Milei y la opinión pública; una minoría para defender vetos; el papel de los DNU; Lijo, empantanado; el desafío porteño a los Macri; Cristina y la presidencia del PJ: lo judicial y lo político; negociaciones con Kicillof; el enigma Villarruel.
Por Carlos Pagni
Para La Nación
Hay una realidad en la vida pública que generalmente está cifrada, como un ajedrez para expertos. Daría la impresión -cada vez más acentuada- de que esa realidad está separada del interés cotidiano, del interés inmediato de la ciudadanía. Estamos hablando de la disputa de poder en el seno de los partidos políticos, que luego se refleja en el espacio institucional, especialmente por lo que viviremos el próximo año: las elecciones legislativas a partir de las que se constituye el Congreso.
Más allá de las cuestiones que más nos inquietan —el empleo, la inflación, la seguridad, la corrupción—, hoy la política empieza a desarrollar una disputa clave: ¿quiénes serán las figuras determinantes en la configuración de las listas electorales?
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En la política actual, estamos viendo a algunos protagonistas principales. En un campo, Milei y Macri; en otro, una disputa novedosa que hay que saber interpretar y observar en su evolución: Cristina Kirchner y Axel Kicillof.
Milei se encuentra oscilando entre dos factores. Por un lado, la necesidad de congraciarse con la opinión pública, y por otro, la de gobernar. Milei carece de capital político: no tiene una fuerte presencia en el Congreso, no cuenta con senadores, gobernadores, ni tiene inserción en el mundo sindical o en los movimientos sociales. Su capital radica en el apoyo del público, es decir, en el volumen de adhesión que puede generar en las encuestas. Desde que comenzó su carrera política, especialmente desde la campaña del año pasado, ha logrado capturar un sentimiento de gran frustración y decepción con la política tradicional mediante una confrontación sistemática con el establishment. Hace “antipolítica”.
Sin embargo, para gobernar, Milei debe congeniar con la política. El Congreso se ha convertido, en este último año, en un gran protagonista, lo que resulta una novedad. En un momento de gran descontento con la política, hay que saber leer lo que sucede en el parlamento. En este sentido, el Presidente está atrapado en una paradoja: su militancia antipolítica le otorga el apoyo de buena parte de la ciudadanía y, por eso mismo, la política le obedece.
Esta ambigüedad ha dominado la escena todo este año y continuará haciéndolo. Mientras insulta a los políticos, lo que le da capital frente a la audiencia, esos mismos políticos, que quieren alinearse con alguien popular, lo respetan. Este juego ambiguo está comenzando a demostrar algo que muchos profesionales de la política están notando: aunque Milei pueda no tener conocimiento del Estado o de las leyes partidarias, o de la estructura burocrática, entiende el poder. Se está mostrando desde que llegó a la presidencia como un hombre sensible frente al poder, que más que un juego intelectual, es un juego emocional. En este sentido, su pragmatismo resulta cada vez más llamativo.
Uno de los temas que más interesan a Milei, además de los económicos y fiscales, es la política internacional. Recientemente, ha demostrado un pragmatismo notable en su relación con China. Para la Argentina, China representa dólares, principalmente a través del swap de monedas que permite al Banco Central contar con más reservas. Antes, Milei describía al régimen chino como una dictadura sanguinaria, propia de cualquier régimen comunista que había masacrado millones de personas. Ahora ha suavizado su postura, describiendo a los chinos simplemente como “gente que no quiere ser molestada, interesada solo en hacer negocios”. Que no se meten con uno si uno no se mete con ellos.
Este cambio de tono con China se reflejará en un movimiento diplomático importante: Karina Milei visitará ese país, seguida probablemente por el propio Presidente. Esto es importante porque a escala planetaria hay una confrontación que no tiene que ver con lo militar, sino con lo económico. En la confrontación hay territorios en disputa. Uno de ellos es América Latina. China está interesada en un acuerdo de libre comercio con el Mercosur, lo que podría estar trabado por Milei. Este viaje a China de Milei puede despejar incógnitas. Y eso lo van a mirar con interés los europeos, Japón, Estados Unidos, que son parte de este escenario de confrontación.
