Opinión y Actualidad

Crítica de "Las cuatro fantásticas"

Jocelyn Moorhouse dirige esta comedia bienintencionada pero mal rematada. Aun así, hay quien disfrutará simplemente viendo a Susan Sarandon, Bette Midler, Megan Mullally y Sheryl Lee Ralph dejando caer alguna que otra frase afilada y bailando al borde del ridículo.

05/06/2025

Por Blai Morell
Para Fotogramas

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Primer aviso: Esto no es una película de Marvel ni se trata de un error tipográfico. Pedro Pascal y su cuadrilla aún deben esperar unas semanas antes de demostrar si siguen la senda de la recuperación marcada por 'Thunderbolts (The New Avengers)'. Lo que sucede es que la distribuidora española ha tenido a bien convertir las fabulosas del título original en fantásticas sin que una de ellas sea la Antorcha Humana, aunque alguna de las protagonistas, si va sobrada de algo, es de fuego interno. Todo para vender esta comedia como una fiesta, aunque en realidad sea una de aquellas reuniones de antiguos alumnos con sangría de marca blanca y un DJ aficionado que vivió mejores tiempos.

Porque no nos engañemos: que una comedia ligera protagonizada por cuatro actrices veteranas —algunas más curtidas que otras— no tenga mayor aspiración que la de hacer pasar el rato, sería perfectamente legítimo. Y todes sabemos que no es fácil hacer comedia, y menos aún cuando se pretende que el público se ría sin forzar la maquinaria ni caer en el cliché. Mujeres maduras reencontrándose, celebrando la vida, bailando con cócteles en la mano y soltando frases ingeniosas entre confidencias... Jugando así la carta de la sororidad otoñal, del hedonismo de resort, del reencuentro vitalista. Pero más allá del envoltorio luminoso que supone el escenario de Cayo Hueso, todo se queda en un quiero y no puedo, un producto que no se esfuerza en ofrecer nada que no hayamos visto antes. Y muchísimo mejor contado.

El principal de los muchos problemas que tiene es que no sabe qué quiere ser. ¿Una comedia gamberra? ¿Un drama ligero sobre la amistad? ¿Una oda a la madurez con guiños románticos? La película coquetea con todas estas ideas, pero no se compromete con ninguna. El guion parece escrito con una 'check-list' proporcionada por una IA primitiva: momentos de risas fáciles, algún conflicto emocional de manual y un puñado de escenas diseñadas para que las protagonistas luzcan su química. Pero todo resulta tan calculado que la espontaneidad, ese ingrediente esencial de la buena comedia, brilla por su ausencia, acercándose peligrosamente a los abismos del 'cringe' en más de una ocasión.

Y es una lástima, porque el cuarteto protagonista tiene, sobre el papel, química para dar y tomar. Bette Midler continúa manejando el sarcasmo con soltura, Megan Mullally parece divertirse repitiendo tics de su icónica Karen Walker, Sheryl Lee Ralph aporta clase y contención, aunque su personaje esté a medio cocinar. Y Susan Sarandon... allí está, medio desganada, con la mirada perdida entre el hastío y el piloto automático esperando mirar el saldo de su cuenta corriente, y salir corriendo tan solo acabar el rodaje.

Pero flota en todo momento ese aire de comedia bienintencionada pero mal rematada. De esas que confunden el carisma de su reparto con la construcción real de personajes, y de las que piensan que basta con soltar una línea gamberra aquí y un numerito musical allá para enmascarar la falta de ritmo, dirección y chispa. Pues no. Y su directora, Jocelyn Moorhouse, hace lo que puede intentando mantener cierta dignidad visual ante tamaño desastre. Pero nada. Porque donde se la pega de verdad es en su falta de riesgo. La comedia necesita valentía, ya sea para abrazar el absurdo o para hurgar en las verdades incómodas. Pero aquí, todo es demasiado seguro, demasiado complaciente. Los gags son reciclados, los diálogos carecen de mordiente, los giros emocionales parecen sacados de un catálogo de autoayuda, los secundarios son tan anecdóticos como irrelevantes y los conflictos se resuelven con una facilidad que roza lo infantil.

Aun así, hay quien disfrutará simplemente viendo a estas actrices compartiendo plano, dejando caer alguna que otra frase afilada y bailando al borde del ridículo. Porque sí, algo de 'camp' hay, aunque parezca involuntario. Y si uno entra con las expectativas bajitas (pero bajitas nivel chancla ahora que llega el buen tiempo) y se entrega sin pudor al desfile de tópicos, puede encontrar cierto encanto en este vehículo de lucimiento tardío para cuatro divas que ya lo han hecho todo, al menos sirve para constatar que siguen teniendo tablas. Aunque esta vez las usen para construir un escenario que se tambalea peligrosamente. Y segundo aviso: el remate que supone ver una figura de cera que se asemeja a ese asesino de baladas llamado Michael Bolton. Quedan advertides.

Para fans de las comedias otoñales de amigas con ganas de fiesta.