Las emisiones mundiales disminuyeron el año pasado, pero el descenso no fue suficiente para detener la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
La cantidad de dióxido de carbono que se acumula en la atmósfera de la Tierra batió un récord el mes pasado, alcanzando de nuevo los niveles más altos de la historia de la humanidad, a pesar de un descenso temporal en la quema de combustibles fósiles en todo el mundo causado por la pandemia.
Los instrumentos científicos situados en la cima del volcán Mauna Loa, en Hawai, mostraron que los niveles de dióxido de carbono en el aire alcanzaron una media de 419 partes por millón en mayo, el máximo anual, según dos análisis separados del Instituto Scripps de Oceanografía y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.
Esas lecturas son aproximadamente medio punto porcentual más altas que el anterior máximo de 417 partes por millón, establecido en mayo de 2020.
El dióxido de carbono es el gas de efecto invernadero más importante que impulsa el calentamiento global y los investigadores han estimado que no ha habido esta cantidad en la atmósfera desde hace millones de años.
Este nuevo hito se produce en el momento en que los líderes del Grupo de los 7 países se preparan para reunirse en Cornualles (Inglaterra) esta semana para debatir cómo pueden intensificar sus esfuerzos para hacer frente al cambio climático.
Los datos constituyen una nueva advertencia de que los países aún están muy lejos de controlar los gases de efecto invernadero que calientan el planeta.
Las emisiones mundiales disminuyeron temporalmente el año pasado debido a que los países se cerraron en medio de la pandemia, cerrando empresas y fábricas.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el mundo emitió en 2020 un 5,8% menos de dióxido de carbono que en 2019, la mayor caída de un año jamás registrada.
Pero ese descenso apenas supuso una diferencia en la cantidad total de dióxido de carbono acumulado en la atmósfera.
En general, la humanidad siguió emitiendo más de 31.000 millones de toneladas de dióxido de carbono el año pasado, procedentes de fuentes como los coches que queman nafta o las centrales eléctricas que queman carbón.
Mientras que aproximadamente la mitad de ese dióxido de carbono es absorbido por los árboles y los océanos del mundo, la otra mitad permanece en la atmósfera, donde permanece durante miles de años, calentando constantemente el planeta a través del efecto invernadero.
"Mientras sigamos emitiendo dióxido de carbono, seguirá acumulándose en la atmósfera", afirma Ralph Keeling, geoquímico que dirige el programa de CO2 de Scripps Oceanography.
El proyecto, iniciado por su padre, Charles D. Keeling, lleva tomando lecturas desde 1958 en un observatorio de la NOAA en el volcán Mauna Loa.
Keeling señaló que el descenso de las emisiones anuales del año pasado fue demasiado pequeño para ser detectado en los datos atmosféricos, ya que puede quedar eclipsado por las fluctuaciones naturales de las emisiones de carbono de la vegetación y el suelo en respuesta a los cambios estacionales de temperatura y humedad del suelo.
Los científicos de Scripps han calculado anteriormente que las emisiones de la humanidad tendrían que disminuir entre un 20% y un 30% durante al menos seis meses para que se produjera una desaceleración notable del ritmo de aumento del dióxido de carbono en la atmósfera.
Y, según los científicos, sólo hay una manera de impedir que la cantidad total de dióxido de carbono en la atmósfera siga creciendo: los países tendrían que reducir a cero sus emisiones anuales netas, principalmente abandonando los combustibles fósiles y adoptando tecnologías más limpias que no emitan dióxido de carbono, como los coches eléctricos alimentados por energía eólica, solar o nuclear.