Gira ahí Milei, pero se mantiene inflexible en otras posiciones, como su alianza incondicional con Israel. Ahí hubo una novedad. Terminó de producirse una jugada que estaba detenida: Milei desplazó a Ricardo Lagorio, representante argentino ante la ONU, a quien tuvo como un cero a la izquierda cuando viajó para asistir a la Asamblea General. Lo reemplazó por Francisco Tropepi, un diplomático de larga trayectoria en la Cancillería: fue colaborador de Domingo Cavallo, fue encargado de Negocios de la embajada argentina ante Israel en el momento en que esa embajada la ocupaba Sergio Urribarri, el exgobernador de Entre Ríos que debió renunciar por problemas procesales. Muy relevante el cambio de Tropepi, que está ligado a Gerardo Werthein, el embajador ante los Estados Unidos. Este cambio se produce en medio de una controversia internacional por un ataque de Israel a bases de las fuerzas de paz de la ONU en el sur del Líbano, un ataque que ha sido criticado por prácticamente todos los países de Naciones Unidas, incluidos los Estados Unidos. Sin embargo, la Argentina sigue firme en su apoyo a Israel. En una señal de intransigencia, distinta a la de Milei con China.
Esta relación de Milei con el poder y la política comienza a desplegarse en un método que ya estamos observando, para angustia de muchos radicales y de dirigentes del PRO. Milei prefiere prescindir de alianzas permanentes dentro de la clase política, optando por seguir siendo un dirigente que seduce a la opinión pública, sin quedar encerrado en alianzas con partidos o bloques parlamentarios. Esta resistencia a quedar atrapado en alianzas con lo que él denomina “la casta” lo lleva a resignar un objetivo: prefiere no tener una mayoría parlamentaria. En su lugar, recurre a una minoría homogénea que le permita impedir que anulen sus vetos. Esto lo hemos visto en casos como la fórmula jubilatoria y la discusión sobre el presupuesto universitario. Esta resistencia a mezclarse con la casta, implica una estrategia parlamentaria que privilegia su alianza con el electorado por encima de acuerdos con otros actores políticos.
Por lo tanto, este es un liderazgo o un gobierno para el que la opinión pública y las encuestas, que siempre son importantes, se vuelven mucho más relevantes. Son vitales. Para entender el destino político del gobierno de Milei, es crucial prestar atención al humor social. Las encuestas no solo rigen la conducta de Milei, sino también la de los demás dirigentes políticos frente a Milei, quienes miden su poder o debilidad en función de su relación con el electorado.
Unos gráficos de Mora Jozami, de la encuestadora Casa 3, reflejan cómo la opinión pública está viendo a Milei y cómo esa visión se proyecta sobre el ajedrez de los dirigentes políticos. Estos datos son importantes porque ayudan a definir la disputa sobre quién tiene la lapicera para definir las listas del próximo año.
Uno de los gráficos más interesantes combina dos aspectos: el ajuste económico que está viviendo la sociedad argentina y la expectativa sobre cómo estará el país y la situación personal el año que viene. Según este gráfico, el 71% de los consultados ha tenido que resignar consumo en los últimos tiempos. De este grupo, el 48% cree que el año que viene estará peor. Hay una relación obvia, entre resignar consumo y perspectiva futura. En cambio, un 23% no ha resignado consumo, y de este grupo, el 65% cree que el año próximo estará mejor. Esto nos muestra claramente la relación entre resignar consumo y la expectativa respecto al gobierno de Milei. Este dato plantea una cuestión central: ¿cuánto durará la recesión? Si el ajuste económico se prolonga, ¿seguirá sosteniéndose el apoyo al gobierno de Milei?
En un segundo gráfico, más politizado, que nos acerca a la discusión sobre las listas del próximo año y sobre la aprobación del Gobierno. Cuánto sube se deterioró con respecto al voto de la gente del año pasado. Según la encuesta de Casa 3, en junio, el 49% aprobaba la gestión de Milei, mientras que el 46% la desaprobaba. Predominaba la aprobación. Sin embargo, en septiembre, la aprobación cayó al 42%, -perdió 7 puntos- y la desaprobación aumentó al 53%, convirtiéndo a esta última en mayoritaria. Siguen siendo buenos números para cualquier gobierno, en especial en medio de semejante ajuste y ya 11 meses de gestión.
