Para espectadores comprometidos con los problemas sociales.
Por Juan Pando
Para Fotográmas
Dos son los puntos que diferencian Solo una vez de sus precedentes en tratar la violencia machista en el cine español: Solo mía (Javier Balaguer, 2001) y Te doy mis ojos (Iciar Bollaín). El primero es que sus protagonistas son ‘gente cool’; escritor de cierto éxito, él, y editora, ella. Un tipo de personas entre las que, a primera vista, parece más difícil imaginar, de entrada, que puedan darse estos comportamientos. El segundo, el punto de vista que adopta el guion, que es el de la psicóloga a la que llegan primero él, obligado por un juez, y luego ella, dispuesta a deshacer lo que parece un desafortunado malentendido.
Es en ese planteamiento en clave de thriller, que obliga al espectador a analizar cada palabra y cada gesto para decidir si está o no ante un caso de violencia machista, cuando la película alcanza su máximo interés. Se resuelve bien la adaptación del original teatral al medio cinematográfico, incluyendo profusión de primeros planos, pero a veces incurre en lugares comunes sobre el maltrato y se echa en falta más espontaneidad en los personajes.