La alta inflación, producida entre otras cosas por los conflictos que ocurren en el mundo, impulsados desde el gobierno del actual presidente Joe Biden, ha causado un sismo en la votación demócrata, que en comparación con 2020 ha perdido más de diez millones de votos en estos comicios presidenciales, así como el Senado y muy probablemente la Cámara de Representantes.
Por Ociel Alí López
Para RT
En 2020, una altísima participación, empujada por el miedo a los discursos y a las acciones del entonces presidente Donald Trump, hizo que la votación demócrata aumentara de manera explosiva de los 66 millones obtenidos en 2016 a 81 millones, convirtiéndose Biden en el presidente más votado de la historia de ese país. Sin embargo, en 2024, pudo más el malestar ante la subida de precios y las guerras, que el miedo a las efusivas posturas del ahora nuevo presidente electo.
La votación de Donald Trump se ha mantenido más o menos similar a la de 2020, cuando salió derrotado. Sin embargo, consiguió lo suficiente para sobrepasar no solo en escaños, sino también en voto popular, a su mermado competidor.
Esto produce un nuevo mapa no solo en la política estadounidense, sino también en la geopolítica.
Consecuencias en la geopolítica
Es bastante probable que el triunfo de Trump produzca, tal como lo prometió, un abandono del camino guerrerista y una atenuación de los conflictos abiertos tanto en Ucrania como en Oriente Medio, lo que fue parte de su promesa electoral y una política firme durante su primer mandato en el que fue retirando las tropas del Ejército de EE.UU. en el mundo y fue bajando la intensidad de los pleitos bélicos abiertos entonces.
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En el caso de Europa, el triunfo de Trump se genera en pleno auge de las extremas derechas, lo que puede significar un espaldarazo para que estos sectores afiancen sus posturas antieuropeístas y anti-Otan. Europa ya ha tenido en el pasado abiertos roces con Trump, quien ha sido especialmente ofensivo contra la Unión Europea y la participación en la OTAN.
El nuevo panorama, en plena ebullición bélica del viejo continente, puede provocar un descalabro definitivo de la fuerte alianza que han tenido históricamente ambas regiones y que se ha fortalecido en los teatros de operaciones ucranianos. Este conflicto, apenas divulgado el resultado comicial, comienza a tambalearse como pivot de la política internacional, tanto de EE.UU. como de Europa, que se sentirá más amenazada sin el respaldo firme de Washington. Tanto así que antes de llamar a Trump, el presidente francés Emmanuel Macron habló con su homólogo alemán, Olaf Scholz, para analizar el suceso, y han divulgado que hoy mismo se reunirán en París los ministros de Defensa de ambos países para calibrar el nuevo escenario.
Otra región donde crece la expectativa es en América Latina. Durante su mandato anterior, Trump fue muy ofensivo contra Cuba y Venezuela. Especialmente contra este último país llegó a plantear la posibilidad de una invasión. Si bien este es un escenario que no parece tan plausible en el actual momento, sí cabe esperar un espaldarazo para los sectores más conservadores de la región, especialmente en Brasil, Chile y Colombia, quienes utilizarán la victoria de Trump como envión para volver al poder político. Se podría esperar un giro más profundo hacia la derecha en el subcontinente, y no cualquier derecha, sino una extrema al estilo del expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y del presidente argentino Javier Milei, cuya conocida incorrección genera una lógica simpatía con Trump.
Si alguna región puede sentirse en ascuas por las casuales medidas de Trump es el Medio Oriente, donde cualquier cosa podría pasar.
El sino del enfoque de Trump es la imprevisibilidad. Por lo tanto, no se pueden descartar acciones pragmáticas que, tanto en Europa como en América Latina, sorprendan por lo inesperado, en una dirección u otra.
Ahora bien, si podría preverse, más o menos, lo que sucederá en Europa y América Latina, es en el propio país del magnate donde la situación luce más problemática y compleja.
El impacto del resultado en EE.UU.
El período anterior de Donald Trump conllevó a un laberinto social en los EE.UU. al punto que produjo una situación de inestabilidad política que no había vivido este país en más de cien años. Finalizando su mandato, una rebelión afroamericana puso contra las cuerdas a su gobierno, generalizando el caos y los saqueos y llevando a amenazar la propia integridad presidencial por medio de manifestaciones que rodearon la Casa Blanca, lo que le obligó a resguardarse en su búnker. Sus discursos extremos, afilados las últimas semanas de esta campaña, puede llevar a una confrontación mucho más aguda con las minorías, quienes si bien no acudieron a votar de manera determinantemente, sí que pueden reaccionar, como lo han hecho, ante un desmedido ataque en su contra desde el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
No obstante, el momento actual no es el mismo del 2020, signado por la muerte de más de un millón de estadounidenses debido a la pandemia y por la alta diatriba social. En las actuales circunstancias, el pueblo viene de experimentar un gobierno demócrata signado por el aumento inconmensurable de los precios y de los servicios, por lo que Trump será escrutado por su capacidad para frenar la inflación. Si logra controlar este flagelo, su gestión tenderá al equilibrio, al menos durante los primeros años de su administración e independientemente de los discursos hilarantes.
Por otro lado, toda su propuesta de fortalecer la industrialización en EE.UU. y presionar a las empresas a invertir en EE.UU. puede llevarlo a una gestión exitosa, hipotéticamente marcada por el aumento del empleo y la recuperación del parque industrial que hoy día luce tristemente abandonado, lo que le llevaría a fortalecer su hegemonía sobre los sectores medios, quienes le han apoyado nuevamente este 5 de noviembre. Su empeño en lograr este objetivo por sobre todas las cosas lleva a aumentar las probabilidades del fin definitivo de la globalización, tal como la conocemos desde finales del siglo XX.
Independientemente de lo anterior, su imprevisibilidad extrema y su incorrección política puede conllevar a nuevos escenarios de conflicto social profundo. El actual desconocimiento mutuo entre los principales sectores de EE.UU., demócratas y republicanos, y la radicalización de las posiciones cuando asuma la presidencia hace que la estabilidad del país penda de un hilo, lo que ha recordado a muchos analistas e historiadores la guerra civil estadounidense (1861-1865).
Una vez cristalizado el triunfo de Trump, no sabemos lo que venga para el mundo, pero de seguro que EE.UU. vivirá, según reza el proverbio chino, "tiempos interesantes".