Este deterioro se ve con mayor intensidad en ciertos grupos de votantes. Entre los votantes de Milei, la aprobación cayó del 89% al 84%. Sigue siendo altísima. Mientras que la desaprobación subió del 9% al 12%. En el caso de los votantes de Massa, la desaprobación creció del 88% al 96%, y la aprobación bajó del 8% al 3%. Pero el dato más interesante se encuentra en los votantes de Patricia Bullrich: la desaprobación pasó del 14% al 36%, y la aprobación cayó del 82% al 60%. Esto tiene que ver con la discusión en los partidos políticos y quién arma las listas. La mayor fluctuación está en estos votantes. Los que no votaron a Milei en primera vuelta, sino que lo eligieron en el balotaje frente a Massa. Normalmente, quienes llegan últimos a apoyar a un candidato son los primeros en retirarse, y este voto está empezando a debilitarse. Esto tiene todo que ver con la relación entre el PRO y La Libertad Avanza, y básicamente entre la relación de Macri y Milei.
Para entender esa relación hay que prestar atención a esta situación. Entre Macri y Milei hay una discusión que tiene que ver, por supuesto, con cómo será la oferta de este sector en las elecciones del año que viene. Es la discusión que se está llevando a cabo en distintas reuniones, en las que Milei le envía a Santiago Caputo a Macri, sabiendo de larelación que hay entre ellos, simulando una relación amistosa. Aquí estamos hablando de la capacidad de Milei para manejarse con el poder, con cierto cinismo o ironía.
Lo cierto es que hay una discusión entre ellos dos, y es la siguiente: Milei está basado en la hipótesis de que el Gobierno ya se quedó con todo el voto del PRO, y Macri está condenado a adherir a Milei. ¿Por qué? Porque su electorado ya está con Milei. Macri, por su parte, tiene otra hipótesis, más cercana a los números que mostramos. Según él, hay una adhesión del voto del PRO a Milei, pero es una adhesión que puede ser reversible, que podría estar decayendo. Es decir, puede haber un espacio de desencanto, y él puede intentar recuperar a esos desencantados que, por su ideología o ubicación en el espectro político, no van a ir al peronismo o al kirchnerismo. Macri cree que pueden volver a él o que ese espacio de desencanto podría abrirse para una negociación más eficaz entre él y Milei.
Esto es lo que se está discutiendo, para ver quién arma las listas y qué formato tendrá ese armado. La cuestión clave es si van a ir juntos o separados. El no-peronismo, básicamente compuesto por La Libertad Avanza, el PRO, y el radicalismo —que también tiene su disputa interna en relación con Milei— está en juego. No es lo mismo Lousteau que Cornejo, como tampoco lo es Lousteau que Rodrigo de Loredo. Esta discusión se desarrolla dentro del bloque radical en ambas cámaras. Entonces, ¿cómo será la oferta electoral? ¿Se van a sintetizar frente a un peronismo que, como veremos, podría estar dividido o más o menos unido? Hay componentes de lo que fue Juntos por el Cambio que actualmente están absolutamente enfrentados con Milei. Dos nombres que se destacan en este enfrentamiento son Miguel Pichetto y Emilio Monzó.
¿Cómo será el mapa del no peronismo? Todo depende de la situación de Milei frente a la opinión pública. En el Gobierno hay quienes creen, no necesariamente Milei, pero por ejemplo Santiago Caputo lo ha dicho en reuniones con inversores, que tienen suficiente respaldo en la opinión pública para competir sin una alianza con el PRO. El lugar clave para esto es la Ciudad de Buenos Aires.
Si la relación entre Milei y Macri se rompe en la Capital, eso podría desatar un conflicto. Es muy difícil que los Macri, cuya base principal está en la Ciudad de Buenos Aires, acepten que el gobierno los desafíe ahí y, al mismo tiempo, concuerden en colaborar en una lista común en la provincia de Buenos Aires. Esta provincia, como veremos, es decisiva porque es un territorio donde a Milei nunca le fue bien y donde sigue teniendo dificultades, especialmente con los números actuales de ajuste y resignación del consumo. Así que es crucial cómo será la jugada entre La Libertad Avanza y el PRO en la provincia de Buenos Aires, ya que ahí está el gran desafío kirchnerista.
