Opinión y Actualidad

El progreso, a escala humana

Una vez más, el Papa se pronunció sobre los desafíos que emergen de la mano de la evolución de los modelos de inteligencia artificial.

21/02/2025

Por Mariángeles Castro Sánchez (*), en diario La Nación
En su mensaje en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos se refirió al crecimiento exponencial que han tenido estas tecnologías en las diversas áreas de la actividad social y remarcó la necesidad de orientarlas al servicio de las comunidades. El paradigma del progreso debe así redefinirse a escala humana.

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El Papa advirtió que es imprescindible poner en contexto los adelantos técnicos y evaluar, a cada paso, su capacidad para promover valores universales, entre ellos, la dignidad de todas las personas, la justicia y la fraternidad. Y aludió a los procesos de toma de decisiones autónomas por parte de los sistemas de inteligencia artificial. Aquí el debate gira alrededor de criterios éticos, porque es en este terreno donde se identifican problemas que requieren urgente abordaje.

La asignación de responsabilidades, la garantía de la seguridad y la privacidad por diseño, la reproducción de sesgos y sus alcances a nivel formativo, son solo algunos de los ítems que destacan del fondo de un paisaje que, por tramos, aún se presenta extraño. En materia de decisiones, la IA elige entre opciones y a partir de parámetros prefijados o inferencias estadísticas; y aquí el Papa señala una diferencia esencial con los seres humanos capaces de decidir “en su corazón”.

Sabemos que decidir es optar, aplicar patrones de inclusión y exclusión. Pero las personas lo hacemos desde una conciencia extendida asociada a un razonamiento simbólico; y lo hacemos también desde nuestro ser autobiográfico, listo para generar y expandir relatos dadores de sentido. Porque eso nos distingue como especie. Bajo este entendimiento, el concepto human-in-the-loop, referido a la intervención humana en determinados nodos de los sistemas de inteligencia artificial, cobra notoriedad. Porque habilita la combinación del potencial de la IA con ingredientes del entorno que solo las personas podemos aportar.

Katherine Hayles, en su reciente libro Lo impensado, introduce la noción de ensamblajes de cognición distribuida. Esta aproximación nos permite concebir la IA no ya como algo autónomo (o incluso análogo a los seres humanos) sino como un agente dentro de redes complejas, lo que quiebra una lógica dicotómica para virar hacia esquemas de complementariedad.

Lo cierto es que no queda rincón de la experiencia vital que no sea tocado por algún tipo de desarrollo de IA y esta realidad continúa profundizándose. Por eso, detectar los puntos de inflexión, aquellos espacios en los que la mirada humana resulta indispensable, es un imperativo de época. Del mismo modo, es un objetivo perentorio velar por que los avances sean inclusivos y respetuosos de todas las personas, y que incorporen el principio del bien común.

La velocidad del cambio, no pocas veces, nos impide reflexionar. Nos vemos imposibilitados de tomar distancia para indagar los sucesos que protagonizamos. Esta falta de perspectiva, por un exceso de implicación en lo que acontece, caracteriza nuestra relación con el mundo y condiciona los análisis derivados. De ahí que la flexibilidad sea una competencia central para movernos en estos nuevos escenarios, donde la brújula parece apuntar a un único norte: la dimensión ética que cada evaluación demanda y que hoy más que nunca reafirma su vigencia y relevancia.

(*) Doctora en Comunicación Social, docente e investigadora del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral