El candidato republicano puede tener su revancha como fenómeno relevante de la política norteamericana, mientras su rival demócrata apuesta a consagrarse como la primera mujer presidenta de la historia de Estados Unidos.
Por Tomás Bontempo, en diario Ámbito
El congreso de los Estados Unidos estableció el primer martes de noviembre para llevar adelante los procesos electorales en todos los estados del país. La particularidad de que se vote un día laborable, así como la época del año fue establecida en 1848 y responde a cuando el país del norte era una economía agrícola: la elección del mes correspondía a una instancia del año en donde habían finalizado las cosechas y el día de la semana despejaba por motivos religiosos tanto el sábado y domingo como el lunes, para trasladarse a las respectivas capitales estatales para emitir el sufragio.
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Variados elementos de este sistema electoral anacrónico heredado de la etapa esclavista continúan en buena medida hasta las elecciones presidenciales actuales, en las que se encuentran Kamala Harris (luego del retiro de la candidatura de Joe Biden) y Donald Trump. Recordemos que en Estados Unidos el presidente se elige de forma indirecta. La gente va a las urnas y el voto popular (no obligatorio) resultante se traduce en una cantidad determinada de delegados electorales de cada estado.
Elecciones en Estados Unidos: cómo es el sistema indirecto que determina al nuevo presidente
Aquel candidato que gana la elección en el estado recibe la cantidad total de sus delegados, todos los cuales componen el colegio electoral que define al presidente. El ganador de la elección resultará de quien haya reunido más delegados electorales según sus victorias estatales, y no quien haya reunido mas votos de la voluntad popular. Un ejemplo de esto fue la elección de 2016 en la que Hillary Clinton superó a Trump por casi tres millones de votos sin resultar electa.
De los 50 estados que componen el país más su capital, los miembros del colegio se distribuyen de forma amplia entre aquellos como Alaska o Delaware con apenas 3 delegados, otros intermedios como Illinois con 19, hasta Florida con 30, Texas con 40 o California con 54 delegados. Puede decirse que ello define los estados que resultan clave para una elección presidencial en la cual el ganador necesita reunir 270 votos (de 538) del Colegio electoral.
En este sentido, han existido victorias holgadas como las de Ronald Reagan en los 80’ quien obtuvo más de 500 delegados electorales o George Bush padre quien logró más de 400, y en menor medida Bill Clinton con 379.
Los "swing states", la clave del triunfo en las elecciones en Estados Unidos
Del otro lado, solo un cuarto de los presidentes estadounidenses (11 de 45) fracasaron en su intento de reelección, entre ellos el demócrata James Carter, el republicano George Bush padre y hasta el mismo Donald Trump. Pero ¿es realmente un número estrecho de votos en un puñado de estados el que definirá la elección? Estos son los llamados estados bisagra o "swing states" y son precisamente aquellos que pueden inclinar la balanza: Iowa, Florida, Michigan, Wisconsin, Arizona, Carolina del Norte, Ohio y especialmente Pennsylvania en la elección actual. Corresponden a los llamados "estados del cinturón de óxido y del Sol".
Por otro lado, podemos mencionar que los dos grandes partidos del sistema político estadounidense tienen sus bastiones históricos. En Texas, por ejemplo, los demócratas no logran imponerse desde mediados de los años 70’. Es decir, hay un cruce de variables geográficas y clasistas en el voto del electorado estadounidense e incluso temas de agenda prioritarios como la inmigración en aquellos estados fronterizos con México, ante un escenario de promesas de deportaciones masivas por parte de Trump en un país con 60 millones de latinos.
Harris vs Trump: qué hay en juego en las elecciones
Asimismo hay otra variedad de elementos que resultan de interés a la hora de destacar las actuales elecciones presidenciales que se caracterizaron por un bajo nivel de debate y acusaciones cruzadas de fascismo y comunismo por parte de los candidatos. Recordemos que Estados Unidos llega a la actual elección en un contexto de marcada polarización y radicalización del ambiente social con expresiones como el movimiento "Black lives matters" hasta las milicias armadas de supremacistas blancos de extrema derecha. Ello explica en buena medida a Trump como la expresión de una tendencia conservadora latente en la sociedad norteamericana. No está de más destacar que a pesar de perder las elecciones en 2020, el candidato republicano ha logrado permanecer en la centralidad de la escena política y que ha sido el protagonista de las ultimas tres elecciones presidenciales.
La llegada de estos nuevos comicios se ha desarrollado en un marco de aumento sostenido del desempleo y la desigualdad y del declive de Estados Unidos como potencia industrial frente al ascenso de China.
Recordemos que las administraciones demócratas pasadas han fomentado una competencia directa con China pero lo han hecho en un marco de una activa política exterior en el orden multilateral e incluso de cooperación en ciertas aristas.
La propuesta de Trump es retomar la guerra comercial con el país asiático elevando los derechos de importación a 60% para China e incluso menores con otros países en lo que es un fuerte sesgo de fortalecimiento proteccionista.
Dicha confluencia de variables y factores sociales, económicos e internacionales son un coctel de inestabilidad para el sistema político estadounidense que se combinará con un escenario y resultado que seguramente será abierto, teniendo en cuenta que los resultados finales del 5 de noviembre pueden demorar una semana o incluso más. Sumado a eso es posible que los resultados terminen judicializados por lo ajustado y definido en pocos estados. Esto ultimo no será una novedad teniendo en cuenta la elección del año 2000 o incluso la ultima en la que resultó electo Joe Biden, cuando el magnate neoyorquino se dedicó a impugnar los resultados apoyando incluso la toma del Capitolio por parte de sus simpatizantes.
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Trump puede tener su revancha como fenómeno relevante de la política norteamericana y Harris apuesta a consagrarse como la primera mujer presidenta de la historia de los Estados Unidos, pero ambos en un margen cada vez más fino de duda y cuestionamiento a las reglas mismas del sistema político electoral.