Desde la vuelta a la democracia, la relación entre el Estado y la Iglesia no estuvo exenta de tensiones, críticas y roces, que se profundizaron en distintos momentos según la postura de cada presidente y el contexto social y político.
Desde la vuelta a la democracia, la relación entre los gobiernos argentinos y la Iglesia Católica estuvo marcada por roces y fuertes choques. Las críticas de los obispos sobre la situación social y los presuntos hechos de corrupción generaron diversas respuestas presidenciales.
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Raúl Alfonsín llegó a subirse a un púlpito para defender la transparencia de su gestión, mientras que Carlos Menem prefirió evitar confrontaciones.
En una postura más conflictiva, Néstor Kirchner trasladó el tedeum del 25 de Mayo al interior para esquivar las homilías críticas del cardenal Jorge Bergoglio. Además, junto a Cristina Kirchner, respaldó una campaña que acusaba al entonces arzobispo de ser cómplice de la dictadura, lo que tensó aún más la relación.
Entre esos extremos se ubicaron Fernando De la Rúa y Mauricio Macri, quienes optaron por expresiones de malestar más contenidas o gestos no verbales. Macri, incluso, tuvo un gesto duro del papa Francisco, quien le reprochó tener colaboradores que le hacían campaña en su contra.
Con Alberto Fernández, la tensión se agravó con la legalización del aborto impulsada en plena pandemia, un tema que irritó profundamente al pontífice, pese a la buena relación que éste mantuvo con el presidente en negociaciones internacionales.
La relación con Javier Milei, actual presidente, es aún una incógnita. Aunque criticó públicamente a Francisco durante su campaña, luego se disculpó y sostuvo un encuentro en el Vaticano donde expuso sus planes. Sin embargo, meses después la tensión reapareció tras la represión con gas pimienta a una protesta frente al Congreso, lo que motivó críticas del Papa.
La Iglesia ha dirigido críticas centrales al estilo confrontativo de Milei, comparándolo con la polarización instalada durante los gobiernos kirchneristas. La homilía del tedeum reciente del arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, ante el propio presidente y su gabinete, advirtió sobre la muerte de la fraternidad, la tolerancia y el respeto en el país.
García Cuerva alertó contra el odio, la descalificación y la agresión, denunciando además la marginalidad, la exclusión, el narcotráfico y la urgente necesidad de mejorar la situación de los jubilados.
La Conferencia Episcopal criticó duramente al Gobierno por el “desconocimiento y desinterés hacia la realidad de la discapacidad”, reclamando atención inmediata y justa para las personas con limitaciones.
En Córdoba, la Iglesia dio un gesto concreto al organizar un “abrazo fraterno” a los hospitales del Polo Sanitario, reafirmando su acompañamiento en tiempos difíciles, especialmente hacia los más vulnerables.
Mientras tanto, el Gobierno ha evitado polemizar con la Iglesia, quizás para no tensar la relación antes de la próxima audiencia del Presidente con el papa León XIV.
Queda por ver si Milei optará por el choque abierto o por evitar tensiones, como hizo Néstor Kirchner trasladando el tedeum para evitar críticas directas. Tal vez, como anhela el Papa y la Iglesia, los líderes políticos puedan bajar la confrontación y centrarse en resolver los problemas que afectan a la sociedad.