Un estudio publicado en Nature Communications revela las razones detrás de este fenómeno y su impacto en los ecosistemas.
Desde hace muchos años, se sabe que la luz artificial atrae a los insectos voladores y existen registros escritos del imperio romano que describen el uso de la luz para atrapar insectos. Pero qué es lo que realmente pasa, según un nuevo estudio
En lugar de ser atraídos por la luz, los investigadores piensan que las luces artificiales que se encienden por la noche podrían perturbar el sistema de navegación innato de los insectos voladores, haciéndolos revolotear en confusión alrededor de las lámparas, faroles y otras luces artificiales.
Para tratar de aclarar este extraño comportamiento, los equipos de Samuel Fabian, del Imperial College de Londres, y Yash Sondhi, de la Universidad Internacional de Florida, utilizaron cámaras infrarrojas de alta velocidad para seguir el vuelo de los insectos, tanto en su entorno natural como en condiciones de laboratorio.
Así, examinaron una variedad de insectos, incluidas libélulas, moscas de la fruta y polillas, bajo una variedad de condiciones de luz, entre las que había fuentes ultravioletas puntuales y difusas. Gracias a este trabajo, los investigadores descubrieron que los insectos presentan una “respuesta a la luz dorsal”, corrigiendo su curso de vuelo para que su espalda mire hacia la fuente de luz.
Es confusión, no atracción
“Los insectos tienen un problema de navegación”, afirma Tyson Hedrick, biólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. “Están acostumbrados a usar la luz como una pista para saber dónde es arriba”.
Los insectos no vuelan directamente hacia la fuente de luz, sino que en realidad “inclinan su parte superior hacia la luz”, explica Sam Fabian, entomólogo del Imperial College de Londres y coautor del estudio publicado este martes en la revista Nature Communications.
El vuelo de los insectos se vio menos perturbado por las luces que alumbran directamente hacia abajo, descubrieron los investigadores.
“Durante millones de años, los insectos se orientaron mediante la percepción de que el cielo está iluminado y el suelo está oscuro”, hasta que los seres humanos inventaron las luces artificiales, señala Avalon Owens, entomólogo de Harvard, que no participó en el estudio.
No obstante, los investigadores concluyen que son necesarios más trabajos que examinen los efectos a larga distancia de la luz artificial, y recuerdan que se pueden mejorar los hábitats de los insectos, reduciendo la iluminación artificial innecesaria por la noche.
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