El alumno que no sepa pensar con la IA, tendrá serias dificultades futuras. Posiblemente pasara a integrar las filas de los “ni-ni”.
Por Facundo Odasso, en diario Clarín
En noviembre de 2025, se cumplirán solo tres años desde que ChatGPT adquiriera estado de uso público. Este fue un acontecimiento bisagra en la historia de la humanidad, puesto que el ser humano daba origen a una entidad con capacidades cognitivas similares a la propia. Hoy, cualquier IA de uso gratuito puede presentar respuestas a preguntas complicadas, realizar razonamientos lógicos avanzados, crear imágenes, música y videos, o formular algoritmos complejos.
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Ante este avance totalmente arrollador, las instituciones educativas se demostraron incapaces de poder integrar la IA en el proceso pedagógico. El alumno que no sepa pensar con la IA, tendrá serias dificultades futuras. Posiblemente pasara a integrar las filas de los “ni-ni”, jóvenes que ni estudian, ni trabajan, porque carecen de la educación pertinente requerida por el mercado laboral o el ámbito académico superior.
Hace unas semanas, una columna de Ricardo Braginski, alertaba sobre la delegación cognitiva que los alumnos hacen en la IA. Es el uso pasivo de la IA, en el cual se acepta acríticamente la información que esta provee. Esta delegación, aunque aparentemente beneficiosa por el ahorro de tiempo y la reducción de esfuerzo mental, conlleva riesgos significativos para el desarrollo cognitivo de los estudiantes.
No tomamos conciencia de las implicancias de decir: “¿Para qué lo hago yo, si la IA lo puede hacer mejor?”. La reflexión debería partir de: “si la IA puede hacerlo mejor, ¿Qué voy a hacer yo?”.
La cuestión a resolver no radica en limitar o prohibir la aplicación de la IA, sino en el mal uso que se hace de ella, situación que arrastra a una mayor dependencia cognitiva. La IA es una herramienta, el buen o mal uso de ella viene dado por quien la emplea. No podemos privar a los alumnos de un aprendizaje significativo en la implementación de la IA.
En este sentido se propone la noción de uso contrastivo de la IA. Es decir, contrastar la información de la IA con las ideas o propuestas de los alumnos, para que ellos puedan crearse dudas, preguntas e interrogantes a partir de un intercambio fluido con la IA. Pensar contrastivamente implica comparar y reconocer similitudes y diferencias entre la información brindada por la IA y la obtenida por otros medios.
Es estimular el razonamiento colaborativo, el que surge de un ida y vuelta constante. Es alentar a pensar con la IA, no que la IA piense por ellos. Este uso fomenta el razonamiento analítico y el desarrollo de habilidades comparativas y argumentativas. Es el uso activo y critico de la IA, que permite potenciar las capacidades cognitivas de los estudiantes, entendiendo que ellos son los protagonistas.
La IA debe implementarse en el aula desde un marco filosófico crítico, que permita potenciar las capacidades reflexivas, creativas y autónomas de los estudiantes. Desde una valoración positiva de la labor del alumno, de sus aportes e inquietudes, y con una aproximación contrastiva con la IA, se evita la delegación cognitiva y el empobrecimiento intelectual de los estudiantes.