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Las 10 frases que nunca deberías decirles a tus hijos (y qué decir en su lugar)

Desde las cotidianas hasta reacciones impulsivas, cada mensaje que transmitimos puede construir o destruir su confianza.

30/01/2025

“Los hijos no vienen con un manual y nosotros, los padres y madres, tampoco”, dice la psicóloga Karina Pintos. Las palabras que usamos al criarlos dejan huellas profundas, muchas veces invisibles, que los acompañarán toda su vida. “Cometemos errores. Aunque tengamos la mejor intención, nuestras palabras pueden ser incorrectas y, en lugar de ayudarlos, les hacemos creer que no son valiosos, o que no pueden”.

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¿Por qué es importante repensar cómo les hablamos y qué les decimos a nuestros hijos e hijas? “Porque a nuestras palabras no se las lleva el viento”, advierte la autora de El mundo de los latentes. Herramientas de crianza para niños de entre 5 y 11 años. Cada hijo toma muy en serio lo que dicen sus papás. Forman su autoestima. Como dice la frase: ‘Cuando un papá habla mal de su hijo, el hijo no deja de quererlo, deja de quererse’. Somos lo que escuchamos, vivimos y percibimos”, sostiene.

En este artículo, publicado en el diario Clarín, se exploraran las frases más comunes que los padres y madres decimos de forma automática, por qué es importante transformarlas y cómo hacerlo de una manera que fomente un vínculo más sano y respetuoso.

Las 10 frases que nunca deberías decirles a tus hijos (y qué decir en su lugar)

1 - “¿Por qué no sos más como tu hermano/a?”; “tu hermano/a pudo con esta situación, entonces vos también podés”

“Este tipo de frases impiden el reconocimiento del niño, niña o adolescente en su individualidad, atentan contra la autoestima y el sentimiento de seguridad”, señala Raschkovan. “Es importante que aprendan a confiar en sus emociones y que las puedan utilizar -en el buen sentido de la palabra utilizar- como información proveniente de su mundo interno para tomar decisiones procesadas por el pensamiento”.

Además, las comparaciones con hermanos influyen negativamente en la relación que éstos construyen entre sí. Dice Lewicki: “Si mamá siempre está diciendo que hay uno mejor que el otro, ese hermano se convertirá en alguien detestable para él. A su vez, el hermano o hermana que siempre se señala como modelo también resulta una carga difícil de sostener; suelen ser niños que de grandes sufren de una sobreexigencia absoluta”.

Ideas alternativas: Los padres podrían reforzar la idea de que cada uno tiene su tiempo y sus propios recursos para crecer y evolucionar. “Cada persona es única. Vamos a enfocarnos en tus fortalezas”. Además, será clave celebrar sus logros individuales y animarlos a explorar sus intereses y talentos: “Estoy orgulloso de lo que lograste” o “sos especial a tu manera” pueden reforzar su sentido de identidad.

2 - “Me estás haciendo enojar” o “mirá cómo me hiciste enojar”

Según Carolina Mora, son frases que culpabilizan a los niños por las emociones de los adultos, impidiendo que éstos asuman la responsabilidad de sus propios sentimientos. Estas expresiones transmiten la idea de que el comportamiento del niño es la única causa del enojo, lo que puede generar culpa y confusión en ellos.

Ideas alternativas: Es más constructivo expresar nuestras emociones desde la autorregulación y el autocontrol. Frases como “necesito un momento para calmarme”, “estoy teniendo un día difícil, dame unos minutos” o “pensemos juntos cómo resolver esto” ayudan a modelar una gestión emocional saludable y generan un clima de colaboración.

3 - “Yo a tu edad…”

Se trata de una comparación frecuente, a la que se recurre en el intento por expresar las diferencias entre las generaciones, por ejemplo, en comportamientos usuales de los adolescentes del pasado, y los de hoy. Sin embargo, dice Mora, “lo cierto es que ni somos las mismas personas, ni las épocas y el contexto son los mismos. Cuando decimos esto, estamos invalidando la experiencia de ese niño o adolescente, poniéndonos en un lugar de distancia emocional que nos aleja”.

Ideas alternativas: Podemos demostrar empatía y validar sus experiencias actuales: “Entiendo que las cosas son diferentes ahora, contame cómo lo ves vos”. También es útil compartir nuestras vivencias desde un lugar de conexión, no de juicio: “Cuando yo tenía tu edad, también me costaban ciertas cosas, pero fui aprendiendo. ¿Cómo puedo ayudarte en esto?”.

4 - “Esto es de nena”; “esto es de nene”

“Adjudicar acciones o juegos según el género no permite desarrollar la creatividad y los beneficios de los juegos de forma libre y sin prejuicios”, dice la licenciada Gisela Taba, del staff del CEETA.

Ideas alternativas: Estimular el juego como lo elijan o incluso participar con ellos les permitirá servirse de todo lo que el jugar les ofrece.

