Con esta base, es crucial que los padres aprendan a identificar las señales de ansiedad y cómo intervenir de manera adecuada para ayudar a sus hijos a regularse.
La ansiedad, en términos simples, es una respuesta de protección del cerebro ante una amenaza percibida, aunque esa amenaza no sea real. La amígdala, una región cerebral encargada de detectar el peligro, se activa y desencadena una respuesta de lucha o huida.
Con esta base, es crucial que los padres aprendan a identificar las señales de ansiedad y cómo intervenir de manera adecuada para ayudar a sus hijos a regularse. Según la Neurociencia, entender cómo funciona la ansiedad en los niños puede brindar a los padres herramientas efectivas para manejarla.
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Los niños no siempre pueden expresar verbalmente lo que les preocupa, por lo que es fundamental que los padres estén atentos a las señales físicas y comportamentales:- Síntomas físicos: dolores de estómago, de cabeza, sudoración, temblores o tensión muscular son indicativos de que el sistema nervioso está activado por la ansiedad.
- Cambios de comportamiento: irritabilidad, evitación de situaciones, dificultad para concentrarse o inquietud son señales frecuentes de que el niño está experimentando ansiedad.
Además, hay algunas situaciones comunes que pueden desencadenar ansiedad en los pequeños:
- Cambios en la rutina. La falta de previsibilidad puede desencadenar miedo a lo desconocido.
- Exigencias escolares. La presión académica o social dentro del entorno escolar puede resultar abrumadora.
- Conflictos familiares o sociales. Los niños son muy sensibles a las tensiones en el entorno, lo que puede aumentar su ansiedad.
Algunos consejos prácticos basados en la neurociencia que los padres pueden utilizar para ayudar a los niños a gestionar su ansiedad son:
- Crear rutinas estructuradas. El cerebro de los niños se siente más seguro cuando sabe qué esperar. Establecer rutinas consistentes, especialmente en la mañana y antes de dormir, ayuda a disminuir la activación de la amígdala y proporciona una sensación de control. Las rutinas predecibles reducen la incertidumbre y, por lo tanto, la ansiedad.
- Promover la respiración profunda y la relajación. La respiración profunda activa el sistema nervioso parasimpático, que contrarresta el estrés. Enseñar a los niños técnicas sencillas como respirar profundamente durante 4 segundos, mantener la respiración por otros 4 segundos y exhalar durante 4 más puede calmar su sistema nervioso. Este ejercicio puede practicarse cuando el niño comience a sentirse ansioso.
- Validar sus emociones. El cerebro de un niño necesita sentirse comprendido para regularse emocionalmente. Validar lo que sienten (“Entiendo que estás nervioso por tu examen, es normal sentirse así”) activa áreas del cerebro relacionadas con la regulación emocional. Evitar minimizar sus preocupaciones (“No pasa nada, no es para tanto”) es clave para que el niño se sienta apoyado.
- Fomentar el movimiento físico. El ejercicio es una de las mejores formas de reducir la ansiedad, ya que ayuda a liberar neurotransmisores como las endorfinas y la dopamina, que mejoran el estado de ánimo. El movimiento físico, incluso si es un breve paseo o jugar en el parque, puede ayudar a calmar la hiperactividad de la amígdala.
- Utilizar el juego para la regulación emocional. El juego estructurado puede ser una herramienta poderosa para ayudar a los niños a procesar sus emociones. Juegos que involucren expresión emocional o representación de situaciones pueden ayudar al niño a procesar su ansiedad en un entorno seguro. El arte, la música o el juego de roles son actividades que involucran ambos hemisferios del cerebro y permiten que los niños liberen tensiones.
- Practicar la atención plena (Mindfulness). Los ejercicios de mindfulness han demostrado, según estudios neurocientíficos, reducir la ansiedad al fortalecer la corteza prefrontal, la parte del cerebro responsable de la regulación emocional y el control de impulsos. Actividades sencillas como enfocarse en las sensaciones del cuerpo, observar la respiración o escuchar sonidos calmados pueden ayudar a los niños a centrarse en el presente y a reducir el estrés.
Si bien los padres pueden implementar muchas estrategias útiles en casa, es importante estar atentos a ciertos signos que pueden indicar que es necesario buscar ayuda profesional:
- La ansiedad interfiere de manera significativa en la vida diaria del niño (dificultad para ir a la escuela, problemas de sueño graves). El niño muestra signos de pánico extremo o fobias que no pueden manejarse en casa.
- La ansiedad persiste durante un período prolongado, a pesar de los esfuerzos por gestionarla.
En conclusión, manejar la ansiedad infantil requiere paciencia, comprensión y herramientas concretas basadas en cómo funciona el cerebro. Al implementar estrategias que apoyan la regulación emocional y proporcionar un entorno seguro y predecible, los padres pueden ayudar significativamente a sus hijos a enfrentar la ansiedad de manera saludable.