El piloto austriaco estuvo 55 segundos a 800 grados y en el hospital le dieron la extremaunción. El relato del tricampeón mundial de sus peores horas.
“Retroceder nunca, rendirse jamás”, es el nombre de una película de acción de los años ochenta. Pero ese título bien le cabe a Niki Lauda, tricampeón de Fórmula 1. El austriaco, fallecido el 20 de mayo de 2019, sigue siendo fuente de inspiración para millones en todo el mundo. Su fuerza de voluntad le permitió salir adelante en difíciles situaciones y con esa actitud le vio la cara a la muerte en su recordado accidente en Nürburgring el 1 de agosto de 1976, pero luchó mientras estuvo internado para volver a correr y pelear por un título apenas 42 días después.
La competencia fue en el emblemático Ring (como se lo conoce a Nürburgring), inaugurado en 1927, en el que trabajaron 3.000 obreros en su construcción y cuya mayor parte de su presupuesto salió de la Municipalidad de Colonia. Atraviesa dos pueblos, Nurburg y Adenau. En el medio hay un castillo del año 1167. Su versión más larga sigue siendo el legendario Nordschleife, de 22,8 kilómetros, que sería la suma de cuatro circuitos actuales de la Máxima, cuyo promedio de extensión es de cinco kilómetros. Con 176 curvas, subidas, bajadas, curvas ciegas, otras rápidas, una recta de tres kilómetros y con la posibilidad de que en algunas partes llueva y en otras no, todo podía pasar.
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Es el circuito donde los niños se transforman en hombres y donde los principiantes pagan caro el querer emular a un profesional. Un autódromo que por su peligro el escocés Sir Jackie Stewart lo denominó “Infierno Verde”. Con el Ring no hay términos medios, se lo quiere o no. La adrenalina fluye tanto para el conductor como para el espectador en Nürburgring.
Cinco victorias en las primeras nueve fechas perfilaron a Lauda al bicampeonato con Ferrari: fue segundo en dos carreras, tercero en una y abandonó en otra. Su gran rival en esa temporada fue el inglés James Hunt que fue contratado por McLaren. Si ambos eran grandes amigos, la lucha en pista fue feroz y sin cuartel. El clima se calentó después de la exclusión por irregularidades en la altura del alerón trasero del británico tras ganar en pista en España. La denuncia la hizo Ferrari…
Ya en el mítico trazado germano, ante 250 mil personas, en la clasificación Hunt hizo la pole positions con un tiempo de 7m06s5 y Niki quedó a 900/1000. En la reunión de pilotos Lauda pidió cancelar la carrera porque consideró que las condiciones de seguridad no estuvieron dadas, pero en la votación la mayoría decidió correr. Antes de la largada el pronóstico anunció lluvia, pero el tema climático siempre es relativo en el Ring, ya que por su extensión es un trazado donde en una parte puede llover y en otra no.
Todos los autos calzaron gomas para piso mojado, menos el local Jochen Mass (McLaren), que acertó y tras largar noveno capturó la punta y el cumplirse el primer giro muchos ingresaron a los boxes a cambiar los neumáticos, entre ellos Lauda. Las crónicas de entonces recordaron que Ferrari hizo una parada de 22 segundos.
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Niki empezó a remontar apenas 300 metros de la salida. Antes del accidente, Lauda ya era un hombre en llamas. Su ritmo fue frenético para empezar a descontar y acercarse a los líderes. Pisó el acelerador y comenzó a desbordar a sus colegas. Primero superó a Guy Edwards (Hesketh), enseguida a Harald Ertl (Hesketh) y después a Brett Lunger (Surtees).
Llegó a la curva de Bergwerk. Colocó la tercera velocidad, dobló a la derecha y cuando todavía las ruedas estaban buscando penetrar de forma recta en el camino, cambió y colocó de manera sucesiva la cuarta y quinta velocidad. Puso otro cambio para girar en Kessel-chen hacia la izquierda y eligió el radio ideal.