Esa situación en la provincia de Buenos Aires depende mucho de lo que ocurra en la Ciudad de Buenos Aires, donde los Macri buscan ser reconocidos como líderes. No todos en el PRO están en la misma posición respecto a lo que debe pasar en la provincia de Buenos Aires. Hay personas que no están tan ligadas a Patricia Bullrich, que es el ala del PRO en el Gobierno, sino que orbitan alrededor de Macri, pero también buscan alinearse fervorosamente con Milei. Un protagonista en este movimiento es Diego Santilli, quien ha hecho carrera en la provincia de Buenos Aires. En 2021, Rodríguez Larreta lo postuló como primer candidato a diputado. Compitió por la gobernación y ahora quiere encabezar una lista de unidad del PRO con La Libertad Avanza, en contra de José Luis Espert, quien es el candidato de Milei para la provincia de Buenos Aires, sobre todo apoyado por Karina Milei.
Esto es irónico, ya que Espert trabajó para Larreta en contra de Milei, llevado por Santilli. Ahora, ambos se enfrentan. Dicen que la relación entre Espert y Santilli es tan pragmática e intensa que, incluso, el giro de La Libertad Avanza en el tema de las tabacaleras, cuando se discutía en la Cámara de Diputados, fue impulsado por Santilli a través de Espert, como si aún fueran socios. Ahora están enfrentados, y habrá que ver qué decide La Libertad Avanza, si incorpora o no al PRO como socio.
Toda esta discusión, por supuesto, tiene un trasfondo discursivo. Dependiendo de la posición de cada uno en el tablero electoral, se define una estrategia de caracterización de la situación y del gobierno. Macri parece tener una línea trazada en este sentido: va a adherir al gobierno de Milei de manera restricta en lo económico y fiscal. Apoyará el ajuste, y por eso su postura en temas como los jubilados y la universidad. Adherirá también en lo monetario, pero se convertirá en alguien que exigirá al Gobierno más en términos de liberalización, apertura y desregulación. Algunos sospechan incluso que Macri podría cuestionar en algún momento el régimen de Tierra del Fuego, al que está ligado su “hermano de la vida”, Nicolás Caputo, con quien ha tenido una relación controvertida en los últimos años.
Es decir, en lo económico, Macri sabe que su electorado le pide adhesión al Gobierno. No está dispuesto a que desde el gobierno lo tilden, para decirlo de manera burda, como populista. Sin embargo, él cree que hay un desencanto en parte de la sociedad con Milei por temas institucionales. El motivo simbólico que ha tomado más relevancia de lo que el gobierno esperaba es la postulación del juez Ariel Lijo para la Corte Suprema y el estilo populista del gobierno de Milei, que busca tener una justicia amiga y, sobre todo, confronta permanentemente con la prensa, intentando desacreditarla ante la opinión pública.
En ese sentido, Macri adopta otra postura: defiende que en cualquier proceso de progreso económico, las instituciones son clave. Esto se ha vuelto un tema de moda, sobre todo tras el Nobel en Economía otorgado a tres expertos en este campo: Daron Acemoglu, James Robinson (autores de “Por qué fracasan las naciones”), y Simon Johnson. Los tres sostienen una tesis seguida por muchos economistas en diversas sociedades. En la Argentina, tenemos referentes como Jorge Eduardo Bustamante, Gerry della Paolera y Roberto Cortés Conde, fallecido hace semanas, que un gran profesor de historia institucional de la economía. La clave está en las instituciones. Es imposible pensar en la economía o en el desarrollo y bienestar sin considerar las instituciones. En este punto es donde Milei recibe críticas.
Dentro de esta discusión, hay un tema técnico específico, que tiene que ver con las dimensiones del oficialismo y de la oposición, en relación con la ley que regula los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). Lo que se discute es qué poder tiene el Congreso y qué poder tiene el Poder Ejecutivo. Esta es una discusión que cada bloque plantea dependiendo de si está en el Gobierno o en la oposición. Es interesante observar cómo, cuando Cristina Kirchner era oposición, defendía el poder del Congreso, pero cuando su esposo llegó al Ejecutivo, impulsó la reglamentación de los DNU desde el Senado, facilitando su emisión. Hoy, es más fácil legislar mediante decretos que a través de leyes, que requieren la aprobación de ambas cámaras.
