600, Pensylvania Av.

Recordemos que la enmienda vigesimosegunda, vigente desde 1951, fue establecida para confirmar por ley la tradición impuesta por Washington de no buscar un tercer mandato presidencial (siendo Franklin Delano Roosevelt el que se apartó en los hechos de ella, al ser elegido cuatro veces presidente). Sin embargo, esta enmienda no impide, de ningún modo, que Trump integre la fórmula presidencial y se presente otra vez en las próximas elecciones presidenciales. Claro está que, esta vez, debería ocupar el rol de candidato a la vicepresidencia.

A diferencia del caso argentino, en donde se les prohíbe la reelección a los dos integrantes de la fórmula, ocupen el lugar que ocuparan (aunque, si dejan pasar un período, pueden volver a presentarse como candidatos), en el caso estadounidense los mandatos presidenciales y vicepresidenciales se toman por separados. Un caso inverso, pero igualmente válido como ejemplo, es el de Joe Biden, quien cumplió dos mandatos como vicepresidente, ya que fue compañero de fórmula de Barack Obama tanto en la elección como en su reelección, y después ganó la Presidencia, y a último momento desistió de buscar su reelección presidencial.

Por supuesto, que Trump quiera continuar en el poder es una posibilidad que sería muy imprudente descartar. Hace cuatro años hizo todo lo posible para no dejar la Casa Blanca, y así, todavía, tiene causas abiertas por el intento de fraude en las elecciones que perdió, por alentar a sus simpatizantes a tomar por asalto el Capitolio, por ordenarle al vicepresidente Pence y a los congresistas de su partido que no le dieran la certificación correspondiente al nuevo presidente electo. Por último, Trump se llevó de la Casa Blanca importantes documentos ultrasecretos, se presume para usarlos como chantaje.

Y tiene a mano el ejemplo de Vladimir Putin, quien, al no poder presentarse a un tercer mandato, entronizó a un hombre de su más absoluta confianza como candidato a Presidente, Dimitry Medvedev, y con su triunfo, se hizo nombrar su Primer Ministro, conservando todo el poder real. Luego de cuatro años, Putín volvió como Presidente, reformó la constitución, y legalmente está habilitado a ser reelecto hasta el 2036.

Con los antecedentes históricos, pero fundamentalmente personales de Trump, ¿quién puede hoy descartar que él no esté pensando en ungir un candidato presidencial desconocido como compañero de fórmula, y de resultar victoriosa esa fórmula, tratar de imponer una suerte de hiper-vice-presidencialismo?. Pero, incluso, existe otra posibilidad más truculenta: que Trump fuerce la renuncia del Presidente y ejerza la Presidencia. Nada lo inhabilita para reemplazar a un Presidente que resigna a su cargo. Más aún, tampoco nada le impide que repita el gambito en las elecciones siguientes, y se presente nuevamente como candidato a la vicepresidencia.

Obviamente, no sabemos qué va a hacer Trump y cuál va a ser la suerte de su Gobierno. Pero lo importante a subrayar aquí es que tiene varias cartas en su mano y que, en el pasado inmediato, no haya tenido ningún prurito en jugar a fondo (aunque, no le salieron bien las cosas ya que perdió la reelección, y el poder lo ha demostrado en evitar las consecuencias legales de sus jugadas).

Claro está que el límite mayor que aparece hoy para las aspiraciones de Trump no es legal, ni siquiera es político. Sino que tiene que ver con es esa cláusula crítica y obvia para una persona de su edad, que es la de “seguir vivo”, o incluso, una menos exigente que es la de “tener la suficiente salud como para postularse”, cosa de la que adoleció Joe Biden.

Pero está tanto en la actitud del nuevo Presidente como en la resolución de la crisis de los demócratas, que este nuevo experimento presidencial no sea una versión corregida y aumentada de la primera presidencia de Trump. Ya su ascenso nos alertó de que las ideas democráticas liberales no atravesaban su mejor momento. Lo que pasé en los Estados Unidos, determinará para el mundo si asistimos a una renovación virtuosa de ese ideario, o o bien si enfrentamos su crisis terminal.

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