El mensaje de Richard Grenell, enviado de la Casa Blanca para asuntos especiales, el primer día del nuevo gobierno de EE.UU., amplía las posibilidades de un escenario de negociaciones con Venezuela.
Por Ociel Alí López
Para RT
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"La diplomacia ha vuelto. He hablado con varios funcionarios en Venezuela hoy y comenzaré las reuniones mañana temprano. Hablar es una táctica", dijo en su publicación en X.
La primera acción concreta de la nueva Administración estadounidense, divulgada por el funcionario, permite comprender algunos discursos y silencios por parte del presidente Donald Trump y su gabinete (en la campaña y durante los actos protocolares de la juramentación) sobre la situación política de Venezuela y su mandatario, Nicolás Maduro.
Una de las cosas que pueden comprenderse, en medio de una batalla de interpretaciones sobre la política que Trump adoptará hacia Venezuela, es que el flamante Presidente no repetirá la experiencia de Juan Guaidó impulsada en su primera administración. Esto, a pesar de la presión de sectores de su propio partido para reconocer a un nuevo Presidente interino. Desde el inicio de su campaña hasta ocupar la silla presidencial, Trump no ha calificado ni mencionado a Maduro, lo que puede ser un síntoma de que no quiere abrir nuevamente este frente.
Otra inferencia posible es que el tema principal de la agenda entre ambos despachos, al menos en los próximos meses, no será el poder político en Venezuela ni la comercialización del petróleo, sino la migración.
Aunque Trump ha lanzado críticas contra Miraflores y ha asomado que no quiere comprar más petróleo venezolano, tampoco parece priorizar este tema. Antes de ser juramentado, mencionó en una publicación al excandidato González Urrutia como "presidente electo". Sin embargo, estas palabras no ocupan un lugar central en sus discursos. Si acaso, reacciona al respecto cuando se le pregunta o surge alguna coyuntura. En contraste, su preocupación evidente sobre Venezuela se centra en vincularla con el problema migratorio.
Para Trump, este es un asunto crítico que durante la campaña prometió enfrentar con su oferta electoral estrella: las deportaciones masivas. Parece lógico que el mandatario republicano busca una victoria temprana que le permita cimentar su narrativa de que, para "hacer grande a América nuevamente", es necesario expulsar a los migrantes, especialmente latinos.
El mensaje de Grenell también se alinea con las declaraciones previas de Tom Homan, el 'zar de la frontera' y encargado de las deportaciones masivas, quien el 7 de enero afirmó: "Esperamos que el presidente Trump trabaje con Venezuela, como hizo con México y El Salvador, y logre que estos países acepten (a los deportados) de vuelta".
Esto revela que existen enfoques distintos en el círculo cercano de Trump. Además, demuestra que la postura radical de Marco Rubio, que aboga por intensificar el conflicto, no domina el escenario por completo. El mensaje de Grenell explica también los largos silencios del ahora secretario de Estado, cuando se aproximaba la juramentación de Maduro, así como su falta de propuestas intervencionistas violentas, habituales en su discurso para conquistar el apoyo del electorado cubano y venezolano de Florida.
"Asunto especial"
El mensaje de Grenell permite entender por qué Trump, a mediados de diciembre, lo nombró representante para asuntos especiales, incluyendo explícitamente a Corea del Norte y Venezuela.
Con esta designación, Trump encapsuló el tema venezolano de las decisiones del Departamento de Estado y demuestra que le dará un tratamiento directo, a través de un funcionario con experiencia en negociaciones en zonas de conflicto.
Corea del Norte fue uno de los hitos más importantes de la política exterior de Trump en su primera administración, mostrando un cambio drástico respecto a la postura histórica de EE.UU. hacia el país asiático. El apretón de manos con Kim Jong-un evidenció un líder pragmático, capaz de dejar de lado posturas ideológicas para llegar a acuerdos sólidos con sus adversarios.
El nombramiento de Grenell generó dudas sobre un escenario que parecía inminente, tras la designación de figuras como Rubio y Mauricio Claver-Carone, este último como enviado especial para América Latina: la intensificación de medidas coercitivas contra Venezuela. Sin embargo, su mensaje amplía las posibilidades de que surjan negociaciones, abiertas o discretas, bajo un enfoque de "ganar-ganar". Esto ha generado decepción en sectores de la oposición venezolana proestadounidense.
Grenell parece convertirse en la figura clave para las relaciones con Venezuela, incluso por encima de sus superiores. Su nuevo rol recuerda la labor que desarrolló como mediador en los Balcanes entre Kosovo y Serbia.
Por su parte, el gobierno venezolano y el presidente Nicolás Maduro han declarado en varias ocasiones su disposición a mejorar las relaciones con Washington y reducir la tensión del conflicto. El mandatario suramericano ha señalado que está listo para recibir a los migrantes venezolanos y los ha instado a regresar al país. Además, ahora comparten un enemigo común con EE.UU.: el Tren de Aragua.
Aunque transformar una relación conflictiva en una equilibrada lleva tiempo, lo cierto es que las redadas masivas ya han comenzado en territorio estadounidense. Esto implica que las deportaciones deben ejecutarse pronto, o de lo contrario, la presión aumentará en los lugares habilitados para mantener a los migrantes en tránsito.
En este contexto, la Casa Blanca necesita actuar rápidamente en un tema doméstico prioritario. Si un asunto ideológico, como el de Venezuela para Rubio, obstaculiza dichas acciones, es probable que Trump opte por un enfoque político y diplomático para obtener triunfos mediáticos que refuercen su imagen como un líder que cumple sus promesas electorales.
Las deportaciones han comenzado, el presidente venezolano dice estar listo para recibir a los migrantes, y Grenell ha anunciado el inicio de negociaciones. Todos los actores parecen necesitar este diálogo. ¿Podrán los sectores más radicales obstaculizarlo? Los próximos días lo dirán.