Volviendo al presente, hay un proyecto de ley sobre la reglamentación de los DNU que fue presentado el 22 de diciembre del año pasado, apenas 12 días después de que Milei asumiera la presidencia. Este proyecto fue firmado por diputados del PRO como Ricardo López Murphy, Alejandro Bongiovanni y Damián Arabia, del sector de Patricia Bullrich. Ahora, la Coalición Cívica reanima este debate, buscando que el Congreso reasuma facultades para limitar al Poder Ejecutivo y hacer más difícil la emisión de decretos de urgencia.
Todo esto está en el corazón de la relación entre el PRO y La Libertad Avanza, reflejando los niveles de acuerdo y conflicto, así como el perfil del PRO y hasta qué punto será gobierno u oposición.
Un factor importante en este escenario es la pregunta sobre quién es el líder de la oposición. Según una encuesta de Casa Tres, un 30% de las personas cree que no existe hoy ese líder, lo que desnuda un gigantesco vacío en la clase política. Sin embargo, un 25% identifica a Cristina Kirchner como la figura más destacada, y un 16% menciona a Axel Kicillof. Este es un dato clave, ya que si Cristina es percibida como la líder de la oposición, aquellos votantes desencantados con Milei podrían decidir seguir apoyándolo ante la posibilidad de que el kirchnerismo vuelva al poder.
Acá se abre la otra cuestión de este tiempo: estamos hablando siempre de quién tiene la lapicera para el año que viene. ¿Y la lapicera en el PJ quién la tiene? La vemos por primera vez a Cristina a la defensiva, frente a la figura de Axel Kicillof. El gobernador tiene dos características muy importantes, que vuelven inquietante este conflicto: es kirchnerista de origen y es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el bastión del kirchnerismo. Es una discusión que se abre en la sede central del kirchnerismo.
Para Cristina, esta situación tiene dos dimensiones: judicial y política. Por un lado, ella ya ha decidido postularse para la presidencia del Partido Justicialista (PJ), lo que le permitiría mantenerse en la arena política frente a la casi segura confirmación de su condena judicial y la sentencia del Tribunal Oral Federal el 13 de noviembre, que incluye seis años de prisión y la inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos.
Si la Cámara de Casación confirma esta sentencia, los abogados de Cristina apelarán ante la Corte Suprema, y en caso de rechazo, irán en queja a la Corte. Esto transformará a la Corte, y en particular a Horacio Rosatti, en figuras clave para el futuro político de Cristina. En 2025, la Corte decidirá si Cristina puede postularse, por ejemplo, como diputada, en un escenario que recuerda el caso de Lula en Brasil, cuando fue inhabilitado judicialmente.
Por eso, Cristina buscará presidir el PJ, para presentarse como víctima de una persecución judicial (lo que se conoce como “lawfare”) y como líder de la oposición. Esto complicaría los acuerdos con el gobierno en materia judicial, reforzando la actual tensión por la postulación de jueces como Lijo y García Mansilla para la Corte Suprema.
Milei, por su parte, ha mostrado talento para el manejo del poder en esta disputa, al no ceder en la negociación con Cristina. A pesar de los intentos del peronismo por buscar un nuevo negociador, la ampliación de la Corte sigue siendo un tema que el Presidente también quiere controlar, evidenciando su firmeza en cuestiones institucionales. Porque Cristina le dice: preferiste negociar con Lorenzetti, te equivocaste, porque el Senado, en el fondo, lo manejo yo. Por lo tanto, si querés poner a Lijo y a García Mancilla, yo también voy a poner jueces y tenemos que ampliar la Corte. Y Milei dice: “Okay, podemos ampliar la Corte, pero primero quiero mis jueces”. Ahí está trabada la pulseada, y veremos si en algún momento se destraba. Seguramente ese momento no será este año, ya que la negociación está empantanada. Esta es toda la dimensión judicial del liderazgo peronista de Cristina.
