Hace casí 2 años, el 22 de septiembre de 2022 el mundo se enteró de los 'extraños accidentes' bajo las aguas internacionales del mar Báltico y dentro de las zonas económicas de Dinamarca y de Suecia, que rompieron los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2, un gran proyecto de la integración euroasiática que, a través de Alemania, tenía que abastecer las economías de Europa Occidental con el gas natural ruso.
Por Oleg Yasinsky
Para RT
El desarrollo y la cooperación estratégica entre Rusia y la Unión Europea, además con una activa participación de China, ha sido la peor pesadilla para el sueño americano de volver a su país a ser 'great again', e incluso no tanto para los mismos EE.UU., sino para las transnacionales que pretenden al mundo por medio de su gobierno.
En el momento, cuando 'la prensa democrática internacional', controlada y dirigida por ellos, ya logró satanizar a Rusia lo suficiente, un ataque contra los 'intereses de Putin' en el centro de Europa debió dar casi una sensación de alivio por 'liberar' a los 'países civilizados' del 'control económico ruso'.
No se trataba sólo de la lucha por el mercado para el gas licuado estadounidense contra la competencia; era un paso definitivo hacia erigir un muro político, económico y cultural infranqueable entre los mundos, a lado del cual el antiguo muro de Berlín parece un pintoresco cerco de campo lleno de boquetes.
Obviamente, cualquier reflexión sobre estos temas en la 'prensa seria' de inmediato se rechazaría como "teorías de conspiración" o "las narrativas enemigas" peligrosas para las masas democráticas bien pensantes. La prohibición de pensar es tal vez la principal característica de este mundo postmoderno que nos acostumbra a perder la capacidad de distinguir entre la ciencia y la ficción.
Justamente por eso, la primera denuncia pública en occidente, hecha por el periodista estadounidense Seymour Hersh el 8 de febrero de 2023, donde acusó del crimen al evidente interesado y beneficiario, el Gobierno de EE.UU., de inmediato fue comentada por la Casa Blanca como "completamente falsa y completa ficción" y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega dijo que estas acusaciones son "tonterías".
En una entrevista con el diario alemán Berliner Zeitung, Hersh dijo que inicialmente Biden planeaba volar los gasoductos en junio de 2022, pero, "en el último minuto, la Casa Blanca se puso nerviosa" y luego "cambió de opinión y emitió nuevas órdenes, dando la capacidad de detonar las bombas de forma remota en cualquier momento".
Esta versión de la historia (la que oficialmente es 'falsa', 'ficción' y 'tonterías') coincide mucho con la publicación del 14 de agosto de este año del periódico estadounidense The Wall Street Journal, que afirma que la operación para volar los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 en el mar Báltico fue diseñada en mayo de 2022 por un grupo de oficiales ucranianos y Vladímir Zelenski inicialmente aprobó el plan, pero la CIA, al enterarse, le pidió que abandonara la operación. El texto señala que el líder de Ucrania exigió detener los preparativos, pero Valeri Zaluzhny, en ese momento comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, ignoró la orden, y procedió con la operación.
The Wall Street Journal asegura que "habló con cuatro altos funcionarios y militares ucranianos que participaron en la planificación de la operación o estaban al tanto de ella, así como con fuentes estadounidenses y alemanas". Obviamente, la publicación del mismísimo The Wall Street Journal no puede ser 'ficción' ni 'tontería'. Aparte de los elementos telenovelescos y literarios de la noticia, se confirma lo evidente: independientemente de su autoría y la planificación técnica de la operación terrorista, el Gobierno estadounidense estaba al tanto de este plan mucho antes de su ejecución, y solo buscaba la manera más conveniente y menos comprometedora para hacerlo.
Creo que este momento elegido para la grave revelación del The Wall Street Journal no es casual. Al parecer, ya se tomó la decisión de reemplazar a Zelenski en su cargo por un nuevo títere más conveniente mediática y políticamente. Es como echar una pintura nueva a la construcción de siempre. Y no existe una mejor excusa para hundir a Zelenski que acusándolo de la explosión terrorista de Nord Stream, pues también es una gran oportunidad para mostrar la 'consecuencia' e 'imparcalidad' de la justicia del 'mundo democrático'. Importa muy poco si realmente desobedeció el 'consejo' de la CIA o lo siguió correctamente (estoy seguro que esto último es lo único probable, ya que una acción de tal escala es impensable sin el consentimiento de los superiores), Zelenski es quien será nombrado el principal culpable. Para seguir ayudando al régimen de Kiev a demoler los restos de Ucrania sin caer en contradicciones obvias, es urgente cambiar su máscara. Eso recuerda a la exitosa práctica del innovador tanatopractor de Lvov Maxim Pavliuk quien ofrece diseñar la sonrisa en las caras de los caídos militares ucranianos. Ahora al poder mundial le toca dibujarle al cadáver político gobernante una sonrisa nueva.
Ahora será muy fácil atribuirle el mayor ataque terrorista de la historia moderna en el corazón de Europa a un personaje que nunca no se dio cuenta de su verdadero rol en esta infamia. Si, en lugar de dejarse llevar por las matemáticas de sus cuentas offshore, los carniceros de Kiev hubieran estudiado al menos un poco la historia, sabrían que Estados Unidos siempre paga así a quienes les sirven fiel y sinceramente, y se habrían reservado su única pregunta existencial: "¿Y por qué nos hacen esto a nosotros?".
Si Zelenski hubiera muerto bajo un ataque de algún misil ruso, para muchos se habría convertido en un héroe y el correo oficial de Ucrania, Ukrposhta, al lado de sus héroes nazis y el puente de Crimea en llamas, habría replicado su imagen en camuflaje de mejillas sonrosadas y sin afeitar. Occidente será con él más cruel: después de un trabajo duro e incansable para destruir su propio país, sus propios jefes y capataces juzgarán a Zelenski como un perdedor y un terrorista.