En ese momento el proyectil rojo sufrió en los saltos típicos de los autos de F1 en el Ring y se dañó un elemento de la suspensión trasera. En un momento pareció despedido hacia la derecha y Niki quiso corregir el alocado rumbo que no buscó, pero la Ferrari 312-T2 ya era incontrolable y se convirtió en una máquina enloquecida que golpeó contra el guardarrail y su auto se prendió fuego. Producto del humo y poca visibilidad otros tres coches se vieron involucrados en el incidente.
El auto en llamas
La máquina de Lauda quedó cruzada y la embistió Lunger. El coche italiano se transformó en una bola de fuego, en una masa incandescente, toda dorada, abastecida por los tanques de combustibles. El panorama fue siniestro y Ertl también chocó al auto rojo.
Por las llamas Lauda estuvo 55 segundos a 800 grados. Salieron a su rescate los propios Ertl, Lunger, Edwards y Arturo Merzario (Wolf), que no participó del accidente, pero se bajó de su coche para socorrerlo. El italiano se acercó para desprenderlo a Lauda (que estaba inconsciente) del cinturón de seguridad. Lo ayudó Edwards, Lunger y Ertl empleó el extinguidor, que de poco sirvió.
La hoguera siguió y Niki se despertó y le imploró a Merzario mientras la carrera se paró con bandera roja. Las llamas crecieron e invadió el horror. Al ser un circuito tan largo la primera ambulancia tardó mucho en llegar. De pronto se dieron algunas versiones: “Lauda está herido, pero consciente”. “El piloto no tiene más que algunas quemaduras; su estado general es bueno”. “Los médicos de Adenau han decidido transportar el paciente a la clínica especializada en quemados, con asiento en Ludwigshafen”.
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A las cuatro de la tarde, tres horas después del choque, el panorama empezó a aclararse, pero con mayor malicia. “Lauda tiene dificultad para respirar. Aspiró gases muy tóxicos. Los pulmones parecen estar quemados”.
A las ocho de la noche se lo trasladó a Mannheim, donde su esposa Marlene, pálida, pero entera, lo recibió para acompañarlo. Media hora más tarde el cuadro se complicó y luego de 20 minutos se anunció que “Niki apenas respiraba y que volvió a perder el conocimiento”. A las diez de la noche las tareas no cesaron en la sala de terapia intensiva y Lauda fue colocado bajo una carpa de oxígeno. Se dijo que estuvo en coma y que los pulmones no funcionaron bien y que hasta hubo una complicación renal.
Cerca de la medianoche los médicos fueron contundentes: “No hay esperanzas. No puede haberlas. Está en las manos de Dios, más que en las nuestras. Depende de dos personas. De Dios y de él mismo. De nadie más…”
Al otro día, el profesor Klaus Miter, acerca del primer informe, indicó que: “Lauda tiene problemas para respirar porque las membranas mucosas de sus pulmones quedaron afectadas. Tiene quemaduras de primer grado en la cara, las manos y se fracturó un pómulo”. Y luego aportó más precisiones: “Las vías respiratorias, las mucosas de los bronquios, fueron quemadas e intoxicadas por el combustible y los materiales sintéticos ardientes de su coche, respirados por el corredor en los 50 segundos inmediatos del accidente”.
“Lauda tiene la cabeza vendada. Sólo están libres de esta envoltura protectora, los ojos, la nariz y la boca. Es una máscara que conmueve”.
¿Cuáles fueron las causas del accidente? Lauda le dijo Merzario antes de perder el conocimiento: “Tiren esa máquina”. Un agente del cuerpo de bomberos habría recogido un bulón que fijaba una de las ruedas, un centenar de metros antes del golpe contra la defensa de la izquierda… Otros expertos dijeron que el bulón, en realidad, fijaba uno de los dos tanques de nafta y no de una rueda.
