Además de la colisión de un meteorito, fueron las enfermedades que transmitían los mosquitos las que debilitaron a los dinosaurios.
El asteroide de Chicxulub (llamado así por el poblado maya cercano al centro del cráter de 180 kilómetros que creó), cayó en la Tierra hace 66 millones de años, liberando una energía equivalente a 10.000 millones de bombas de Hiroshima. El impacto proyectó una gran cantidad de material fundido y gases a la atmósfera, provocando lluvia ácida y la acidificación de las aguas superficiales oceánicas, entre otros efectos en el planeta. Esta es la imagen que damos por sentada sobre la extinción de los dinosaurios, sin embargo las cosas no son tan sencillas.
La masa del proyectil celeste que puso fin al Cretácico y aniquiló a los dinosaurios tuvo un aliado que estuvo trabajando durante siglos debilitando previamente a estas criaturas: los mosquitos.
Mosquitos, capaces de atravesar las pieles más duras
Algunos especímenes de mosquitos que, como en la novela Parque Jurásico, de Michael Chrichton, han quedado atrapados en ámbar, no nos han servido para clonar dinosaurios. Por contrapartida, sí que nos ha permitido analizar su sangre y descubrir que estaba infectada por diversas enfermedades transmitidas, como la malaria o el paludismo.
Por ejemplo, investigadores de la Universidad Estatal de Oregon, descubrieron recientemente en Birmania un mosquito del Cretácico perfectamente conservado en ámbar que podría pertenecer al linaje más temprano de un portador de la malaria. Aunque el mosquito pertenece a un nuevo género y especie llamado Priscoculex burmanicus, guarda muchas similitudes anatómicas con los mosquitos actuales.
La teoría dominante entre los científicos sugiere que el impacto de Chicxulub provocó la desaparición del 75% de la vida, empezando por los dinosaurios. Sin embargo, los dinosaurios también tuvieron mayores dificultades para sobrevivir en este ambiente debido a que se hallaban ya profundamente debilitados por todas las enfermedades transmitidas por estos insectos.
Dado el tamaño de la mayoría de los dinosaurios, constitutían una presa fácil para los rápidos y diminutos mosquitos. Además, a pesar de la imagen que todos tenemos de los dinosaurios, la mayoría de ellos tenían la piel fina, equivalente a la de los actuales camaleones.
"Incluso las bestias más fuertemente acorazadas habrían sido vulnerables, puesto que la piel protegida por gruesas escamas de queratina (como la de nuestras uñas) de los dinosaurios con placas era un blanco fácil, igual que la piel de los dinosaurios emplumados y con pelusa", explica el doctor en historia de la Universidad de Oxford Timothy C. Winegard en su libro El mosquito: La historia de la lucha de la humanidad contra su depredador más letal.
Cuando un enjambre de mosquitos está sediento de sangre, no hay animal que se le resista, por eso es capaz de desangrar literalmente a animales pequeños. A un ritmo de nueve mil picaduras por minuto, teóricamente podría extraer la mitad de la sangre de un humano adulto. El mayor riesgo de estas picaduras, no obstante, reside en la transmisión de enfermedades mortales o incapacitantes.
Y propició el nacimiento de los mamíferos
Según Winegard, las hordas de mosquitos picadores han influido en la historia de la humanidad tanto a nivel social como económico, y probablemente haya sido la criatura que más seres humanos ha matado: solo las hembras de los mosquitos Anopheles han segado la vida de 52.000 millones de personas del total de 108.000 millones que han poblado la Tierra. También su insaciable hambre de sangre habría diezmado a otras especies, como los dinosaurios, sobre todo porque estos vivían en condiciones tropicales y húmedas, idóneas para que estos insectos se reprodujeran y estuvieran activos todo el año.
La parte positiva de la aniquilación de los dinosaurios debido a los mosquitos y al golpe de gracia del asteroide de Chicxulub es que se creó el escenario propicio para la evolución de nuevas especies, como los mamíferos y nuestros antepasados homínidos: "Los humanos, a diferencia de los dinosaurios, evolucionaron para contraatacar. Mediante la rápida selección natural, se han ido transmitiendo armaduras inmunitarias contra los mosquitos por la ramas del árbol geneaológico del Homo sapiens".