X
Opinión y Actualidad

Brasil se asume responsable de una región que incluya a Nicolás Maduro y a Javier Milei

Las polémicas posiciones que adoptó ante la fraudulenta elección en Venezuela. Cómo influyen las profundas diferencias entre Lula Da Silva y Javier Milei.

02/08/2024

Por Walter Schmidt
Para Clarín

Brasil es el mismo protagonista que juega en todas las pistas”. Así define el embajador uruguayo ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Washington Abdala, el rol del gobierno de Luiz Inacio "Lula" Da Silva frente a las escandalosas elecciones presidenciales en Venezuela, sospechadas de fraude, que por ahora derivaron en la polémica reelección del tirano chavista Nicolás Maduro.

La diplomacia de Itamaraty que lleva el ADN de su fundador a fines del siglo XIX y comienzos del XX, José María da Silva Paranhos Junior, el Barón de Río Branco, es eso: la lógica interna del juego de la política internacional, como y por qué interactuar con los países vecinos en el cambiante escenario mundial. Aunque eso implique hacer convivir a una dictadura con una democracia.

Es la diferencia con la política exterior argentina, manipulada por cada gobierno que llega al poder, incapaz de bosquejar una política de Estado. Carlos Menem y las relaciones carnales con Estados Unidos; Néstor y Cristina Kirchner abrazados al chavismo venezolano, a Cuba y a China; Mauricio Macri haciendo equilibrio entre Washington y Beijing, pero activo contra el eje Maduro-Evo Morales-Daniel Ortega; Alberto Fernández y Cristina retomando la línea de la "patria grande latinoamericana"; y ahora Javier Milei, alineado con la Casa Blanca e Israel, y obviando, hasta hace poco, a la región.

En la perspectiva política argentina un cruce de declaraciones entre Milei y Lula -en la campaña electoral 2023 el brasileño pidió votar a Sergio Massa; el libertario lo llamó comunista y corrupto; y ya como presidentes, ambos se exigieron disculpas- afecta fuertemente la relación bilateral. Por eso, el libertario evitó asistir a la última cumbre del Mercosur en Asunción, asombrosamente para no cruzarse con su par brasileño. Y por el contrario, para que no queden dudas, concurrió a una reunión política organizada por Jair Bolsonaro, enemigo acérrimo de Lula.

Pero para Itamaraty la prioridad geopolítica es que Brasil asuma su enorme responsabilidad en América del Sur, como una de las fuerzas más importantes del continente junto a México y Estados Unidos. “Nosotros somos responsables, y debemos lidiar con Maduro pero también con lo que ocurra con Argentina y el resto de los países de la región”, parece decir la diplomacia del Barón de Río Branco. Liderazgo, antes que democratización.

Por eso, el enviado de Lula a Caracas Celso Amorim, cuya función era garantizar la legitimidad del resultado electoral en Venezuela, fue clave para que las fuerzas policiales chavistas no invadieran la embajada argentina para sustraer y encarcelar a los seis asilados, todos allegados a la líder opositora María Corina Machado.

Es el mismo Brasil que optó por la abstención en la sesión de la OEA que pedía transparencia al gobierno de Maduro.

Y el que no reparó en aquélla confrontación Milei-Lula al momento de aceptar, sin dudarlo, el pedido de la canciller Diana Mondino de hacerse cargo de la sede diplomática argentina y de su representación que había sido expulsada por el régimen; así como de los asilados de la oposición venezolana, pese a que prácticamente no hay relación entre Lula y Corina Machado.

“Agradezco enormemente la disposición de Brasil”, fue la respuesta de Milei en la red social “X”. Después agregaría que los lazos que unen a ambos países son “fuertes e históricos”. Tan fuerte e histórica como debe ser una política de Estado que defina a un país ante el mundo. Brasil lo sabe. La Argentina, todavía no.