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Opinión y Actualidad

Necesitamos que asistir a la escuela vuelva a ser relevante

La escuela hoy debe cumplir funciones para las que no fue diseñada, como alimentar a los niños y brindarles contención emocional. Si no se resuelve eso, es más difícil enseñar y aprender matemáticas o lengua.

28/09/2024

Por Héctor Masoero (*), en diario Clarín
Los especialistas en educación no encuentran una correlación directa entre los días de clases en cada país y los resultados de las pruebas PISA. Si bien existe un estándar generalizado de alrededor de 180 días de clase en gran parte del mundo, que es justamente el piso mínimo dispuesto por la Ley Federal de Educación en Argentina -por cierto, nunca alcanzado-, los desempeños académicos en las pruebas internacionales no muestran una relación directa con el cumplimiento de este objetivo.

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Por ejemplo, países como Italia, Francia o España obtienen mejores resultados en las pruebas PISA, aunque cuentan con menos días de clase obligatorios. En América Latina, Chile tiene una cantidad de días de clase similar a la fijada en Argentina y muestra mejores resultados, mientras que países como Brasil, Colombia, Uruguay o México, con más días de clase, obtienen peores.

¿Significa esto que debemos olvidar el objetivo de días de clase? No, en absoluto. Aunque no se evidencie una correlación directa entre los días de clase y los resultados en las evaluaciones internacionales, es indispensable garantizar un mínimo de días de clase y, fundamentalmente, que se cumplan de manera uniforme en todo el territorio nacional.

En Argentina, el problema no solo es que se cumple un porcentaje sensiblemente inferior a los días de clase estipulados, sino que hay una gran disparidad entre provincias: algunas no alcanzan ni siquiera el 30% del objetivo, mientras que otras están más cerca de la meta.

Sin embargo, un aspecto crucial que a menudo queda relegado es la calidad de esas horas de clase. No basta con acumular días de asistencia si el contenido impartido carece de relevancia o no es efectivo en su transmisión. La calidad del tiempo que alumnos y docentes comparten en el aula juega un rol fundamental para alcanzar mejores resultados académicos. La cantidad es una condición necesaria, pero no suficiente; la calidad de la enseñanza es clave para que esos días se traduzcan en un aprendizaje real y profundo.

La conclusión parece ser que, aunque ni los días ni las horas de clase son condiciones suficientes para garantizar buenos resultados en las pruebas PISA, sí son condiciones necesarias para aspirar a mejorar el desempeño académico de los alumnos.

Más importante aún es apuntar a dos objetivos clave: primero, que el mínimo de días de clase se logre no solo con la presencia de los docentes en las aulas, sino también de los alumnos; segundo, que la calidad de esas horas de clase sea la esperable para garantizar una base mínima de competencias por parte de los alumnos.

¿Cómo lograr buenos resultados en las pruebas de educación si, según Argentinos por la Educación, el 26% de los estudiantes del último año de secundaria se ausentó al menos un 14% en 2022? Un dato interesante que aporta esta ONG es que no se encuentran correlaciones entre el ausentismo y el nivel socioeconómico.

Aquí, los especialistas señalan que los alumnos cada vez le dan menos importancia a la escuela y que reciben menos incentivos para cumplir con sus obligaciones escolares. Aprobar o no aprobar parece lo mismo. Incluso, hay normativas recientes que promueven la promoción de alumnos que no dominan los contenidos mínimos. Por su parte, el ingreso irrestricto a las universidades nacionales, establecido por ley, tampoco actúa como incentivo para superarse ni, mucho menos, para asistir a clases.

En general, no hay estímulos para que los estudiantes -especialmente en el nivel secundario- aspiren a mejorar sus resultados académicos: no hay exámenes finales de ciclo, no existen exámenes de ingreso en la mayoría de los casos, y ni siquiera se valora realmente el título de secundaria, que, para muchos, aparece cada vez más desvalorizado y menos relevante para el ascenso social.

Esta desvalorización de las metas escolares también está relacionada con la pobreza del clima disciplinario en las aulas, una situación que no favorece el aprendizaje ni genera interés o entusiasmo en los alumnos por asistir a la escuela.

En el reporte de PISA 2022 para Argentina, se destaca un dato alarmante: “Alrededor del 31% de los estudiantes en Argentina informó que no puede trabajar bien en la mayoría o en todas las lecciones (promedio de la OCDE: 23%); el 44% de los estudiantes no escucha lo que dice el profesor (promedio de la OCDE: 30%); el 54% de los estudiantes se distrae usando dispositivos digitales (promedio de la OCDE: 30%); y el 46% se distrae con otros estudiantes que utilizan dispositivos digitales (promedio de la OCDE: 36%)”.

Estos datos nos llevan a pensar que, además de garantizar las jornadas de clase en cada jurisdicción, es necesario revisar lo que se hace en ese tiempo para generar aprendizajes relevantes. Argentina es uno de los países con peor clima escolar, lo que claramente dificulta que esto suceda. Problemas de disciplina, situaciones de bullying, falta de apoyo emocional, el escaso involucramiento de las familias y claros déficits en la comunicación y resolución de conflictos son factores que producen un clima muy problemático, en el que es difícil tanto enseñar como aprender.

Todo esto ocurre en un contexto donde, según UNICEF, 7 de cada 10 niños son pobres. La misma organización informó que más de un millón de niños se va a dormir sin comer, mientras que otros tantos se saltan alguna comida durante el día. No hace falta detallar cómo el hambre y la malnutrición afectan significativamente el aprendizaje y el desarrollo cognitivo de los niños. ¿Cómo puede un niño con hambre aprender matemáticas o leer un texto y comprender sus ideas principales? ¿Es posible aprovechar el tiempo de clase en estas condiciones?

La escuela hoy debe cumplir funciones para las que no fue diseñada, como alimentar a los niños y brindarles contención emocional, porque está claro que, si no se resuelve eso, no se les puede enseñar matemáticas o lengua. Las situaciones de indisciplina, las inasistencias de alumnos y docentes, y los déficits en la formación de docentes son problemas reales que deben afrontarse, pero también es indispensable sacar a los niños de la pobreza para que puedan aprender mejor.

(*) Vicepresidente primero de Academia Nacional de Educación (ANE), Presidente y Rector Honorario de UADE

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