Está en su naturaleza. La ultraderecha, por su ideología e intereses de clase, siempre reprime al pueblo. En esa encrucijada del ejercicio del poder político, sus diversas fracciones cierran filas.
Por Juan Carlos Junio
Para Página 12
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La represión al pueblo los unifica, de allí que el trasfondo de los graves episodios de la violencia policial en las calles, en simultáneo con la obstrucción al funcionamiento del Parlamento, es la deriva autoritaria hacia un estado de excepción; que va mutilando el sistema democrático. El mileísmo ya definió políticamente que rechazará la inevitable protesta en las calles por su modelo de ajuste, de destrucción del Estado y de los derechos sociales y culturales
La emergencia social que unió solidariamente a hinchas de clubes de fútbol con los y las jubiladas apaleadas los miércoles por su lucha en pos de la recomposición de sus miserables haberes, y el retorno del programa de medicamentos gratuitos; es una consecuencia forzosa del ajuste “más grande de la historia universal” .La lucha abnegada de los viejos desnuda que tal ajuste recae principalmente sobre el sistema jubilatorio, tal como lo exige el dogma neoliberal, y los condicionamientos del FMI. Así como el plan económico no cierra sin represión, el ajuste thatcheriano no es practicable sin el recorte del sistema previsional. De allí que 7 millones de jubilados y pensionados sufrieron la caída de sus haberes y una gran parte de ellos, que cobran la mínima desde hace más de un año tienen congelado el bono complementario de 70 mil pesos. La transferencia de cientos de miles de millones de los jubilados para el pago al FMI, es la causa verdadera del veto al aumento compensatorio de haberes y la eliminación de la cobertura de remedios gratuitos. Se termina además con la moratoria que posibilitó que se jubilaran cuatro millones de personas, un 80% de ellas, mujeres.
El escándalo de los diputados/as libertarios a las piñas y agravios fue utilizado por el presidente de la Cámara para suspender la sesión en otro arrebato autoritario violatorio de las normas más básicas de convivencia entre los congresales. M. Menem, decidido a inmolarse, declaró lastimosamente: “no hay quórum” para impedir la votación de proyectos vinculados a la cuestión crucial de la conformación de la comisión de juicio político en la cual se trataría el caso $Libra, que involucra principalmente al presidente, incluyendo la acusación de promover la estafa internacional con criptomonedas, que en pocos días pasó de ser “una inversión para las pymes argentinas”; a una ruleta rusa con las secuelas de miles de víctimas y una banda de delincuentes cripto modernos que ganaron millones de dólares amparados en la impunidad del poder. La ofensa a la Cámara, protagonizada por el sobrino del tío Menem, también le permitió al gobierno dilatar la reunión de la Bicameral que debe tratar el decreto presidencial para tomar nueva deuda con el FMI.
El desgaste del gobierno ante el pueblo es notorio. De allí su falso relato de los “violentos”, “los barras” y “el golpe de estado”. A los dueños y editorialistas estrellas de los medios hegemónicos ya nada les importa, ni siquiera la vida del joven fotógrafo Pablo Grillo. Milei y Bullrich se proponen impedir el desarrollo pacífico de las manifestaciones populares en defensa de los jubilados, apelando a la viejísima estrategia antidemocrática e inhumana de generar un clima de coerción, miedo y censura.
La cuestión política no debe reducirse a un caso de crueldad de la Ministra. Se trata de una línea de acción gubernamental con la que se pretende disciplinar tanto de los núcleos más humildes como de las clases medias, a los efectos de llevar adelante un plan económico y social contrario a las mayorías populares. El grotesco intento de instalar la inverosímil idea del golpe de estado es aventurado y peligroso, ya que en su oportunismo banaliza la historia dramática de los verdaderos golpes de estado que conculcaron nuestra democracia y produjeron un genocidio al pueblo argentino con los 30 mil. Para el gobierno libertario y los medios corporativos, todos son subversivos: jubilados, hinchas, políticos, militantes, ciudadanos que protestan, adolescentes que salen de la escuela y son detenidos, transeúntes que observaban la manifestación y son cazados al voleo, aumentando la cifra de detenidos para construir el estrafalario relato de la desestabilización. Como nota de color negro, la vicepresidenta Villarruel, manifiesta defensora de Videla, Massera y los genocidas condenados por sus crímenes; ahora se desmarca y diferencia de Milei.
Los primos Macri hicieron lo contrario, uniéndose a los hermanos Milei. Mauricio volvió a acusar a los manifestantes y jubilados de desestabilizadores y violentos y se sumó a la campaña mileísta sobre el golpe de estado de “matones como en el 2017”. Su primo, ahora porteño, no se quedó atrás: tildó a la marcha de mafias, amenazando con tolerancia cero. Estos políticos derechistas tienen claro su función de defensa del sistema económico – político cuando es cuestionado por el pueblo en las calles. Pero emergió otra cuestión trascendente: un ataque orgánico del poder político y mediático contra la jueza Andrade, por haber actuado de acuerdo a la ley sin someterse al chantaje político. El régimen, tan moderno y tecnológico que se maneja “exitosamente” con el manual de las manipulaciones de la opinión pública y sus ejércitos de trolls, ante cualquier atisbo del pueblo ejerciendo su derecho constitucional a protestar y peticionar, retorna a la utilización del vetusto anticomunismo y antiperonismo, ahora actualizado con el fantasma del camporismo y/o el kircherismo. El macartismo en Estados Unidos de los años 50 del siglo pasado, en su histeria, armó listas negras que involucraron a las más diversas expresiones de la política y la cultura mutilando al sistema democrático. En ese esquema fueron estigmatizados desde científicos como Albert Einstein y Robert Oppenheimer, hasta genios artísticos como Charles Chaplin y el escritor Dashiell Hammett. Nuestros inquisidores modernos se inspiran en esas tradiciones fascistas para ejecutar su accionar político y su “batalla cultural”.
Así las cosas, el congreso continuará defendiendo la institucionalidad democrática, y el pueblo seguirá en las calles. Nos vemos el 24 en las plazas con las Madres y Abuelas.