Lo anunció la agrupación Eslabón Perdido, que se dedica a buscar este tipo de naves en el Mar Argentino. Sería totalmente compatible con un U-Boot tipo IX.
Tras 77 sigue en pie la versión de una supuesta huida de Adolf Hitler a Sudamérica luego de la derrota del Tercer Reich.
La teoría se reflotó esta semana con el hallazgo de una nave frente a las costas de Quequén, muy cerca de Necochea. Personal especializado de la Prefectura Naval Argentina realizó inspecciones subacuáticas para analizar los restos hallados frente a las costas bonaerenses.
Según la agrupación Eslabón perdido, La Liga Naval Italiana dictaminó que los restos encontrados pertenecen a un submarino alemán que fue “deliberadamente explotado”. La pericia fue firmada por el doctor Fabio Bisciotti, uno de los máximos expertos internacionales, especializado en identificación de sumergibles de la Segunda Guerra Mundial.
Para tomar las imágenes, la Prefectura usó un R.O.V (Vehículo operado en forma remota) y buzos, con los que se pudo comprobar la existencia del naufragio. La nave está ubicada a una profundidad oscilante entre 25 y 30 metros y disperso en una zona aproximada de 80 metros de largo por 10 metros de ancho.
Eslabón Perdido, coordinada por el investigador Abel Basti, se conformó para encontrar los cascos de submarinos nazis que hacia el final de la Segunda Guerra Mundial llegaron clandestinamente al país y que, tras los desembarcos, fueron hundidos por sus tripulantes para no dejar rastros.
Los argumentos del experto
Bisciotti es uno de los máximos expertos internacionales de submarinos de la Segunda Guerra Mundial y fue designado por el grupo Eslabón Perdido, que descubrió el naufragio, como perito internacional del caso.
Durante la pericia de las imágenes, obtenidas por el grupo Eslabón Perdido y por la Prefectura Naval Argentina, Bisciotti identificó el periscopio del navío, conformado por un tubo que en su parte superior tiene una óptica para facilitar la observación a distancia.
También detectó una parte característica del sumergible al señalar que “se observa un cuerpo ferroso claramente de una torreta submarina debido a algunas características como la forma distintiva atribuible a un deflector de la torreta de los U-Boot”. Al respecto, indicó que además del deflector -una defensa ideada para morigerar la acción del agua y el viento en los tripulantes- “la torreta fotografiada muestra, en la parte superior, el final de la plataforma donde se situaban los vigías y el alojamiento antiaéreo”.
En su dictamen, el experto italiano indicó que el casco se encuentra semienterrado y con un alto grado de destrucción pero que a pesar de estas condiciones igual pudo identificar la subestructura de la cubierta. En la pericia señaló que “en las fotos se destacan algunos detalles que pueden compararse fácilmente con las estructuras que representan el esqueleto de un U-Boot tipo VII o IX”.
En ese sentido, al comparar las imágenes obtenidas en el naufragio de Argentina con otras correspondientes a un submarino germano hundido, indicó que “la longitud y el ancho son totalmente compatibles con un U-Boot tipo IX, como el U-166 hundido frente a los Estados Unidos. La subestructura en ese caso (del U-166) es totalmente comparable, en su parte colapsada, al cuerpo fotografiado en aguas argentina”.
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Al describir la zona de la cubierta del U-166, Bisciotti indicó que “el área de los paneles obtenidos de las estructuras longitudinales y transversales es totalmente comparable al sumergible encontrado en Argentina. Excluyo rotundamente que pueda ser un buque o un barco de pesca, el diseño no deja lugar a otras teorías”, sentenció.
Al analizar los sectores dañados del submarino, el experto indicó que “los videos muestran largas secuencias de láminas de metal retorcida, en mi opinión con el intento exitoso de borrar el rastro y desintegrar el submarino. Al analizar las imágenes obtenidas del casco del naufragio mediante un sonar de barrido lateral, el experto concluyó que “no hay detalles que se dirijan hacia un buque clásico o un barco de pesca, agregando que “forma y dimensiones me hacen pensar que se trata de un casco ahusado, pero sin lugar a dudas no es de carácter civil, ni utilizado como carga.
