La bailarina y actriz, que protagoniza "Sex virtual: una experiencia privada", se confiesa sobre la sexualidad, su carrera y su vida en cuarentena.
Es difícil para muchos recordar el momento en el que conocimos a Adabel Guerrero. Es como si de un momento a otro hubiese aparecido en los medios ya como alguien popular, descollando en el teatro de revista y en televisión con sus participaciones en el "Bailando".
Si bien su historia nació en La Plata, con estudios de danza clásica y sus primeros trabajos como una de las elegidas -"descubierta" podría decirse- por Pepito Cibrián, en pocos años ya el país conocía su nombre. "Me gusta la armonía", dirá más tarde, sin saber conscientemente que, de esa manera, se metió en la escena mediática, en un mundo en el que las "chicas sexies" aparecían por todos lados.
Sabiendo que comenzó etiquetada dentro de ese grupo, supo aprovechar el empuje y dejó de ser sólo un cuerpo considerado bonito a fuerza de trabajo y talento para la danza y la actuación. Así, de ser la bailarina de Miguel del Sel en una parodia de Damas Gratis, pasó a ser reemplazo de Natalia Fava en el "Patinando por un sueño", primero, y de La Cicciolina en el "Bailando" (la primera década del 2000 nos dejó varias gemas del estilo) después. Lo que siguió es historia más conocida.
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Y llegamos a la actualidad, cuando, en plena cuarentena, Guerrero se encuentra trabajando en "Sex virtual: Una experiencia privada", versión digital de la obra de José María Muscari, que se reinventó debido a la urgencia. Adabel se sumó al elenco en este nuevo formato, más madura, con diferentes caminos recorridos, y conociendo las nuevas acepciones de lo que significan la sexualidad y la sensualidad en un universo muy diferente del que la hizo conocida, pero en el que ella misma pudo reinventarse.
"Estoy acostumbrada a hacer tutoriales, a filmarme en casa haciendo diferentes cosas, esto es otra cosa, tiene que tener otro enfoque, otra estética y preparación. Me divierte, tiene otro proceso productivo, hay que idear el material, probarlo y también ser editado de una forma vanguardista. Si bien en el teatro tenía mucha cercanía con el público, esto da la sensación de una intimidad mucho más potente. Cada uno desde su casa puede sentirse más liberado, experimentando cosas que en público no se animaría", explica.
El resumen que la bailarina hace de su trabajo y el de sus compañeros en "Sex" evidencia un análisis minucioso no sólo de su labor como performer, sino también acerca de la sexualidad bien entendida. No se trata de mostrar algo sexy con el fin de ratonear posando y bailando, sino de crear un ida y vuelta con las sensaciones presentadas.
"En la sexualidad no hay límites y en los placeres sexuales tampoco. Contenida en el concepto artístico, podés llegar a romper todos los límites que puedas tener. Tanto para mí como para el que opta por lo que ofrezco. Puedo ir por donde me siento bien con mi placer o experimentar con cosas diferentes. Creo que el desafío, dentro de lo sexual, es ese, animarse y arriesgarse", asegura.
Si bien entiende que nadie la obliga a hacer algo que vaya más allá de lo que ella quiere, se siente cómoda en esta posición y el desafío es una especie de vuelta a sus raíces: "En mi carrera siempre volqué mi sensualidad y mi sexualidad en mi trabajo. Fui vedette y me tenía que hacer la sexy. En Showmatch, cuando estuve, también me tenía que hacer la mujer fatal. Creo que el caño que hice en 2011 es la mejor versión y más fuerte que se haya visto de ese ritmo. La Adabel hot ya bastante conocida es".
Reina Reech fue la que vio potencial en ella y la convirtió en vedette por primera vez, al verla trabajar para Jorge Corona. "Irresistible", en 2006, fue su gran chance. Si bien su labor sobre el escenario es ser una figura destacada, mediando entre la estética y el entretenimiento, su fuerte es un cuerpo con presencia y una actitud que acompaña.
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En televisión, participando de realities y producciones similares, en un primer momento debió mantener un espíritu similar. Más allá de conocer las vicisitudes del trabajo, su perfil cuando la cámara se apagaba o el telón bajaba no era el mismo. "Yo soy mucho más que una chica sexy y no ando por la vida siendo así. Es una faceta que uno se anima a ubicar en toda su magnitud y estás contenida bajo la excusa de la obra artística. Siempre lo sentí así. Yo no ando por la vida voluptuosa, seduciendo, haciendo caras sexies. Eso es algo que guardo para mi intimidad", expresa. Y agrega: "El teatro y la televisión me posibilitaron explotar esa faceta mía y que se haga pública. Es una excusa para mostrar esa parte de la personalidad que uno puede tenerla escondida o a flor de piel, pero en algún lugar todos la tenemos".
La popularidad es una consecuencia del trabajo, pero, a pesar de ser colateral, los famosos deben aprender a convivir con ella. El principal problema es que la exposición puede arrinconar, presionando sobre esa faceta ya explotada e impidiendo que otras salgan a la luz. "Seguramente la popularidad va en contra del prestigio, sea lo que fuere eso. Nosotros estamos en un país muy prejuicioso y donde se etiqueta mucho. Si sos tal cosa, no podés ser otra. Yo en ShowMatch hice varios desnudos, pero los hice porque estoy orgullosa de mi cuerpo, lo amo. Lo trabajo porque amo la armonía y siento que tengo un cuerpo armonioso. Entonces lo muestro. Me encanta hacerlo, y nunca me obligaron a hacerlo", analiza.
