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Opinión y Actualidad

¿Qué espejo nos representa mejor a los argentinos?

Dos caras del ser nacional en la misma semana: la mano solidaria para ayudar a Bahía Blanca y la violencia callejera frente al Congreso.

16/03/2025

Por Pablo Sirvén, en diario La Nación
Cuando se repasan imágenes de represiones policiales en ciudades como Washington, París y Madrid, no hay modales de liceo de señoritas en los avances de los uniformados. Impresiona que literalmente muelan a palos a participantes de refriegas en durísimas batallas campales. Se trata de manifestaciones que se desbordan del derecho constitucional a protestar y que ponen en peligro la vida de las personas, rompen vidrieras y veredas, tiran piedras, queman autos y grafitean monumentos.

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En cambio, cuando esas quejas colectivas se canalizan en paz y sin perjudicar el tránsito y la integridad de terceros, las fuerzas de seguridad se mantienen en un discreto segundo plano, con guardias mínimas.

Salvo en un lugar: Cuba. Allí las protestas, por más pacíficas que sean, son sofocadas por las guardias pretorianas del anquilosado régimen castrista, con el saldo de centenares de presos que pasan años entre rejas solo por expresar su disenso públicamente.

Pero, atención a esto: en Europa no son pocos los reporteros gráficos que para obtener buenas fotos y videos de tumultos avanzan hasta exponerse al peligro de ser heridos, pero al menos cubren íntegramente sus cabezas con cascos como los que se usan para andar en moto y que son usuales entre los corresponsales de guerra en los frentes de batalla. Hasta suelen tener inscripto en grandes caracteres la palabra “press” y el nombre del medio que representan.

Si Pablo Grillo, el reportero gráfico gravemente herido en la cabeza en los disturbios frente al Congreso, hubiese contado con esa protección hoy tal vez estaría tranquilamente en su casa. Obviamente que eso no justifica el accionar del gendarme que disparó la cápsula de gas lacrimógeno con trayectoria horizontal y no a 45 grados, como marca el protocolo e insiste la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que así fue accionado, aun cuando los videos disponibles la desmientan.

Pero, lo primero es lo primero: si la Argentina ha entrado –ojalá que no– en un período turbulento de protestas callejeras, los reporteros gráficos deberían incorporar ya casco e incluso chaleco que los protejan si se arriesgan en circunstancias tan difíciles.

El título de esta columna es la pregunta crucial que todos debemos hacernos tras una semana en la que la Argentina se manifestó de manera tan contradictoria. ¿Qué imágenes nos reflejan más y mejor a los argentinos?: ¿es el masivo espíritu bondadoso y solidario que se expresó tan pronto se conoció el desastre climático que arrasó Bahía Blanca o, en realidad, nos representan más las cruentas imágenes de disturbios, desmanes y represión en la última protesta de los jubilados?

Como nunca, los medios de comunicación y las redes sociales mostraron en paralelo y de manera abundante los contrastes entre una Argentina que ante la adversidad tiende la mano generosa y sale para adelante (incluso, al lograr el milagro momentáneo de cierta coordinación en la emergencia entre los gobiernos nacional y bonaerense, que dejaron por un rato de lado las mutuas y estúpidas chicanas que no resuelven nada) y otra que deja un sabor amargo, con la violencia enseñoreada, una vez más, dentro y fuera del Congreso. Fue un desgraciado revival de aquella jornada de diciembre de 2017 en que disturbios muy similares marcaron el comienzo del debilitamiento del gobierno de Mauricio Macri del que nunca más pudo reponerse. ¿Aprendió Bullrich (ministra de Seguridad en ambas circunstancias) de aquella experiencia para mejorar ahora un operativo que neutralice con más eficiencia a los inadaptados, y a la propia tropa, que debe responder a la agresión profesionalmente y, desde luego, sin entrar en provocaciones que agraven tan complejo cuadro de situación? ¿No se pueden disponer, como sucede en los grandes recitales en estadios, sucesivos anillos de control que, al menos, frenen el ingreso a la zona del acto a aquellos que lleguen munidos de elementos contundentes?

Si algo faltaba –como si fuera poco lo sucedido–, se colaron imágenes dolorosas del pasado que volvieron a revivir para atizar el fuego de la discordia. Una fue el video que grabó desde España, invitando a la marcha, Mario Firmenich, el jefe montonero que en los setenta ordenó atentados, secuestros y asesinatos para desestabilizar la frágil democracia de entonces y que, ya en dictadura, mandó a la muerte a cantidad de jóvenes militantes en la suicida contraofensiva guerrillera que fue arrasada luego por la maquinaria letal de los militares.

La otra imagen que volvió desde el túnel del tiempo fue la vandalización, en Plaza de Mayo, del memorial con fotos y piedras que recuerdan a las víctimas del Covid.

Los argentinos somos capaces de hacernos mucho bien, pero también mucho daño. No hay que confundirse de vereda.