La política dura de la suba de tasas es el gran motivador de este golpe en el sistema bancario, pero hay mucho detrás que explica la vulnerabilidad que exhiben estas novedades.
Por Marcelo Cantelmi, en diario Clarín
La crisis actual que envuelve al escalón de los bancos intermedios de Estados Unidos, expone el daño colateral de la herramienta de la suba de tasas que la Reserva Federal impulso en la batalla contra la inflación. Pero también deja a la vista la vulnerabilidad de un sistema de regulaciones que prefirió olvidar las consecuencias arrasadora de la crisis del 2008.
El Silicon Valley Bank, la entidad especializada en las startups tecnológicas de ese famoso valle californiano y que quebró el viernes pasado, era un pilar de la era del dinero barato con tasas en torno al cero por ciento. Una época que terminó de manera abrupta cuando llegó la inflación alimentada por la crisis económica asociada al coronavirus y en parte por la guerra rusa contra Ucrania.
En el pico de aquellos momentos de plata fácil, a medida que un torrente de dinero entraba en el sector de alta tecnología el SVB, entre otras entidades, también las vinculadas a las criptomonedas, tomó miles de millones de dólares en depósitos y los colocó en bonos a largo plazo del Tesoro, un nicho supuestamente seguro.
Pero, como la FED comenzó a patear las tasas hacia arriba a un ritmo sin precedentes en 40 años para reducir la inflación enfriando la economía, aumentaron los rendimientos de los bonos y consecuentemente cayó el valor de mercado de las inversiones. Recordemos que los rendimientos y el precio de los bonos se mueven en direcciones opuestas.
Esa inesperada distorsión zarandeó la columna vertebral del banco hasta quebrarla. Con otra consecuencia ligada a la anterior: el crédito se contrajo y las empresas grandes o pequeñas sencillamente fueron a la ventanilla del banco para retirar sus ahorros y con eso seguir financiando las operaciones.
En menos de 24 horas hubo una demanda de 42 mil millones de dólares sobre la entidad. Pero no estaba el dinero. Es cuando esas pesadillas suceden que los bancos entran en bancarrota.
En cierta medida lo que se está observando es la caída de una burbuja no necesariamente especulativa, aunque hay de todo en este laberinto. The Wall Street Journal se preguntaba hace horas con forzada ingenuidad cómo es posible que un banco importante, 16 en tamaño de EE.UU., que había comprado los activos más seguro del mundo (bonos del Tesoro) podía haberse derrumbado en apenas dos días, dejando uno de los fines de semana más dramáticos del país.
En esa observación subrayó su asombro al sostener que el Silicon Bank había saltado nada menos que de 27 mil millones de dólares en activos en el primer trimestre de 2020 a 121 mil millones a fines del año siguiente y 209 mil millones en activos totales para diciembre pasado. Tremendo éxito.
Multimillonaria inyección
Un dato central en este teorema es que el gobierno de Estados Unidos, para estimular la economía en crisis por la epidemia, pero también desde antes, había inyectado en el sistema más de cuatro billones de dólares (millones de millones).
Ese aluvión que alimentó el impacto inflacionario posterior, se combinó con la decisión de la administración de Donald Trump, típico de sus criterios, de aflojar las regulaciones que se habían impuesto precisamente tras la crisis de 2008, cuando estalló el centenario banco Lehman Brothers, un colapso que cambio a Estados unidos y al mundo.
Las nuevas medidas adoptadas por el republicano elevaron de 50 mil millones de dólares a 250 mil millones los activos necesarios como requisito para calificar como banco “sistemáticamente importante”. Eso significa que por debajo de aquel número no hay pruebas de stress periódicas que chequeen la salud financiera de la entidad.
Es decir, se liberó a la creatividad a muchos de los bancos del sector intermedio. El aflojamiento de las regulaciones es un vicio que, para seguir con la memoria, estuvo marcadamente activo en el trasfondo de la gran crisis que derribo al Lehman, en épocas de George W. Bush.
El principal responsable para producir ese cambio en el esquema de vigilancia fue el CEO del Silicon Valley Bank, Greg Becker, quien gastó millones de dólares en empresas de lobby para convencer a los congresistas sobre “el perfil de bajo riego de nuestra actividades y modelo comercial” y le obsequiaran la luz verde que finalmente otorgó Trump.
El riesgo de un efecto domino que sobrevuela este drama liga con procedimientos similares que tomó un amplio segmento de estas entidades. El domingo fue cerrado el Signature Bank de Nueva York, especializado en cripto monedas. Estos bancos serán absorbidas por los grandes jugadores del mercado y lo harán por monedas debido a que esta crisis es significativamente menor a la de hace 15 años.
Pero no deja de ser peligrosa. Lo es a punto tal que el gobierno decidió pagar todos los depósitos incluso los no garantizados y evitar asi una estampida.
También ordenó analizar la reposición de las regulaciones en todo el espigón de los bancos, sin importar su tamaño. Y convenció a la FED, no el gobierno sino la pura realidad, de frenar un rato su ofensiva de tasas altas, una estrategia que con estos resultados se ha venido acercando a la noción de suma cero. O peor.