La crecida había sido advertida por el Servicio de Hidrografía Naval y tuvo su pico poco antes de las 10 de la mañana de este martes.
El mar avanzó este martes como en pocas oportunidades sobre estas costas y durante un par de horas hizo desaparecer una amplia superficie de playa pública, ingresó a los balnearios y en el puerto elevó a las embarcaciones pesqueras menores hasta el nivel de las dársenas donde tienen amarre.
Esta creciente había sido advertida por el Servicio de Hidrografía Naval y tuvo su pico poco antes de las 10, momento en que la mayoría de cabinas de guardavidas tenían sus bases bañadas o cubiertas por buena cantidad de agua, cuando lo normal es que estén a varios metros de la orilla y sobre arena seca.
La pleamar fue de las más importantes de esta temporada pero, según se confirmó, a diferencia de otras oportunidades no estuvo acompañada de oleaje importante, que suele ser el factor determinante en la producción de daños sobre los materiales de los paradores de playa.
“Superó los 2,50 metros, es una pleamar interesante, no es común”, informaron al diario La Nación desde el Servicio de Hidrografía Naval, organismo que ya había emitido un alerta por estas crecidas pero el ámbito del Río de la Plata y cercanías, también por una crecida bastante poco habitual.
En los balnearios tomaron nota del aviso y aplicaron precauciones. Desde primera hora del día habían levantado todas las lonas de carpas, en especial las ubicadas más cerca del mar en cada uno de los balnearios. También retiraron todo el equipamiento que tiene cada una de estas unidades, en particular reposeras, mesas y sillas.
Varios guardavidas quedaron casi aislados durante un buen rato en el que las tarimas quedaron hasta con medio metro de agua sobre sus bases, situación que se comenzó a normalizar hacia el mediodía, cuando tras alcanzar su pico el mar comenzó su lenta y progresiva retirada.
Banquina de Pescadores
Quizá la imagen más sorprendente que dejó esta pleamar se vio en la Banquina de Pescadores, en el puerto de Mar del Plata. El espejo de agua interior se elevó hasta cubrir la dársena por la que los pescadores pueden acceder a las emblemáticas lanchas amarillas, allí amarradas.
“Para subir al barco había que caminar con el agua hasta las rodillas”, explicó Juan, al comando de una de estas embarcaciones que tenía casi todo su casco casi por encima del primer nivel del muelle en esta postal clásica de Mar del Plata.
En esas dársenas se suelen ubicar decenas de lobos marinos, que van en busca de esa superficie de cemento calentada por el sol, que es uno de sus espacios favoritos en este puerto para momentos de descanso. Con esta pleamar los animales que permanecían en el lugar tenían el agua hasta el cuello.
Esta creciente, según se explicó, está vinculada también a condiciones meteorológicas previas en las que el viento es una de las variables con mayor incidencia. “A la marea astronómica se le sumó la onda de tormenta”, explicaron desde el Servicio Nacional de Hidrografía Naval.
Y así como ayer y más aún hoy la pleamar excepcional es noticia, la semana pasada la novedad fue el otro extremo. Durante dos jornadas se dieron condiciones de bajamar muy por debajo de los valores habituales. Tanto que los cascos de las embarcaciones pequeñas rozaban sobre el lecho marino. En los clubes náuticos los veleros se quedaron sin agua donde flotar y grandes buques que ingresaban a esta terminal marítima tuvieron que duplicar asistencia de remolcadores ante riesgo de roce del casco con las profundidades.
Fuente: diario La Nación