Marvel presenta a sus 'Thunderbolts*' en una película que desprende química y magnetismo gracias a Florence Pugh y su supergrupo de renegados.
Por Ricardo Rosado
Para Fotogramas
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A la hora de entrar a una sala de cine, dejar en la puerta la mochila de las expectativas es tan necesario como complejo. En el caso de los estrenos del ya pantagruélico Universo Cinematográfico Marvel la cosa se complica todavía más. Uno debería poder disfrutar de 'Thunderbolts*', la traslación a pantalla grande de uno de los grupos de divertidos antihéroes que pueblan las viñetas marvelitas, como si fuese una nueva grapa con la que echar la tarde. El número de producciones ayuda, hablamos de la decimotercera entrega de la llamada 'Saga del Multiverso' y de la trigésimo tercera desde que todo comenzase con 'Iron Man' (Jon Favreau, 2008), pero la necesidad de que cada título se entienda como un tomo de lujo nos obliga a juzgar (en exceso) las bondades y errores de un producto creado para complacer necesidades fugaces y completistas.
Y con estas, nos sumergimos en la historia de Yelena Belova, heredera del protagonismo vacante en un relato que podría funcionar como secuela directa de la infravalorada 'Viuda Negra' (Cate Shortland, 2021). Florence Pugh asume la carga con la entereza de quien se sabe una estrella por brillo propio, agudizando con naturalidad e ingenio cada interacción de un personaje maravillosamente rodeado gracias a los entregados David Harbour (Guardián Rojo), Sebastian Stan (Bucky), Wyatt Russell (John Walker) y Hannah John-Kamen (Fantasma), excepcional equipo que sabe aprovechar al máximo cada una de sus interacciones.
De misión en misión, este equipo de perdedores parece demostrarnos que, aunque más atados en corto que los Guardianes de la galaxia de James Gunn, son capaces de divertirnos en una descarada fiesta de exvillanos a la que no han invitado a los Vengadores. O al menos así ocurre hasta que, para escapar de la construcción de un villano habitual en el tercer acto, los guionistas del film no llegan a otra solución que la charla introspectiva, convirtiendo una fiesta algo despreocupada en una intervención demasiado consciente de sí misma. Es en ese momento cuando todo lo que se había construido tiembla, descubriendo fallas como la endeble escritura de los personajes de Julia Louis-Dreyfus y Geraldine Viswanathan, imperceptibles hasta entonces gracias al talento de las dos actrices.
Ese valiente intento de fuga, regalándonos una inesperada lucha entre héroes de cómico y la depresión (literal y figurada), choca con la perezosa destrucción de edificios a la que nos lleva su amenaza final, echando por tierra su esfuerzo hacer de Vigía (Lewis Pullman) un elemento refrescante y, lamentablemente, arrastrando al conjunto al forzoso esquema con el que Kevin Feige encontró la fórmula del éxito y que, mientras aprieta la soga de autores que quieren recuperarla, puede convertirse en su condena.
'Thunderbolts*' intenta desesperadamente ser su propia película y, cuando lo consigue, funciona. ¿Es esto a todo lo que puede aspirar la serie de películas de Marvel a estas alturas de su segunda gran saga? Parece positivo si la alternativa es 'Capitán América: Brave New World' (Julius Onah, 2025), pero ya hay alguien dispuesto a ponerse los calzoncillos por fuera una vez más, no está el multiverso para dormirse en los laureles.