El mayor dilema del nuevo Presidente para resolver en el corto y mediano plazo es la marcha desbocada del aumento de precios. En primera instancia, comunicó, será acompañado por una recesión.
Por Eduardo Van Der Kooy
Para Clarín
Solo el futuro dictaminará si el cambio de época que prometió Javier Milei en el discurso de asunción podrá cristalizarse en la Argentina. Está claro en el presente, al menos en la formalidad, que el mandatario expuso la voluntad de dejar establecidos pequeños mojones para que aquel sueño no termine en otra frustración.
Fue el primer presidente en 40 años de democracia que en su acto de bautismo político prometió dolor cercano y una esperanza difusa que se debe construir. Dos aseveraciones marcaron a fuego el mensaje breve de espaldas al Congreso. “No hay solución alternativa al ajuste”, repitió. “El único camino es el shock, nunca el gradualismo”, remató.
Lo hizo además ante una multitud de composición social muy transversal, espejo quizás de lo que fue la marea de votos con que ganó el balotaje, que pese a que no estaba escuchando ninguna melodía lo vitoreó de manera repetida. Un cambio de conducta cualitativa en el vínculo que suele caracterizar a los líderes con sus seguidores.
La única analogía que podría recogerse en democracia fue aquel discurso de Raúl Alfonsín desde el balcón de la Casa Rosada, cuando el 26 de abril de 1985 realizó un mitín para anunciar que comenzaba un tiempo de “economía de guerra”. Fue el prólogo del Plan Austral de Juan Sourrouille. Esa Plaza de Mayo vivió las palabras con desazón. Un sector de la coordinadora radical tomó distancia. La oposición peronista tuvo desde entonces una actitud de escasa colaboración. Alfonsín llevaba más de dos años de una gestión dificultosa en el plano económico.
Otro gesto audaz e inédito de Milei fue hablar en las escalinatas del Congreso dejando en el aislamiento del recinto a los legisladores. Resultó la interpretación de que sus primeros pasos estarían anclados exclusivamente en la mayoría de la sociedad que apostó por él. Ensayó una compensación evitando mencionar a la “casta política”. Habló de un feroz ajuste que se hará, muy genéricamente expresado, sobre el Estado. Unos 5 puntos del PBI que representarían más de U$S20 mil millones.
Aquella audacia presidencial tuvo un primer costo. Ni bien concluyó la ceremonia en el recinto y Milei enfiló hacia las escalinatas, las bancas de Diputados quedaron sólo cubiertas por los 38 libertarios de la Cámara Baja y los 7 senadores. Los restantes, incluyendo algunos ex presidentes, partieron. La excepción fueron los cuatro miembros de la Corte Suprema: Horacio Rosatti, Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Carlos Rosenkrantz.
Aquella trama parlamentaria objetivamente lastimada, será imprescindible recomponerla para que alguna de las profundas reformas que describió Milei lleguen a puerto. Después de la ceremonia un grupo de diputados peronistas estuvo conversando con Martín Menem, el nuevo titular de Diputados. Hijo libertario de Eduardo y sobrino de Carlos, el ex presidente. El empresario y político pago su primer derecho de piso la semana pasada en la sesión preparatoria: había convenido algo con kirchneristas y macristas sobre la distribución de las comisiones que se distorsionó durante las deliberaciones.
Cristina Fernández hizo su parte para demorar hasta febrero la asunción del formoseño Francisco Paoltroni como titular provisional del Senado. Sabía que las internas libertarias, de las que participa Victoria Villarruel, podrían provocar un cisma. Está en desarrollo. Nadie conoce como terminará el capítulo en el segundo mes del 2024.