La carrera la ganó Hunt, que fue uno de los que quiso correr a toda costa más allá del reclamo de Lauda. Luego el inglés venció en Austria y Países Bajos y se enganchó en la lucha por el campeonato. Lejos de rendirse en el hospital, ver a su oponente ganar carreras fue la inyección más fuerte que tuvo el austriaco para volver a la pista.
Niki recordó que “no sé si pasaron dos o tres horas del accidente, cuando recuperé el conocimiento. Sentía todo lo que me hacían. Entendía todo lo que se hablaba a mi alrededor. Escuché la palabra en tres oportunidades. Medí con toda exactitud cuando se me dio la extremaunción”.
“¿Estaba todo perdido para mí? No le iba a dar el gusto. Respirar me costaba mucho. En realidad nunca supe cómo pude hacerlo. Creo que no lo sabré jamás. Pienso que mi deseo de vivir era muy grande. Y eso superó todo lo que estaba pasando”.
“Medía la recuperación por horas. Mi comunicación con Marlene la establecí apretando su mano. Ella interpretó mis mensajes. Cuando lo hacía suavemente, mi deseo era afirmativo. Cuando ponía firme la mano, yo rechazaba lo que se quisiera hacer conmigo”.
“Siempre imaginé todo como rodeado de una nube blanca. Yo me sentía vivo. ¿Cómo era posible que me muriera? Tenía tanto por hacer”.
“Lo que más resalto es que aprendí a valorar más la vida. Eso me permitió salir adelante y hasta pude lograr otro título tras un retiro”, dijo en una entrevista con CORSA en 2016.
Ferrari no se retiró del campeonato y hasta le buscó reemplazante a Lauda y contrató al argentino Carlos Alberto Reutemann. Pero la fuerza de voluntad y el corazón de un gran campeón como lo fue Niki lo llevaron a volver a las pistas tan solo 42 días más tarde.
El regreso fue en otro autódromo difícil por sus altas velocidades como el de Monza, Italia. Fue cuarto y recibió la ovación de los tifosis, los fanáticos de Ferrari. Ese fin de semana se vio bajo sus ojos la piel trasplantada que formó planchas de distinto color. Las intervenciones quirúrgicas provocaron estiramiento que agrandaron la apertura de los párpados, y le dieron a su cara un aspecto irreal.
La oreja derecha quedó totalmente tapada con casquete de gasas que protegió la mayor deformación de su rostro. Los injertos fueron tantos que Lauda perdió la cuenta. Algunos quedaron bien, otros hicieron retroceder la paciente obra que supone reconstruir un rostro quemado por el fuego.
En tanto que en un corte de la actividad de la cita italiana, lejos de la prensa y de testigos, Niki buscó a Merzario para darle su reloj de oro como demostración de su gratitud.
Niki llegó con chances hasta la última fecha, en lo que fue la primera visita de la F1 a Japón. En Fuji, bajo una lluvia incesante y condiciones de pista muy peligrosas ante la falta de adherencia de los coches, Lauda priorizó su vida y decidió bajarse de su auto en la segunda vuelta. Por un punto (69 a 68) perdió el título con Hunt, que fue tercero en la carrera nipona.
Lo vivido con Lauda marcó a sus colegas y nunca más la F1 corrió en el circuito largo de Nürburgring. La Máxima volvió a ese escenario en 1985, pero una versión más corta, que luego también fue modificada. Hoy en el lugar del accidente hay una flecha que señala dónde quedó la Ferrari de Lauda en el momento del infierno.
Niki, más tarde, revalidó su corona en 1977 y en 1984, cuando fue el único corredor en la historia en volver y ser campeón de F1 luego de retirarse por dos años. Pero su mérito más importante no fue el deportivo si no su lucha y fuerza de voluntad. Ese coraje que lo llevó a sobrevivir a las peores horas de su vida y transformarse en una leyenda tras aquel accidente de hace 45 años en Nürburgring. Nunca se rindió ni retrocedió, todo lo contrario.