La peligrosa asociación entre homosexuales y pedofilia que hizo el Presidente en el Foro de Davos es apenas un eslabón más de una larga cadena de declaraciones que empezaron a aparecer en el escenario público desde que La Libertad Avanza se estableció como una fuerza tan potente
Por Ernesto Tenembaum para Infobae
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Carlos Kambourian es un médico que estudió en Oxford y fue el director del Hospital Garrahan entre 2017 y 2019, durante la gestión de Mauricio Macri como presidente. Si uno recorre su cuenta de X podrá percibir reiteradas expresiones de desprecio hacia el gobierno del Frente de Todos. Pedro Lambertini es un exquisito chef que se mete en política sólo excepcionalmente. Si uno recorre sus redes sociales podrá percibir su pasión por lo que hace: cocinar. Están repletas de recetas deliciosas y muy recomendables. Bruno Bimbi es un militante político de izquierda que, desde hace algunos años, abrazó como una causa propia a la supervivencia del Estado de Israel y la denuncia del terrorismo de Hamas. Eso le valió bastantes disgustos porque su posición ha sido antagónica respecto de la mayoría de la izquierda internacional.
O sea, Kambourian, Lambertini y Bimbi son personas muy distintas entre sí, salvo por un aspecto: los tres son gays. Esa condición, que en otros momentos de la vida no es -o no debería ser- relevante respecto de sus intereses o sus opiniones políticas, los identificó el jueves, cuando escucharon tal vez el párrafo más terrible que pronunció el presidente Javier Milei desde que es un personaje público. Milei había dicho, en Davos, lo siguiente: “Hace pocas semanas, fue noticia en todo el mundo el caso de dos americanos homosexuales que, enarbolando la bandera de la diversidad sexual, fueron condenados a cien años de prisión por abusar y filmar a sus hijos adoptivos durante más de dos años. Quiero ser claro, cuando digo abusos no es un eufemismo, porque en sus versiones más extremas la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos. Por lo tanto, quiero saber quién avala esos comportamientos”.
Muchos de sus seguidores quisieron aclarar que, en realidad, no había dicho que los gays eran pedófilos. Pero para Kambourian, Lambertini y Bimbi, y tantísimos otros, la asociación había sido clara y las aclaraciones apenas un agregado cínico al párrafo en cuestión.
Kambourian, entonces, dejó de escribir sus opiniones críticas sobre el peronismo o para difundir su profesión de médico y explicó: “Me asusta y preocupa el silencio atroz de los funcionarios homosexuales que hoy ocupan un cargo. Son muchos (Más de los que se declaran). Soy gay y apoyé el cambio. No quisiera arrepentirme…”.
Durante varias horas tuvo, entonces, que responder agresiones homofóbicas.
-Carlos, no es contra ustedes—le escribió uno.
-No hay ustedes y nosotros —respondió el médico—. Está equivocado y eso es claro. Hay pedófilos en todos los ámbitos. No es privativo de la homosexualidad. Fin.
Entonces, su interlocutor posteó una foto donde aparecen adultos desnudos rodeados de niños y banderas del arco iris.
-Supongo que en todos los grupos es normal esto. Si callan, están avalando.
Otra tuitera intervino:
-No hay argumento real. Buscan fotos de un archivo dudoso, no todo es redes o fotos de otros países. La calle es otra cosa. Jamás vi un pene de un gay sin consentimiento. Sí, de niña, vi penes de heteros sin mi consentimiento y te puedo asegurar que no soy la única mujer a la que le pasó.
Así, hasta el infinito.
De repente, ante la intervención presidencial, un montón de gente sintió la necesidad de aclarar que ser gay no es ser pedófilo. Mientras, en las redes, se multiplicaban los libertarios que se burlaban de ellos o argumentaban lo contrario.
Lambertini estaba realmente ofendido con el discurso presidencial. Así lo explicó: “Estoy muy, muy enojado. Los que me siguen por las recetas, por favor, no me lean. Hoy me ocupan otras cuestiones”.
Desde el día del discurso de Davos publicó algunos de los textos más certeros e interesantes sobre el episodio.
“Espero que lo que voy a decir no ofenda a nadie: ¿podría un presidente, en un foro internacional, decir, por caso, que los judíos son piojos porque viven a expensas de los demás, que lo único que históricamente los ha anclado a una tierra es el dinero, o que son culpables de haber matado a Dios? No, ¿verdad? No, porque es una barbaridad que no hace más que repetir y validar prejuicios falsos que han legitimado la matanza de millones. Si lo hiciera, entiendo que alguna autoridad lo detendría y ni siquiera podría abandonar el recinto. Ahora bien, ¿por qué se permite que, con idéntica irresponsabilidad y usando un razonamiento igualmente falaz, alguien vomite que quienes pertenecen a la comunidad LGBT (aunque, en rigor, quien escribió el discurso los denomina “versiones más extremas de la ideología de género” para confundir a los incautos), son pedófilos, sin que eso tenga ninguna consecuencia? Lo que hizo es, incluso, peor que el ejemplo citado antes: toma un caso aislado, lo pone en el centro de atención y lo utiliza para atizar las brasas del odio. No hay otra explicación… Yo creo que vamos a necesitar un tiempo para tomar real dimensión de la gravedad que entraña que un presidente acuse a un grupo humano de cometer el crimen más repudiable de todos en un discurso ante un foro global. No tengo recuerdos de haber escuchado algo semejante en la historia reciente. Con esto, entonces, ¿qué hacemos? ¿Por qué no están todos los medios hablando de esta atrocidad? Seamos intelectualmente honestos, por favor. ¿Qué hacemos?”.