Más allá de su ímpetu y sus elecciones, en ocasiones, el estereotipo puede coartar nuevas oportunidades: "Mostrar tu cuerpo solamente pasa a opacar todo lo demás, todas tus otras aptitudes. Si estudiaste canto, comedia musical, si hiciste teatro o ballet, a la gente no le importa y no ven que hay mucho más por delante, sólo se centran en lo que no les gustó de vos, o que sí les gustó pero sienten que eso te define".
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La actriz, feliz madre, además, de Mía, junto con Martín Lamela, sabe bien que el rótulo en un principio le cerró puertas, pero después pudo despojarse: "Con el tiempo logré instalarme, porque me fui sosteniendo, hice muchísimas obras musicales, he cantado, he bailado tango, ballet. He hecho comedia, me han visto en teatro, en tele. Alguno que otro que me haya visto solamente a la sexy quizás se quedó con eso, pero trabajé mucho en distintas cosas para evadir esa etiqueta".
Lo cierto es que el medio puede ser ruin ante algunos paradigmas o tradiciones, y no sólo tiene que ver con la visión del público: "Tiene que ver con la ignorancia esa rotulación. A veces la gente lo entiende mejor y una señora que te vio en el caño de ShowMatch viene y te dice que a ella le hubiese gustado mostrarse como lo hice yo. Al contrario, una marca prestigiosa, porque mostraste mucho la cola, no quiere que estés en su campaña gráfica porque la considera para la familia. Una cosa no va con la otra. Quieren una Virgen María para que sea su cara ¡Como si la familia se creara por obra del espíritu santo!".
Sin embargo, parece que hay una segmentación entre cuerpos sexies, porque, según ella, las modelos no padecen estos conflictos. "Existe una diferencia entre la modelo flaca, delgada y la voluptuosa. Tiene que ver con el significado de la pasarela. Si bien hubo modelos que podían trabajar en distintos ambientes, con el tiempo yo entendí que una mujer voluptuosa llama mucho la atención y hace que el vestido pase a segundo plano. Se busca a la mujer delgada porque lo que tiene que llevar la atención es la tela, el color, y no los pechos, las piernas o la cola".
Desde hace algunos años, aquel trabajo de "chica sexy" fue perdiendo lugar en los medios, mientras el feminismo crecía y presentaba discusiones que antes no existían. En ese sentido, Adabel entiende que el trabajo no decayó, sino que se empezó a presentar de otra forma: "Hubo un cambio importante. Hay que analizarlo bien, porque es serio lo que ocurre. Hoy no se ve mucha mujer desnuda en la tele, por el movimiento feminista y la cosificación de la que se habla. Muchos programas, por no nombrar uno en particular pero se darán cuenta cuál es, cambiaron para evitar esa forma de tratar a la mujer. No se hizo más pole dance ni streaptease. En la revista ya no existe ese sketch en el que la vedette le sirve al capocómico para que haga chistes sexuales".
Con ese comentario abre una puerta sobre los límites del humor que suele preguntarse a los comediantes, pero que Guerrero sabe contestar con certezas: "En un sentido me parece excelente que hayan cambiado esas tradiciones, porque dejaban mal parada a la mujer. Pero, por otro lado, siento que se exageró un poco con la llamada cosificación. Me parece bien que se muestre un cuerpo desnudo cuando una mujer lo quiere mostrar. Yo tengo todo el derecho del mundo de hacer lo que se me canta. Otra cosa diferente es el chiste de la cola de la chica, que, si bien podía parecer gracioso, ya deja de serlo cuando divierte solamente a los hombres".
Bailarina, primera bailarina, vedette, comediante. Adabel pisó las tablas en diferentes posiciones, y por ello es palabra autorizada cuando se menciona el teatro de revista. Por desgracia, el género teatral tan tradicional en el país no goza de buena salud, y algunos creen que se debe a la ausencia de artistas convocantes, mientras que otros creen que está muriendo porque el público lo deja morir y busca otras propuestas.
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Ante este debate, la oriunda de La Plata entiende que "hoy que ya no se ve tanto en la tele quizás vuelva esto de ver y disfrutar de un cuerpo desnudo en el teatro como pasaba antes. En un momento había perdido la gracia, porque se veía todo el tiempo en televisión", comienza diciendo. Sin embargo entiende que hay una dura realidad económica que es la causa de esa ausencia de grandes nombres en las marquesinas de la calle Corrientes. "Para hacer un buen teatro de revista se necesita mucha plata. No puede quedar pedorro. Es difícil sostener una obra con el glamour que tiene que tener. Ahora creo que sólo Flavio Mendoza podría sostener una obra así".
Además, detalla que el problema se debe a una multiplicidad de cuestiones: "En su momento hubo problemas con el sindicato de los bailarines, porque tenés que pagarle a la gente y asegurarla, también la inversión que hay que hacer en un montón de ítems, y lo que vuelve con las entradas no siempre va a dar un balance positivo. Se fue poniendo cada vez más difícil. Necesitás mucha gente en el escenario, toda talentosa, tiene que ser pomposo, y como todo, cuesta dinero. En plena crisis es difícil que pueda funcionar, pero sería hermoso, porque es un género único en el mundo".