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Opinión y Actualidad

Shock o gradualismo, el regreso menos pensado en la Argentina de Javier Milei

El expresidente Mauricio Macri conoce como nadie el dilema y lo sufrió; escogió el gradualismo y condicionó su mandato; la opción libertaria y la versión kirchnerista.

05/08/2025

Por Luciana Vázquez
Para La Nación

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Vuelve a la escena política y económica un dilema ya conocido, shock versus gradualismo, pero ahora  con un ropaje diferente: la noción de “crueldad” ordena la nueva dicotomía. Ayer, el veto presidencial al aumento jubilatorio, la moratoria previsional y la emergencia en discapacidad le dio nueva letra al debate. Para la oposición kirchnerista, que persigue la utopía de “frenar a Milei” como lema impotente de campaña, la imputación de “crueldad” es su principal munición. La visión del kirchnerismo suena así: la racionalización mileísta de la macro con eje en el ancla fiscal es el shock que aplica un Gobierno “cruel” con sectores sin poder pero dadivoso con sectores poderosos. Mientras el kirchnerismo pinta un Milei cruel e implacable con los débiles, sueña con quedarse con la representación de los más vulnerables, al menos en el conurbano bonaerense. Para Milei, en cambio, esa “crueldad”  que se le imputa es en realidad la garantía ISO 9000 de un foco en serio  en los más pobres.

En su visión, “cruel” es el estigma que cae sobre un cambio de régimen estructural que apunta a desactivar definitivamente la dependencia clientelar del Estado por un lado y por el otro, a habilitar el crecimiento económico y una movilidad social más genuina. Entre uno y otro, Macri y Pro se hacen una pregunta que todavía no tiene respuesta: ¿Dónde ubicarse?

“Los mileístas decidieron matar a la rana  en medio del río. Resta ver si pueden cruzar solos”: un alto dirigente  nacional de Pro recurre a la fábula del escorpión y la rana para explicar la resistencia de parte de Pro a aliarse con los libertarios  para la elección nacional de octubre. CABA es el epicentro de esa resistencia. La voluntad de Karina Milei de “dominar” la lista porteña,  en palabras de Mauricio Macri ayer, exacerba esa percepción.

La  fábula del escorpión y la rana da forma al hartazgo en el rol que le toca a Pro desde la asunción de Milei: garante necesario de la gobernabilidad libertaria y sin embargo, objeto de gaste y destrato  mileista. Los Pro que se cansaron del acoso del Gobierno, sobre todo en la CABA de Jorge Macri, son conscientes de las implicancias de esa comparación: en la fábula, mueren ahogados tanto la rana que cruza al escorpión sobre su lomo como el escorpión que le había pedido ayuda, y finalmente la pica. “Es mi naturaleza”, dice el escorpión como toda respuesta: un remate que conecta con un mileísmo de estilo escorpión, que ataca inclusive a los que les conviene atraer. Esa naturaleza altanera presenta riesgos: la derrota en el Senado, donde le sacaron leyes en favor de aumento en jubilaciones y discapacidad,  además de la media sanción de los ATN y la coparticipación del impuesto a los combustibles, es una lección anticipada sobre las peores consecuencias de la lógica política mileísta. En una elección fragmentada como la de este año, nadie se salva solo. 

El “shock” modelo 2016 se bifurca hoy en dos vertientes de la “crueldad” modelo 2025. Una conecta con la voluntad político económica de Milei y su equipo económico de defender el superávit fiscal cueste lo que cueste, la verdadera solución argentina: hay acuerdo en general sobre eso, más allá del kirchnerismo. Milei está dispuesto a pagar el costo político de posponer el tema jubilados, discapacitados y otros sectores vulnerables: a los ojos libertarios, sin la macro ordenada, cualquier medida es un  parche que se agota en el corto plazo. Para Milei, el verdadero escorpión cruel son esas medidas, como los aumentos aprobados en el Senado: si se aplican, hunden al Plan Milei y a la Argentina en el medio del río. Buena parte de la opinión pública coincide con esa mirada: no hay “crueldad” sino sentido de responsabilidad. En ese apoyo está la fortaleza y la legitimidad de Milei. 

La otra vertiente que conecta “shock” con “crueldad” es el shock que Milei aplica a la gobernabilidad política: el látigo con el que Karina Milei ordena a los libertarios pero también a los macristas con más ínfulas. Intransigencia en la negociación y crueldad aún con el adversario político amigable, sumado al estilo de liderazgo “sacado” de Milei, conforman el otro lado de su “shock” político. 

Por experiencia personal y política, Macri conoce como nadie el dilema  shock versus gradualismo. Lo sufrió. Escogió el gradualismo, y condicionó su mandato. Macri fue gradualista en los dos sentidos. En lo macroeconómico, postuló la utopía de déficit cero, una consigna casi revolucionaria en la campaña de 2015. Pero tuvo una limitante: todavía  pesaba considerablemente la pretensión de superioridad moral del legado kirchnerista y su narrativa del Estado presente y del gasto público como virtuoso y la expansión ilimitada de derechos sin recursos genuinos para sostenerlos como deseable. Por esos condicionamientos de la  mentalidad de la época, y también por rasgos de su estilo de liderazgo, Macri postergó el momento de concretar el shock macro: cuando el déficit  cero llegó en 2019, ya era tarde. 

