James Madigan debuta en la dirección con este thriller protagonizado por un entregado Josh Hartnett, decidido a aguantar las cuchilladas que hagan falta para recuperar su estatus de estrella.
Por Roger Salvans
Para Fotogramas
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Que nadie embarque en el debut como director de James Madigan esperando otra cosa que no sea un viaje de porrazos, mamporros y delirantes escenas de acción: un festival de pirotecnia y cacharrería cinético-visual en el que la profundidad dramática de los personajes o los matices de la narración se quedan en tierra porque, sencillamente, se les quitó el billete. Y tampoco es que haya nada de malo en eso, porque como deja clarísimo el subtítulo castellano del film –una sinopsis en sí mismo como no veíamos desde 'Serpientes en el avión' (2006)–, este remedo de 'Bullet Train' (2023) que se embriaga del estilo forjado por el tándem David Leitch-Chad Stahelski solo busca eso: cortar la respiración y arrancarle unas risas al espectador aun si para eso necesita tirar de una sierra mecánica.
El responsable de que esto llegue a buen (aero)puerto es un entregado Hartnett, más en la senda del Wile E. Coyote de los 'Looney Tunes' que el estoico camino de John Wick, decidido a aguantar las cuchilladas que hagan falta para recuperar su estatus de estrella. Magnetismo no le falta.
Para fans de la acción disparatada (y gore) que quieren salir manchados de sangre.
