Aproximación al séptimo arte. Los primeros pasos en la búsqueda de la vocación. Pequeñas viñetas de recuerdos de la infancia y adolescencia relacionados con la manera de consumos audiovisuales de antaño. La era del videoclub.
Por Pablo Argañarás, Lic. en Cine y Televisión
Recuerdo de manera muy vívida el amor que sentía de niño por las películas. El placer que me generaba el ir a un videoclub y elegir una para ver de entre cientos de opciones. En la casa de mis padres no había una reproductora de VHS o videocasetera, como le decíamos por aquel entonces. Entonces había que ver películas en casas que dispusieran del aparato para tal fin.
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En mi infancia, viviendo en el Barrio Autonomía, mirábamos las películas que podíamos alquilar en un pequeño videoclub de ese complejo habitacional. Recuerdo que mi amigo de la infancia, Ramiro Schiava, si tenía una en su casa. Él practicaba Tae Kwon Do y era fanático de películas de artes marciales. Recuerdo haber visto junto a él y mi hermano Huguito las películas de Jean Claude Van Damme, “El gran dragón blanco” y “Kickboxer”. Vimos las “Karate Kid” y las de Bruce Lee. También las películas de Sylvester Stallone eran otras de nuestras preferidas, “Rocky”, “Rambo”, “Cobra” y “Halcón”. Creo que Stallone era el ídolo de todos los niños por aquel entonces.
De adolescente mi familia se mudó al Barrio Centro y en la esquina de nuestra casa paterna, en la esquina de calles Salta y La Plata existía un Videoclub llamado Videoteca. Para ese entonces me sentía bastante solo y angustiado porque había dejado todos mis amigos en el Barrio Autonomía. Y Videoteca se convirtió si se quiere en un lugar en el cual podía sentirme como en mi segunda casa. Me hice amigo de los empleados y de los dueños. Pasaba gran parte del tiempo libre allí viendo películas. Aprendí a grabar o “piratear”, a limpiar cabezales de videocaseteras y a reparar las cintas de los casetes VHS. Comencé a ver películas de otros países aparte del cine estadounidense. Aprendí de géneros y actores. De directores. Videoteca fue mi primera escuela de cine por llamarlo de alguna manera.
En ese tiempo tenía dos amigos fanáticos al igual que yo por el cine y las películas: Darío y Rodrigo. Ellos tenían videocaseteras en sus casas. Así que juntos mirábamos películas de manera compulsiva. Los fines de semana mientras la mayoría de nuestros amigos y compañeros salían a boliches o a tomar alcohol a algún sitio nosotros nos juntábamos a ver películas.
Mis tías Cecy y Marisa también tenían videocaseteras y solíamos los fines de semana ir de vez en cuando a sus casas a ver películas. Pero estaban mis primos y casi siempre terminábamos viendo dibujitos animados porque eran todos más chicos y me aburría demasiado.
Un mediodía del año 1991 mi padre llegó del trabajo con una caja. Me dijo que la abriera. No podía creer lo que mis ojos veían. Habían comprado junto a mi madre una videocasetera. Era una reproductora de VHS marca Sansei. Recuerdo haber ido corriendo a Videoteca con Huguito, manoteamos “Terminator 2” que se acababa de estrenar y no la había visto y por primera vez vimos una película alquilada en nuestra casa. Creo al día de hoy que fue uno de los más lindos regalos que recibí en toda mi vida.
Luego pasaron de manera veloz los años siguientes y a mis diecisiete años me fui a Córdoba a estudiar la Licenciatura en Cine y Televisión. Allí, en la Escuela de Cine aprendí muchísimas cosas. Me formaron profesionalmente para desempeñarme luego en diferentes trabajos y lugares que me tocaron efectuar. Pero mi primera escuela, la más rudimentaria si se quiere, la tuve en un videoclub. En ese reducto de la esquina de mi casa. En medio de cajas llenas de tierra y polvillo. En medio de las fotos y afiches de películas en las paredes. Con las películas comenzando con los logos y músicas ya inexistentes de las empresas distribuidoras de películas en videocasetes de aquellos años (AVH, Gativideo, Transeuropa, entre muchas otras). Con las animaciones rudimentarias incitando a alquilar películas originales. Y yo aprendiendo los rudimentos del montaje cinematográfico ejercitando el copiado “pirata” de películas.
El mejor aprendizaje creo es el que sucede sin saber que lo estamos haciendo. Yo aprendí las bases del séptimo arte de manera paradojal con el video. Sin saber que aprendía lo fui haciendo, casi jugando. Con la inocencia de quien descubre mundos de saberes y va por más. Jamás disfruté de las películas como en aquel entonces. Luego el saber formal de a poco te hace perder esa inocencia del desconocimiento del truco “de cómo se realiza”. Hoy veo videoclubes en los celulares en forma de aplicaciones y plataformas como Netflix, pero dudo que posean la mística de la esquina de Salta y La Plata en ese lugar que se llamó Videoteca.