Y en política, optó siempre por el gradualismo de la clásica “rosca”: aún  en minoría, aunque no tan extrema como la libertaria, no le fue mal en  el Congreso, sobre todo en los dos primeros años. En otros temas, intentó evitar a toda costa la imputación de “cruel”: que su vocación de ingresar a una macro más racional no fuera interpretada como una  vocación de crueldad política. Para eso, sobregiró los gestos: a diferencia de Milei que desmanteló las intermediaciones de los  movimientos sociales, Macri acortó distancia con Grabois y otros dirigentes de la economía popular.  Buscó llevar agua para su molino poniendo a disposición recursos del Estado macrista: kirchnerismo con distinto signo ideológico. “Rosca” también para la administración de ese conflicto social. No salió. El kirchnerismo igual no dejó de cantar: “Macri, basura, vos sos la  dictadura”. Aún se lo escucha. 

“Quieren  tomar una posición totalmente dominante, pero la prioridad de Pro hace  casi dos años siempre fue intentar ayudarlos a generar gobernabilidad”, dijo ayer Macri, en medio de las negociaciones entre macristas y  libertarios en CABA. Macri está frente a una encrucijada.  Aprendió que llegó la hora del “shock” macro: en eso coincide con  Milei, y aplaude que el libertario tenga el convencimiento político como  para cruzar el río económico que Macri no pudo. Pero Macri es  consciente de la importancia de la “gobernabilidad”, es decir, de dejar la crueldad de lado en el plano político. El dilema macrista es profundo  y se organiza en torno a tres grandes cuestiones. 

Primero, ¿cómo sostener un modo de hacer política que defienda la macro y que no  caiga en el consenso “ñoño” que todo lo traba? Segundo, ¿Cómo representar el reclamo de sectores perjudicados por una manta cortísima sin darle calce a la imputación de “crueldad”? Tercero, ¿cómo sostener la identidad Pro luego de la derrota en Caba y cuando la derecha libertaria se quedó con buena parte de sus banderas?

Ni  kirchneristas ni mileístas; macristas: ésa parece ser el nuevo  horizonte. Algunos imaginan el regreso de un Juntos por el Cambio  rediseñado. La elección legislativa de CABA les da esperanza. El  razonamiento es: ganó Milei y salió segundo el kirchnerismo, sin dudas, pero aún en medio de una crisis profunda de identidad, Pro retuvo el 16 por ciento de los votos y Rodríguez Larreta el 10 por ciento. Conclusión: hay un votante porteño que sigue siendo anti kirchnerista y  que jamás votaría a Milei si tiene otras alternativas. Si Pro se somete  a LLA como quiere Karina Milei, esos votantes se quedan huérfanos. En  Pro se preguntan si no es mejor ofrecerles una opción de centro derecha  por fuera del mileísmo. ¿Es posible? ¿Hay un centro político  macroeconómicamente racional y al mismo tiempo, liberal que sea capaz de  representar las cuestiones sociales que el mileísmo posterga en pos de  la macro? Es decir, esa clásica opción de: liberal en lo económico, y de  izquierda en lo social. 

El panorama  es difícil y las respuesta macristas, por ahora, erradas: la decisión de Jorge Macri de penalizar a las personas que revisan tachos de basura y  ensucian las veredas con una multa de 900 mil pesos es la peor respuesta. Una medida imposible de cumplir y el inicio de una polémica que no lo deja bien parado. Se aleja del centro más liberal en lo social y no conforma a la  derecha. Ante los dilemas que enfrenta Pro, Jorge Macri eligió el disfraz equivocado: una parodia elemental de la derecha dura.

En los temas sociales pendientes, Milei y su ministro Luis Caputo vienen ganando con la macro. Si quieren ampliar su base de votantes, tienen que dar respuestas mejores a un problema político central: con la  macro racional y el ancla fiscal como el norte de la gestión, ¿dónde se  fundamenta que ciertos sectores sean beneficiados por sobre otros? Por  el momento, faltan buenas respuestas políticas. 

El caso Tierra del Fuego volvió a dar letra a la oposición. El viernes, el  Decreto 535/2025 otorgó más beneficios impositivos a las industrias radicadas en Tierra del Fuego: el anuncio le regaló argumentos al kirchnerismo. Al kirchnerismo residual, que busca quedarse  con la representación de los menos favorecidos, aunque los hayan perjudicados estructuralmente durante cuatro gestiones de gobiernos, le convienen esas inconsistencias mileístas: buscan clavar bandera en el  talón de Aquiles fueguino que ofrece Milei. La oposición dialoguista  también se lo está reclamando: “Hoy el Gobierno compensó a los “amigos”  de Tierra del Fuego que recibieron nuevos beneficios fiscales que  tendremos que pagar entre todos”, postéo el Juan Manuel López, de la Coalición Cívica.

Hay  ahí una pregunta legítima, más allá de cualquier oportunismo político. ¿Por qué el Gobierno libertario que lo desregula todo y lo ajusta todo  en pos del ancla fiscal y la baja de la inflación no se mete con el  régimen de Tierra del Fuego? No sólo no lo toca sino que lo amplía. ¿Por  qué? El Gobierno libertario tiene el clásico problema del auto nuevo que empieza a perder valor ni bien sale de la concesionaria. Ni  bien inicia su marcha, cualquier promesa utópica de renacimiento  purificador empieza a acumular raspones. No le queda otra que encontrar buenas respuestas políticas. 

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