El CEO de Telegram, Pavel Dúrov, de origen ruso, fue detenido en Paris el pasado sábado, acusado de complicidad en relación a los delitos que se producen a través de la aplicación de mensajería. El miércoles fue liberado, con la condición de pagar 5 millones de euros como fianza y prohibición de salir del territorio francés.
Por Carmen Parejo Rendón
Para RT
Su detención abrió muchas incógnitas. El debate sobre el control a las actividades ilícitas en internet tiene largo recorrido y difíciles soluciones. En cierto sentido, podemos establecer que se pueden aplicar los mismos mecanismos que en cualquier otro contexto. ¿Detendríamos a un alcalde por no ser capaz de erradicar la delincuencia en su ciudad?
El auge de las redes sociales y los nuevos servicios de mensajería instantánea han creado un escenario novedoso que ha sido utilizado con distintos fines, desgraciadamente, no todos positivos.
Se constata que grupos al margen de la ley han aprovechado estas vías de comunicación para promocionarse, coordinar acciones violentas o captar nuevos miembros. Un ejemplo destacado y conocido por todos ha sido el uso que, desde su fundación, hizo el Estado Islámico de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea para estructurar una red internacional. Sin embargo, volvemos a lo mismo, este tipo de acciones también se producía en las calles, ¿podríamos detener a los alcaldes de las ciudades por ello?
Otra de las consecuencias negativas del auge de las redes y la mensajería a través de internet ha sido el tráfico de datos de los usuarios y la pérdida de privacidad. En ese sentido, destacar la polémica desatada por la recopilación de información de millones de usuarios de Facebook —propiedad de Meta— sin su consentimiento por la consultora británica Cambridge Analytica, con fines, aparentemente, políticos.
El escenario incluso llevó a Mark Zuckerberg, CEO de Meta, a declarar tanto en el Senado estadounidense como en la Eurocámara, donde se disculpó por "el error" y por no haber hecho lo suficiente para evitarlo, luego del pagó una multa de 5000 millones de euros.
Las polémicas en relación con los datos y la aplicación estadounidense no se quedaron ahí. En 2018, los datos de más de 50 millones de perfiles de usuarios la empresa de Zuckerberg fueron revelados, tras un problema en la seguridad de la aplicación. Apenas unos meses después, un nuevo ciberataque exponía imágenes de casi siete millones más.
Telegram, por su parte, nace y se desarrolla en relación a la defensa de una estricta política de privacidad. De hecho, Dúrov se negó a cooperar con sus servicios de seguridad de Rusia, un hecho que fue festejado en los países europeos. En 2021, se daba a conocer que había obtenido la nacionalidad francesa.
No hubo ningún problema con Telegram y su sistema de privacidad, cuando también en 2021, la principal —por no decir única— fuente de referencia de los medios de comunicación europeos, en medio del escenario de desestabilización en Bielorrusia, era el canal Nexta, dirigido por Román Protasévich, desde los países bálticos. Pese a que el propio Protasévich reconoció haber vertido noticias e informaciones falsas en ese contexto.
Durante años se ha instalado la idea de que Telegram o TikTok eran aplicaciones libres de la influencia estadounidense y la órbita de la OTAN, en tanto que una era rusa y la otra china. En un análisis geopolítico simplista, asumimos que estar del otro lado del telón de acero mediático que imponen los aliados de la OTAN facilitaría una democratización del acceso a la información. Sin embargo, esto no es así. En la actualidad, ni Telegram es rusa, ni TikTok es china.
La sede de Telegram se encuentra en Dubái (Emiratos Árabes Unidos). Por otra parte, es absolutamente falso que la aplicación no se adapte a las normativas de la órbita de la OTAN. Escribo desde la Unión Europea (UE) y puedo asegurar que la aplicación me impide el acceso a los canales vinculados con RT o Sputnik, tal y como establece la normativa europea impuesta contra los medios de comunicación de la Federación de Rusia.
Con el avance tecnológico, el surgimiento de las redes sociales y múltiples plataformas de mensajería instantánea, también se articula el nacimiento de grandes magnates del sector, que cumplen el mismo rol que los históricos dueños de medios de comunicación tradicionales. El fenómeno es similar. Nada tendría que envidiar Elon Musk a Rupert Murdoch, y viceversa.
Mientras el empresario de origen sudafricano compró la red social Twitter, a la que cambió el nombre por X, con el fin de incidir en la opinión pública a favor de sus intereses empresariales; el más famoso magnate del control de opinión, Rupert Murdoch, nunca ha dejado de jactarse de poder crear guerras o cambiar gobiernos a través de su gran imperio mediático.
Dúrov no es un caso muy distinto. Es otro gurú tecnológico, profundamente narcisista, que cree estar en el Olimpo de los intocables, pero que, a diferencia de otros de sus contemporáneos, ha hecho de la privacidad de sus usuarios una marca distintiva.
En marzo de este mismo año, en España, se anunciaba el posible bloqueo a Telegram por una demanda sobre derechos de autor. Aunque finalmente esta acción no se produjo, sí sirvió para ponernos en alerta.
Telegram, a diferencia de WhatsApp —que también pertenece a Meta— no ha mostrado su disposición de colaborar aportando datos de sus usuarios con ningún gobierno o agencia de inteligencia en ninguna parte del mundo. No solo no colaboró con Rusia, sino que tampoco lo ha hecho con los gobiernos occidentales. Al menos, de momento.
La pregunta entonces es, ¿sabrá Pável Dúrov cuáles son las reglas del juego para que el "democrático" Occidente le deje entrar en su club? ¿Habrá captado el mensaje?