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Revista

Día del Dulce de Leche: un gran descubrimiento que ocurrió por accidente

Desde una olla olvidada en la estancia de Juan Manuel de Rosas hasta convertirse en un símbolo nacional, este manjar sigue endulzando generaciones.

11/10/2025

La historia del dulce de leche comienza como una leyenda que ha viajado a través de los siglos, dejando su marca en la tradición argentina. Se cuenta que fue en 1829, en la estancia de Juan Manuel de Rosas, cuando por accidente, un sencillo proceso de cocinar leche con azúcar se transformó en el dulce más característico del país. La versión popular narra que, mientras el general Rosas se preparaba para firmar la paz con su enemigo político Juan Lavalle, una criada estaba cocinando leche con azúcar para preparar una bebida llamada "lechada". Sin embargo, debido a que el encuentro se adelantó y el fuego siguió encendido, la mezcla se olvidó en la olla.

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Cuando alguien finalmente reparó en el olvido, el contenido ya se había transformado: un espeso dulce color caramelo, con un aroma irresistible que terminó conquistando a todos. En ese momento, Lavalle y Rosas sellaron la paz, pero, según la leyenda, la criada había, sin saberlo, creado el dulce de leche. Aunque esta historia no tiene base histórica comprobable, es una de las narraciones más queridas de los argentinos.

Una versión parecida de este relato también tiene como protagonista a Napoleón Bonaparte y su cocinero, quienes, en 1804, habrían olvidado la leche en el fuego, dando origen al dulce de leche. Sin embargo, más allá de los relatos de la creación de este manjar, la realidad es que en toda América Latina existen versiones similares, como el manjar en Chile y Perú, la cajeta en México (hecha con leche de cabra), y el arequipe en Colombia. Todos comparten la esencia básica: leche y azúcar cocinadas hasta alcanzar una textura cremosa, aunque cada país tiene sus variaciones y cada uno defiende su versión con fervor.

En la Argentina, el dulce de leche es mucho más que un simple postre. Es un símbolo nacional, un ícono de la infancia, y la base de infinidad de recetas: desde los tradicionales alfajores hasta el clásico flan con dulce de leche. En las meriendas, en los domingos familiares o como toque final de un helado, este manjar se ha ganado un lugar privilegiado en las mesas argentinas. Y no solo eso: el dulce de leche también ha conquistado la gastronomía gourmet, y hoy se exporta a más de 50 países, con versiones artesanales, orgánicas e incluso sin azúcar para satisfacer todos los gustos.

Algunos datos curiosos: los argentinos consumimos más de 3 kilos de dulce de leche por persona al año. Además, fue La Serenísima, en la década del 50, quien industrializó la producción de este producto, abriendo el camino para su comercialización masiva. También existen campeonatos y ferias dedicadas exclusivamente al dulce de leche, donde se premian aspectos como el color y la untuosidad perfecta.

A pesar de que nadie puede asegurar si la historia de la criada es cierta o si es solo un “cuento criollo”, lo cierto es que el dulce de leche forma parte de nuestra identidad nacional, tanto como el mate o el asado. Un error feliz, que no solo endulzó la historia, sino que sigue generando discusiones, antojos y cucharadas a escondidas.