La fidelidad del cronista como la del científico es una meta a lograr, para todo cronista y todo científico que cumpla con la exigencia de ser fiel a los hechos.
Por Juan Carlos Iorio
Para Clarín
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Hacer investigación científica no es hacer periodismo. La ciencia busca conocer, el periodismo busca difundir. La ciencia tiene tiempo, el periodismo no. No hay nada más viejo que una noticia del día anterior, ni más valioso que una teoría científica que ha sobrevivido a través de los años. Sin embargo, tanto el periodista como el científico no están libre de la obligación de reproducir fielmente los hechos. Al decir de Tomás Eloy Martínez: “Un periodista tiene tres lealtades: al lector, a la verdad y a la ética” .
Mas allá de la coincidencia de base, el ejercicio de algunos géneros periodísticos suele mostrar facetas que no son totalmente ajenas a las ciencias sociales. Tanto la crónica, como la investigación científica comienzan por el reconocimiento de los hechos. La crónica se agota en el relato. La investigación científica comienza en él. Una crónica, puede ser lo que despierte la imaginación del científica.
La materia prima de su análisis, es en gran medida el mundo que aparece reflejado en los medios. En la crónica de una huelga están los conflictos laborales. En la crónica de las idas y vueltas de los legisladores para aprobar o rechazar un proyecto y las presiones que sufren del poder ejecutivo está la problemática de la independencia de poderes. En la crónica del reparto de subsidios, comida, chapas, ladrillos o televisores, está la problemática del clientelismo político.
En la crónica de la toma de rehenes por un grupo de delincuentes, está la problemática de la inseguridad y en la crónica del ataque a una embajada o el estallido de un coche bomba está la problemática del terrorismo internacional. La fidelidad del cronista como la del científico es una meta a lograr, para todo cronista y todo científico que cumpla con la exigencia de ser fiel a los hechos. En palabras del historiador Miguel Angel De Marco:“Las victorias sobre la subjetividad es lo que diferencia a un libro confiable del panegírico oportunista o la diatriba interesada” .
Acercarse más o menos a esa meta es producto de la actitud con que nos enfrentemos a la realidad. Una realidad, que existe más allá de nuestro relato, y no que se construye a partir de él y que cambia cuando el relato cambia. Una realidad que el periodista muchas veces ve, al entreverarse entre los miembros de una manifestación; oye, cuando estallan en sus oídos los gritos de los manifestantes; sufre en sus lagrimales, cuando se encuentra en medio de una nube de gases lacrimógenos.
El periodismo ha adquirido tal nivel de exigencia que ha alcanzado status universitario junto al resto de las ciencias sociales. Ya no puede sostenerse que entre el periodismo y el resto de las ciencias sociales haya una línea de ruptura. Lo que hay son fronteras fértiles, donde no existen separaciones intransitables, sino convergencias enriquecedoras.
Como dijo Jorge Fernández Díaz en una entrevista: “El periodista tiene que estudiar permanentemente. Es necesario que la biblioteca explique la calle. Una columna me exige estudiar mucha literatura, historia, ciencia política, investigaciones…. En el periodismo, lo que no se puede probar no se puede publicar”. En la ciencia tampoco.