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¿Por qué se celebra San Cayetano cada 7 de agosto en la Argentina?

San Cayetano dedicó su vida a obras de caridad y fundó instituciones como los Montes de Piedad, precursoras de los bancos públicos, para ayudar a los más necesitados.

07/08/2025

Cada año, el 7 de agosto, el Santuario de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, se convierte en el epicentro de una de las manifestaciones de fe más conmovedoras de la Argentina. Cientos de miles de personas se congregan allí para agradecer o pedir por trabajo y alimento, dos necesidades fundamentales que, en momentos de crisis, se convierten en el centro de la devoción popular. Las largas filas de fieles que se extienden durante horas, muchas veces incluso durante toda la noche, son un reflejo de la esperanza y la necesidad de muchos argentinos, que buscan renovar su fe y confiar en el poder de San Cayetano.

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Cayetano de Thiene, nacido el 1º de octubre de 1480 en Vicenza, Italia, fue un hombre de familia acomodada que estudió Derecho en la Universidad de Padua antes de ingresar a la vida eclesiástica. Su devoción por los más necesitados lo llevó a fundar la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, cuya misión era vivir de manera austera y enfocada en la oración y el servicio a los pobres.

San Cayetano dedicó su vida a obras de caridad y fundó instituciones como los Montes de Piedad, precursoras de los bancos públicos, para ayudar a los más necesitados. Murió el 7 de agosto de 1547 en Nápoles, a los 66 años, y fue beatificado en 1629 y canonizado en 1671.

Aunque la devoción a San Cayetano comenzó mucho antes, su vinculación con el trabajo y la economía no se consolidó hasta principios del siglo XX, específicamente en la Argentina. Durante la década de 1930, en el marco de la gran crisis económica global, el país sufría una grave desocupación y pobreza. Fue entonces cuando el sacerdote Domingo Falgioni, director espiritual de los Círculos de Obreros Católicos, promovió la figura de San Cayetano como intercesor por el trabajo y el pan. Falgioni diseñó una estampa religiosa en la que el santo aparecía con el Niño Jesús en brazos y una espiga de trigo, símbolo del alimento. La imagen se difundió rápidamente entre los trabajadores y sectores populares, consolidando a San Cayetano como patrono del trabajo y la prosperidad.

El Santuario de San Cayetano, ubicado en Cuzco 150 en Liniers, Buenos Aires, es uno de los principales puntos de peregrinación en Argentina. Fundado en 1875 por la Sociedad Hijas del Divino Salvador, el santuario ha sido testigo de la creciente devoción popular. Cada 7 de agosto, el lugar se llena de fieles que recorren kilómetros para orar y pedir por trabajo o dar gracias por tenerlo.

San Cayetano se ha convertido en símbolo social y político, especialmente entre los sectores más vulnerables, y la celebración del 7 de agosto refleja una combinación de religiosidad popular, reclamos por derechos y esperanza.

Los fieles que asisten al santuario recitan una tradicional oración que refleja la fe y la esperanza depositadas en San Cayetano. Una de las oraciones más difundidas es la siguiente:

“¡Oh glorioso San Cayetano! Aclamado por todas las Naciones; Padre de Providencia, porque con portentosos milagros socorres a cuantos te invocan con fe en sus necesidades. Te suplico me obtengas del Señor oportuno Socorro en las angustias presentes y sea ello prueba de la bienaventuranza eterna. Amén.

Santísima Trinidad, ¡oh Divina Providencia! Concédeme tu clemencia, por tu infinita bondad, arrodillado a tus plantas, a Ti portento de toda caridad, te pido por los míos casa, vestido y sustento. Concédenos la salud, llévanos por buen camino, que sea siempre la virtud que guíe nuestro destino. Tú eres toda mi esperanza, eres el consuelo mío, en Ti creo, en Ti confío. Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento para que nunca nos falte casa, vestido, sustento y los Santos Sacramentos en el último momento.”

La figura de San Cayetano, más allá de su significado religioso, sigue siendo un símbolo de solidaridad, resistencia y esperanza para miles de argentinos que, en tiempos de dificultad, encuentran consuelo y fuerza en su intercesión.