5 - “No vas a llorar por eso”; “no tenés nada, no es para tanto”; “no llores, tenés que ser fuerte”

“Todos son mensajes invalidantes, descalificantes, que, cuando se sostienen en el tiempo de forma repetida, generan baja autoestima, ansiedad, depresión, sentimientos de vacío”, dice Cecilia Palozzo, vicedirectora del CEETA.

Minimizar los sentimientos puede hacer que el niño o niña se sienta incomprendido/a. “Imposibilitar expresar cualquier emoción -tanto agradable como desagradable- es un error, igual que adjudicar a las emociones la calidad de ser una persona fuerte o frágil por sentirlas o expresarlas”, menciona Taba.

Ideas alternativas: Es clave explicar que todas las emociones son válidas, aunque nos resulten displacenteras o incómodas. Así, será importante validar todo lo que sientan, ya que los hará más confiados, les permitirá autoconocerse y darle espacio tanto a sus emociones, como a las de los otros. “Veo que esto te molesta, ¿querés contarme qué pasó?” o “¿cómo puedo ayudarte a que te sientas mejor?” son formas de invitar al diálogo, de dar valor a su información interna y disponernos a ayudarlos a regularse, dice Raschkovan.

6 - “Sos muy sensible”; “no seas dramática/o”

Son más formas de invalidar las emociones del niño, dice Sofía Lewicki. “Cada niño experimenta el mundo de manera diferente, y es importante que se sientan aceptados en su forma de ser. Minimizar sus sentimientos puede llevar a que se sientan incomprendidos y aislados”.

Ideas alternativas: En línea con lo anterior, en lugar de desestimar sus emociones, los adultos deben esforzarse por validar y ayudar a los niños a manejar sus sentimientos, enseñándoles que está bien sentir y expresar lo que les sucede. “Está bien sentir lo que sentís, y podés expresarlo” es una opción válida.

7 - “Es así porque lo digo yo”

“Si bien muchas decisiones quedan de la mano de los padres, expresarlas como una decisión unilateral y autoritaria, no invita a la reflexión, la expresión de lo que se piensa”, dice Taba. No fomenta el entendimiento ni la comunicación.

Ideas alternativas: Explicar el por qué de una decisión le muestra al niño que hay razones por las cuales el adulto toma una decisión, a su vez que le permite reflexionar y aprender acerca de las causas y consecuencias de las cosas y acciones. “Te explico por qué tomé esta decisión para que podamos entendernos”.

8 - “Callate, no me respondas”

Reiterar que no se puede expresar, enseña que su palabra no tiene valor o no puede defender una idea.

Ideas alternativas: Dejar que el niño manifieste lo que piensa y enseñarle cómo hacerlo de manera asertiva es más atinado que negarle esa posibilidad.

9 - “Dejá que yo lo hago”

“Hacer las cosas por ellos o ellas porque nos resulta más cómodo o más sencillo de resolver es un modo de impedir que desarrollen autonomía e interferir en el proceso de adquisición gradual de habilidades”, dice Ivana.

Lewicki coincide: “Si bien es esperable querer ayudar a los niños, es esencial permitirles que asuman responsabilidades y aprendan a hacer las cosas por sí mismos. Esta intervención constante puede socavar su confianza y habilidades para resolver problemas”.

Ideas alternativas: En pequeñas tareas o desafíos, reforzar la idea de que el niño puede hacerlo, aunque se equivoque. “¿Te parece si te muestro cómo hacerlo y después probás vos?”, “vamos, practicá, todos tenemos distintos tiempos”.

10 - “Siempre hacés todo mal”, “sos un desastre”

Desmoraliza y afecta la confianza del niño/a en sus capacidades, que construye una imagen negativa de sí mismo. “Acompañarlos gradualmente a que puedan encontrar soluciones por sí mismos/as, que busquen desarrollar sus propios recursos, aún cuando se equivoquen, es un modo de favorecer el desarrollo de la capacidad para tener experiencias propias, pensar por ellos mismos y por ellas mismas”, dice Ivana.

Además, la repetición de frases como éstas lleva a tener niños hiperexigentes que no toleran la frustración: “Esto es muy grave y lamentablemente se ve cada vez más en el consultorio, pues la vida está llena de equivocaciones, fracasos y pérdidas. Cuando les enseñamos a los niños que equivocarse es parte de la vida les estamos dando la base de las estrategias que usará para afrontar este tipo de situaciones a lo largo de su vida”, señala Lewicki.

Ideas alternativas: Enfocar el concepto de fracaso como parte del proceso de aprendizaje es vital. “En lugar de criticar, es más beneficioso fomentar una mentalidad de crecimiento, donde los errores se vean como oportunidades de aprendizaje, y no como fracasos irrevocables”, dice Lewicki. Podés decir algo como “todos cometemos errores, y eso está bien; aprenderemos de esto juntos” o “que no salga como esperamos es parte del aprendizaje”. Esto crea un ambiente seguro para la experimentación y el crecimiento.

En lugar de “siempre lo mismo”, se puede decir “veo que hace unos días algo te está pasando…” Lo mejor es alentar la capacidad de pensar y de tomar decisiones: “¿Querés que lo intentemos de otra forma juntos?”; “a veces cometemos errores, pero eso no define quiénes somos”.