Opinión y Actualidad

Se levantó el cepo, pero al empleo lo dejaron encerrado

Juan Pablo Chiesa, abogado y especialista en trabajo y empleo, analiza el impacto real de la política económica del gobierno nacional sobre el mercado laboral argentino. Con una mirada crítica y técnica, expone los riesgos de celebrar libertades macroeconómicas mientras se ajusta sobre los hombros del trabajador.

19/04/2025
Foto de archivo.

Por Juan Pablo Chiesa, en diario Ámbito
Argentina festeja que se levantó el cepo cambiario. Claro, ¡bienvenidos a la normalidad! Lo que en cualquier país desarrollado es un derecho básico, en Argentina se vive como una revolución.

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Bien por el presidente Milei por tomar una medida que Mauricio Macri había anticipado en 2015: la necesidad de sincerar la economía. Pero ojo, no confundamos levantar el cepo con tener una economía saneada.

Porque mientras los mercados celebran y los dólares fluyen con más libertad, hay una variable que sigue rota: el empleo.

El presidente habla de "shock de confianza" para los inversores, pero lo que necesitamos es un shock de actividad productiva. El empleo formal privado cayó por sexto mes consecutivo, los empleadores están colapsados y la mitad de los nuevos puestos son por tiempo determinado. Las empresas y los empleadores negocian desvinculaciones antes que invertir, y los jóvenes, sobre todo en el AMBA, ni siquiera sueñan con la estabilidad laboral.

El trabajo en el mundo avanza a una velocidad que impone la coyuntura futurista: automatización, inteligencia artificial, plataformas digitales, economía del conocimiento. Pero en Argentina seguimos anclados en el siglo pasado, como si el futuro no nos hubiera tocado la puerta.

Mientras el mundo habla de empleos verdes, trabajos híbridos y reconversión laboral, nosotros seguimos discutiendo si hay que registrar o no al trabajador.

Hace más de ocho años que Argentina se estancó con 6 millones de asalariados privados formales. Ocho años. Tres gobiernos. Cientos de discursos. Y la cifra sigue clavada, como si el tiempo se hubiera detenido. No se trata de estadísticas: se trata de una economía que no genera empleo genuino.

El modelo productivo argentino quedó viejo, oxidado y cada vez más lejos del tren del desarrollo. Sin incentivos reales para contratar, sin alivios para el que invierte, sin horizonte para el que trabaja.

Y en este contexto, levantar el cepo no basta. Porque el cepo estructural está en el mercado laboral. Y ese, presidente, no se saca con un DNU ni con dólares del FMI. Se saca con políticas activas de empleo, con incentivos al desarrollo, con una visión moderna del trabajo. Algo que, hasta ahora, no se ve.

Mientras tanto, el gobierno toma deuda. No solo con el FMI, sino ahora con los propios trabajadores: deuda en salarios, en calidad de empleo, en protección social. Y no hay plan. Solo ajuste.

No se sale del infierno sin trabajo. Y no hay libertad si la mitad del país vive con miedo a perder el empleo.

El modelo Milei hasta ahora libera el dólar, pero encierra al que produce y le da crecimiento al mercado laboral.

La Argentina necesita una reforma laboral moderna, futura inclusiva, inteligente. No para flexibilizar, sino para integrar. No para precarizar, sino para formalizar. El mercado laboral necesita una política de Estado, no una planilla de Excel.

Lo más alarmante no es solo lo que hacen, sino lo que no dicen. Nunca escuchamos a ningún funcionario de este gobierno hablar seriamente de empleadores, de empleo privado, de reconversión laboral, de futuro del trabajo. Ni una palabra sobre inteligencia artificial, automatización o nuevas habilidades. O no lo entienden, o no les importa. Y ambas opciones son igual de peligrosas.

Porque el motor de la economía argentina no es la macro, no es el dólar, no es la tasa del BCRA. Es el trabajo. Son los miles de cientos de empleadores, comerciantes, autónomos, monotributistas y dependientes que todos los días sostienen este país con esfuerzo real. La macro es el mapa, pero el trabajo es el camino.

Podés tener equilibrio fiscal, reservas en alza y el cepo bien enterrado. PERO SI NO HAY EMPLEO, NO HAY FUTURO. Porque sin trabajo, no hay libertad, no hay progreso, no hay país.

Que levanten el cepo está bien. Pero que no nos tapen los ojos: mientras el dólar vuela, el empleo cae en picada.