Sin insultos ni aplausos, el equipo de Lautaro Martínez regresó sin pena ni gloria de Múnich en lo que fue goleada 5-0 del PSG.
Después de un fin de semana para el olvido, el Inter de Milán inició la semana con una postal que expone el duro golpe que significó la caída por 5-0 ante el PSG en la final de la Champions League: el regreso a Italia fue silencioso y casi desértico. Apenas una sola persona estuvo presente para recibir al equipo subcampeón.
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Los jugadores nerazzurri bajaron del micro que los trasladó desde el aeropuerto para abordar otro rumbo al predio, sin hablar con la prensa ni saludar. Con gestos de evidente decepción, caminaron en silencio, mientras al lado del autobús del club, un único aficionado los esperaba con una mezcla de tristeza y fidelidad.
“Soy el único idiota… pero estos tipos aún merecen un aplauso”, declaró el hincha en una breve charla con La Gazzetta dello Sport, reconociendo el mérito de haber llegado a la final, a pesar del dolor por la derrota más abultada en la historia de las definiciones del torneo europeo.
Más allá del gran papel en semifinales ante el Barcelona, la dura caída en Múnich fue un golpe difícil de asimilar para la hinchada, que decidió quedarse en sus casas. Una final que quedará en la historia, no por la gloria, sino por ser una mancha imborrable en la rica historia del Inter.