El documental, dirigido por Carmen Rodríguez, cuenta con la fabulosa fotografía de Joaquín Gutiérrez Acha ('Cantábrico') y la voz de Odile, hija del inolvidable naturalista Félix Rodríguez de la Fuente.
Por Juan Pando
Para Fotogramas
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El cine abrió, al final del siglo XIX, una ventana al mundo cuando solo unos pocos escogidos estaban en disposición de viajar. Hoy no hay distancias. Desplazarse está al alcance de una gran parte de la población, pero eso no significa que no queden universos por descubrir; por más que se encuentren tan próximos a nosotros como Doñana. Esta magnífica película le brinda al espectador del siglo XXI la misma posibilidad de sorprenderse que experimentaron nuestros abuelos ante realidades que desconocían. La cámara navega por los cielos y se adentra en las marismas, matorrales y dunas de este Parque Nacional para observar los seres que lo habitan, más allá de los clásicos linces ibéricos, que tampoco faltan.
Sus imágenes, bellísimas, muestran prodigios que parece difícil, por no decir imposible, que igualen la Inteligencia Artificial y los robots inteligentes de los que se espera tanto. El impresionante picado de un águila que pesca una dorada a la que ha observado desde el aire, aunque el pez ni siquiera se había asomado fuera del agua. El objetivo se sumerge en las charcas en busca de seres minúsculos que son un milagro de supervivencia. Como los camarones hada, especie que se remonta al jurásico y sobrevivió al tiempo de los dinosaurios, o los aún más antiguos triops, que surgieron en el triásico, hace más de 250 millones de años. ¿Cómo no pasmarse ante la lengua del modesto camaleón que alcanza la velocidad de 0 a 100 kilómetros en, literalmente, un instante? Digno del mejor ballet es el baile de los flamencos en celo o de la más aterradora de las historias, los redúvidos o chinches asesinas, ocultas bajo la arena, cuya saliva licua el interior de sus presas. No se obvia la lucha por la supervivencia en un ecosistema que, se denuncia, peligra por la sequía, favorecida por los cultivos de invernadero y las urbanizaciones. El impulso, tras ver el film, es apuntarse a un tour para observar aves y prolongar la experiencia en vivo.
Para descubrir las maravillas que encierra la naturaleza.