La grabación, que ya acumula miles de vistas en redes sociales, muestra la ternura de un vínculo que se volvió inquebrantable y que permitió que Roto encontrara un hogar para siempre.
Los hogares temporales para perros, también conocidos como casas de tránsito o de acogida, son espacios ofrecidos por personas o familias que brindan cuidado, protección y afecto a animales rescatados, mientras encuentran un hogar definitivo. Esta red solidaria permite a los perros y gatos recuperarse física y emocionalmente en un entorno seguro, lejos del estrés de un refugio, al mismo tiempo que los prepara para su futura adopción.
Estos hogares son fundamentales ya que no solo liberan espacio en la capacidad de los albergues, sino que también mejoran significativamente las posibilidades de adopción al exponer a los animales a entornos de convivencia cotidiana con personas adecuadas a sus temperamentos y personalidad. En estos entornos los perros aprenden a convivir, a socializar, y a retomar la confianza en los seres humanos.
Aunque el propio nombre supone que estos espacios son por un tiempo limitado, en ocasiones los vínculos que se forman entre los animales y sus cuidadores temporales son tan profundos que desembocan en una adopción definitiva. Tal fue el caso de Matías y “Roto”, un niño y un perro que protagonizaron una historia viral y profundamente emotiva que enterneció a los usuarios de redes sociales.
Durante una de las jornadas de adopción organizadas por un refugio local en La Plata, Argentina, Colmillo —como originalmente se llamaba Roto— fue el único perro por el que nadie mostró interés. A pesar de sus encantos, parecía destinado a esperar indefinidamente, ya que no recibió ninguna solicitud de adopción, según reportó la organización Rescatistas La Plata.
A través de sus cuentas de Facebook e Instagram, el refugio contó que la familia de Matías, un niño de aproximadamente siete años, decidió llevar a Roto a su casa para darle un hogar temporal.
Si bien la idea inicial era simple —cuidar a Colmillo durante un mes hasta que alguien lo adoptara— en poco tiempo, algo cambió. El perro, que había sido ignorado por todos, encontró en Matías a un compañero incondicional. Jugaron, pasearon, compartieron días enteros, y el vínculo se volvió tan profundo que la despedida parecía imposible.
Después de un mes juntos a diario, Matías aún tenía en cuenta que la estancia del can no sería perpetua. Contra todo pronóstico, un día el niño recibió una carta especial con lo que parecía narrar la despedida de Roto.
En una grabación se escucha a Matías leer una carta escrita desde la perspectiva de Roto, en la que el perro agradece por el cariño recibido y le cuenta que, finalmente, encontró una familia para siempre. Antes de terminar la lectura, el niño rompe en llanto pensando que su amigo perruno ya no estará más con él; mientras prosigue la lectura, la sorpresa es aún mayor cuando el propio Roto entra en escena, provocando en el niño un abrazo lleno de lágrimas, emoción y alivio: la familia que lo había adoptado era la suya. Lo que comenzó como una ayuda temporal, se convirtió en una historia para toda la vida.