Después, hay una dimensión política que tiene que ver con el desafío que le plantea Kicillof, un desafío que, como ya dijimos, tiene dos peculiaridades: es kirchnerista y es bonaerense. Es interesante la jugada de Cristina, probablemente inteligente, como nos tiene acostumbrados. Adelanta el debate con Kicillof. Es un juego distinto, por ejemplo, al de Macri con Larreta. Macri lo dejó correr, lo dejó poner los candidatos en la elección de 2021, y luego empezó a perjudicar a Larreta, quien no se animó a “matarlo”. Cristina, en cambio, dice: “No, no, la discusión la vamos a dar ahora. Olvidate de La Cámpora, olvidate de Máximo; yo voy a ser la presidenta del PJ”. Y la pregunta para Kicillof es: ¿Cómo vas a decirme que no? ¿Con qué argumento me vas a enfrentar? Es una posición complicada para Kicillof, que preferiría no confrontar directamente con Cristina y seguir su enfrentamiento con Máximo Kirchner y La Cámpora. Lo que se está discutiendo acá es quién va a armar las listas de la provincia de Buenos Aires el año que viene.
Sin embargo, algo más importante también está en juego: es muy probable que a Cristina no le moleste que el peronismo vaya en 2027 con Kicillof como candidato presidencial. Lo que probablemente no quiera es que sea un candidato con poder propio. Entonces, la verdadera discusión es: ¿qué poder tendrá quien eventualmente sea candidato a presidente por parte del peronismo? ¿Será alguien con poder propio, es decir, alguien que haya derrotado a Cristina? ¿O será un “vicario”, como lo fueron Alberto Fernández o Daniel Scioli? Este es el duelo complicado entre Kicillof y Cristina.
Es probable que este martes, o incluso ahora que lo digo, se dé una reunión entre Cristina y Kicillof para discutir estos temas y el armado de las listas del año que viene. Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, se postula para enfrentar a Cristina en la presidencia del PJ, con su lista llamada “Federales, un grito de corazón”. Está esperando a ver qué hace Kicillof, para ver si acuerda o no con Cristina. Sin embargo, esa interna es difícil, entre otras cosas, porque se necesitan 600 millones de pesos para llevarla adelante, dinero que debe poner el Gobierno.
Si el Partido Justicialista va a pedir ese dinero al Ministro del Interior o al Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, probablemente la respuesta sea: “No hay plata”, el eslogan del Gobierno. Entonces, el problema de llegar a un acuerdo sigue abierto. Si no se ponen de acuerdo, ¿qué pasa? Se judicializa, y es muy difícil que haya una interna. Empiezan a verse alineamientos y manifestaciones de disenso respecto a Cristina.
Una manifestación interesante que pasó bastante inadvertida es la de, nada menos, Julio De Vido. En una larga entrevista con Daniel Tognetti, De Vido dijo varias cosas interesantes. Primero, que Milei es la consecuencia del fracaso de Alberto Fernández. Segundo, al hablar sobre la lealtad, admite que a él lo “entregaron”, algo que Tognetti compara con la actitud de Macri, que no entregó a nadie. De Vido dice: “A mí me entregó Cristina”, y confiesa que no habla con ella desde hace al menos siete años. Finalmente, De Vido afirmó que, en una interna, votaría a Quintela, no a Cristina.
Por último, aparece Victoria Villarruel, un personaje interesante que está por fuera de todo este escenario. Villarruel tiene los votos de Milei porque es su vicepresidenta, y tiene una imagen similar o incluso superior a la de Milei en las encuestas, sin el desgaste de tener que gobernar y tomar decisiones impopulares. Es la única dirigente política en la Argentina con saldo de imagen positivo, y recientemente fue recibida por el Rey de España, lo cual es significativo dado el conflicto entre el gobierno argentino y el español. Además, fue recibida por el Papa, con quien comparte afinidades en temas como Malvinas y nacionalismo.
Villarruel es un problema para Milei, y probablemente también para Cristina, si hay un giro a la derecha en la opinión pública. Con el encanto que parece tener frente a cierta dirigencia peronista, la pregunta es: ¿quién armará las listas del año que viene? ¿Quién tendrá la lapicera? Todo dependerá de cómo esté la opinión pública y de estos duelos: Macri contra Milei, Kicillof contra Cristina.