El dictamen de la Liga Naval Italiana ratifica la pericia argentina firmada de los ingenieros navales Juan Martin Canevaro, presidente del Consejo Profesional de Ingeniería Naval, y Andrés Miguel Cuidet, quienes actuaron como peritos de parte del grupo de investigación Eslabón Perdido que denunció el descubrimiento del naufragio ante la Prefectura Naval Argentina el pasado 9 de marzo.
La versión de la Prefectura
Sin entrar en polémica, la Prefectura Naval dio un informe preliminar del naufragio y no hablaron de un submarino. “Debido a que los restos presentaban un alto grado de deterioro, incrustaciones, enterramiento y acumulación de sedimentos y a las características del lugar, que generan escasa visibilidad por la presencia de materia inorgánica en suspensión en constante movimiento por la acción de corrientes y el oleaje, no se registraron otros indicios que permitan determinar tipo ni origen de los restos náufragos del navío”, escribieron en el informe.
Luego, la fuerza cita al Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL) que elaboró un informe técnico. Así, concluyen que “los restos corresponden a un conjunto de estructuras y objetos metálicos, principalmente ferrosos y posiblemente asociados a algún tipo de plataforma flotante o embarcación de uso portuario, cuyas características y estado de conservación permiten estimar su período de construcción y uso en la segunda mitad del siglo XX”.
¿Hitler en Argentina?
La versión oficial indica que el 30 de abril de 1945 Hitler ordenó a sus ayudantes traer varios bidones de nafta en la salida exterior del búnker para deshacerse de su cuerpo y del de su esposa, Eva Braun.
El matrimonio se encerró en una habitación durante 15 minutos y para cuando entraron en la sala, Hitler tenía un disparo de bala en la cabeza y Braun yacía tumbada por el efecto del cianuro. Sus cadáveres fueron quemados.
Los aliados dieron públicamente por cierta esa historia. Sin embargo, dudaron en secreto de su veracidad. Podía ser una maniobra de distracción para facilitar la huida de Hitler.
En ese sentido, hay pruebas concretas de que la inteligencia norteamericana intentó rastrearlo en la Argentina.
Apenas terminada la guerra, en julio de 1945, un cable secreto de la Embajada estadounidense en Buenos Aires informó a Washington: “Llegada de submarinos alemanes a las costas de Argentina. Circulan varios rumores en Buenos Aires referidos a la llegada del submarino U-530 antes de su rendición. Una fuente de credibilidad desconocida asegura que el 28 de junio un submarino emergió en Puerto San Julián, territorio de la provincia de Santa Cruz, del que descendieron dos personas sin identificar, uno sería un alto oficial y la otra una muy importante persona”.
Otro informe, en este caso del general Milton Ladd, agregado militar en la embajada norteamericana en Buenos Aires, al poderoso John Edgar Hoover, jefe del FBI, decía el 4 de septiembre de 1944: “Una gran colonia alemana en la Argentina proporciona grandes posibilidades para proveer de un refugio a Hitller y sus secuaces, uno de sus miembros, el conde Luxburg, ha sido mencionado como operando un rancho, el cual serviría para proveer un refugio.”
Además, un documento desclasificado de la inteligencia de Estados Unidos del 3 de octubre de 1955 contiene denuncias de un ex soldado de las SS llamado Philip Citroën de que el Führer había estado escondido en la Argentina y que de allí había seguido a Colombia. El documento agrega: “Según Citroën, los alemanes que residían en Tunja, Colombia, siguieron a ese supuesto Hitler ofreciendo el saludo nazi”.
Basti, autor de El exilio de Hitler, sostenía que, una vez llegado a las costas argentinas, Hitler “no vivió enclaustrado” sino que se movía con libertad por Argentina y otros países como Brasil, Colombia y Paraguay.
Según el líder de Eslabón perdido, las principales agencias de inteligencia del mundo, como la CIA y el MI6 británico, contaban con informes y fotografías que confirmaban su presencia en Sudamérica después de 1945.