Milei cumplió al pie de la letra un consejo de Mauricio Macri. Tanto que el ex presidente lo felicitó con un tuit cuando concluyó la ceremonia. Dedicó un gran tramo a describir la herencia que deja al kirchnerismo. La peor de la historia. Volcó cantidad de cifras, muchas conocidas, pero tuvo un cuidado: no hizo nombres propios. Ni mencionó fuerzas políticas. Ni Cristina, ni Sergio Massa, ni Alberto Fernández. Con la vicepresidenta pareció tener en el recinto algunos intercambios simpáticos. Posibles cuando la dama cambio su comportamiento vulgar por cierta amabilidad. El Presidente le colocó la banda y fugó, quizás porque presumía lo que le esperaba en el acto de las escalinatas. Su discurso de despedida del viernes por cadena nacional resultó ridiculizado a raíz de los pormenores de la herencia que describió el Presidente.
Entre tantas cosas, Milei se detuvo en una que explicaría la razón medular de su aplastante victoria. Dijo que le estarían dejando una inflación proyectada del 15000% anual. No interesa solo el volumen como las consecuencias socio laborales del fenómeno que viene provocando una degradación colectiva. El Presidente tuvo la deferencia de no subrayar que ese proceso se aceleró por la irresponsabilidad del ex oficialismo de haber convertido al ministro de Economía en candidato.
El mayor dilema de Milei para resolver en el corto y mediano plazo parece, justamente, el de la marcha desbocada del aumento de precios. En primera instancia, comunicó, será acompañado por una recesión. Difícil imaginar, sin consecuencias, la prolongación de ese estado de cosas por mucho tiempo. En una sociedad que posee 45% de pobres y salarios subterráneos.
¿A qué bálsamo podría recurrir el Presidente para que sus votantes no empiecen a descreer de “la luz al final del túnel” que prometió?. El mismo interrogante circula entre los economistas de La Libertad Avanza y del equipo que conduce Luis Caputo. Si hay ajuste, que lo habrá, el único paliativo consistiría en bajar lo antes posible la inflación.
¿Cómo podría hacerse?. La fórmula es todavía un misterio. Pero los hombres políticos de la fuerza libertaria están convencidos que algo con urgencia habría que hacer. A lo mejor invertir el curso temporal del conocido dicho que alude a “la bala de plata”. Entendido siempre como recurso postrero. La situación del país, la emergencia, la fragmentación política y la necesidad de gobernabilidad aconsejarían utilizarla rápidamente. No es lo que dicen los manuales. Pero la Argentina está patas arriba.
Milei se corrió de la economía apenas de manera circunstancial. Dio cabida al problema de la inseguridad y al narcotráfico en Rosario. Reivindicó a las fuerzas de Seguridad. Forma de realzar la presencia de Patricia Bullrich a su lado, en el ministerio del área. Omitió el contexto regional e internacional que quedó únicamente ilustrado en el efusivo abrazo y la conversación a la vista de todos (luego tuvo una bilateral) que mantuvo con Volodomir Zelensky. La presencia del mandatario de Ucrania, invadida por Rusia y en guerra hace dos años, debe haber transportado al Presidente argentino por todo el planeta.
Su asistencia podría significar un indicativo del posible alineamiento externo de Milei. Nunca la política es lineal. En su asunción estuvo también el mandatario de Hungría, el nacionalista Viktor Orban, cercano a Vladimir Putin, muy crítico de Ucrania. La semana pasada, en un reportaje que le hizo el diario francés Le Point, el húngaro sostuvo que Ucrania “es uno de los países más corruptos del mundo”.
Milei tampoco se olvidó de enviar un correo a los piqueteros. Sostuvo que aquellos que sigan cortando calles e impidan la circulación no cobrarán sus planes. Una disección que quizás ni la inteligencia artificial estaría en condiciones de concretar. Se trató, más que nada, de una advertencia a un mundo que conoce poco y no controla. Motor, con seguridad, de la agitación que sobrevendrá con motivo del duro ajuste que promete.
El Presidente sobrio y contenido del Congreso mutó en el personaje pintoresco e histriónico cuando habló desde el balcón de la Casa Rosada. En ambas ocasiones hizo una invocación para que “las fuerzas del cielo nos guíen y nos acompañen”. Ojalá sea escuchado.