En medio de la vorágine, Pedro tuiteó una foto suya con su marido, con quien se casó hace un año, pero está en pareja desde hace dos décadas. Se los ve felices, con la libreta de matrimonio en mano. Luego se refirió a personalidades del mundo gay que salieron a defender al Presidente. “Vos entendiste mal, el discurso no fue contra los gays, sino contra ‘las facciones más radicales de la ideología de género’” es el flamante estribillo del votante culposo, sobre todo, del gay liberal de derecha, de esos que hay tantos. Ya leí cinco versiones de esto en lo que va del día. Es increíble cómo un hecho, por más incontrovertible que sea, puede volverse amorfo según el marco en el que se intente encajar. El tipo sabe que no hay manera de que entre, de que encaje, de justificarlo, pero lo va a aceitar hasta embutirlo, porque el dato es flexible, pero el marco no”.
Bimbi fue taxativo. En medio de cientos de tuits sobre la barbarie de Hamas y la liberación de las rehenes, escribió y retuiteo un montón de cosas, algunas de las cuales no son reproducibles fuera de las redes sociales:
-“No vamos permitir que se naturalice que sea una vergüenza ser gay y un orgullo ser nazi. Fin”.
-“Acá no hay una cruzada anti woke; decir eso es tapar con palabras sofisticadas un hostigamiento feroz. Decir eso es diluir que desde el gobierno se persigue a los homosexuales, a los migrantes, a los artistas, a las feministas y a todo aquel que no piensa como el oficialismo”.
-“Ese discurso de Milei fue más grave que el saludo de Musk: no fue apenas un uso propagandístico de la simbología, sino una declaración de principios, explícita y orgullosa, de su ideología nazi”.
-“De golpe, casi por arte de magia, en la Argentina se han escondido los sommeliers de formas republicanas que estaban siempre muy atentos cuando gobernaba el peronismo. ¿Qué raro, no?”.
-“A los heteros les digo: no nos sirve de nada que se hagan los aliados una vez al año para subir textos estúpidos y cursis. Necesitamos que den la cara cuando el poder de turno lanza campañas de persecución para amenazar y poner en riesgo nuestros derechos y nuestras vidas”.
Se podría escribir un libro con las reacciones de personalidades públicas que tienen miradas tan diferentes sobre otros temas. Osvaldo Bazán ironizó: “Voy a tener que esconder a mi marido puertas para adentro”. Era una alusión al jefe de Gabinete Guillermo Francos, quien había dicho: “De las puertas de casa para adentro cada cual puede hacer lo que quiera”. Antes había opinado, sobre el párrafo del discurso presidencial: “El wokismo desaforado provocó un antiwokismo desaforado. Dos monstruos. Los delitos no tienen condición sexual. Siguiendo este camino, se condena la condición sexual y el delito queda impune. El francés que prostituyó a su esposa era heterosexual”. Franco Torchia mostró el siguiente mensaje: “Tenés una semana para conseguirte una novia y hablar con voz de hombre o si no te hacemos jabón”. “Un ejemplo más de las cantidades industriales de mensajes parecidos a éste que recibo -y recibimos- a diario”, explicó. Patricia Kolesnicov escribió una hermosa nota en Infobae: “Hay que hablar de homosexualidad en la escuela para que lo escuchen, para que lo sepan, aquellos chicos que se estén enamorando fuera del librito. Esto lo sabemos y lo hacemos hace mucho, entonces corrijo: no hay que dejar de hablar, de poner en las fotos, no hay que meterse puertas para adentro para que ellos no se sientan innombrables, no se sientan monstruos, para que no sufran, para que presentar su amor a la familia no tenga que ser un gesto de coraje”.
El párrafo de Milei en Davos –que asocia deliberadamente a pedófilos, militantes LGBT y gays en general- fue apenas un eslabón más de una larga cadena de declaraciones que empezaron a aparecer en el escenario público desde que La Libertad Avanza se estableció como una fuerza tan potente. Antes de Milei, fue Agustín Laje, el máximo referente del Presidente para la batalla cultural, quien intentó imponer la asociación entre gays y abusadores de niños. Laje estaba furioso con la inauguración de los juegos olímpicos de Francia, porque allí se pudieron ver bailarines con movimientos sensuales, chicos que iban de la mano de chicos, chicas que iban de la mano de chicas. Entonces, escribió: “A la divisa de 1789 se le agrega en 2024 el lema LGBT.¿No será demasiado comparar al Tercer Estado, dispuesto a voltear al antiguo régimen, con degenerados desesperados por voltearse a menores de edad?”. Solo la frondosa imaginación de Laje puede haber visto “desesperados por voltearse a menores de edad” en aquella fiesta. Pero la frase venía bien para promover la asociación entre la homosexualidad y la pedofilia.
Es bastante claro que esa relación no existe. Solo se producen estas discusiones sobre asuntos fantásticos porque desde el oficialismo se las impulsa deliberadamente.
¿Será un tema menor, como dicen los que minimizan estos episodios?
¿O, súbitamente, la Argentina empieza a acercarse culturalmente a países donde se persigue a las minorías sexuales y se deja a las mujeres sin ninguna protección del Estado? Irán, por ejemplo. ¿No éramos hasta aquí el país moderno que en 40 años de democracia había aprobado la patria potestad compartida, el divorcio vincular, el matrimonio igualitario, la identidad de género la ley del Femicidio, aprobada por unanimidad, la interrupción legal del embarazo? ¿No éramos, en ese sentido, uno de los países más libres e inclusivos del mundo? ¿Qué somos ahora? ¿Qué quiere el Presidente que seamos?
Preguntas que antes hubieran sido absurdas, llamativamente empiezan a tomar sentido.
Los tiempos, evidentemente, cambian.