X
Revista

Por qué sentimos que el tiempo pasa más rápido al llegar a la adultez, según un experto en biología molecular

La carencia de nuevas experiencias después de los 40 años podría ser la clave detrás de la sensación de que el tiempo se acelera, explicó un especialista.

Hoy 12:08

Algunas veces recordamos con una gran sonrisa las tardes de juego que disfrutábamos con nuestros amigos durante la infancia y el tiempo se dilataba para avanzar muy lentamente. También en las largas jornadas de colegio cuando el reloj parecía haberse parado. Pero eso no ocurre cuando llegamos a la etapa adulta. De hecho, es como si el transcurrir de los días se hubiera acelerado, las horas se nos vinieran encima, cada vez más rápido y no nos diera tiempo a nada.

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE DIARIO PANORAMA Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO

Esto no tiene nada que ver con que el tiempo, como señalaba Albert Einstein, sea relativo. La percepción sobre el paso de las horas y de los días, meses y años, difiere con el devenir de los cumpleaños. Mucho más pausada en la infancia y adolescencia y mucho más vertiginosa, como si volara, cuando se es adulto. Pero no hay que preocuparse porque el tiempo siempre fue e irá a la misma velocidad. Es sólo una sensación asociada a la edad y hay una razón científica para explicarlo.

Las diferentes etapas

Hashem Al-Ghaili, experto en Biología Molecular y comunicador científico, explica que “el tiempo parece ir más deprisa según envejecemos porque nuestros cerebros y nuestras vidas, se convierten en más rutinarios”, por lo cual explicó lo que ocurre en cada etapa que atravesamos.

* Infancia y adolescencia: un mundo nuevo por descubrir. Los días que disfrutábamos en la infancia y adolescencia nunca eran iguales. Siempre pasaban cosas más o menos inesperadas, se acumulaban nuevas experiencias, por lo que acababan resultando muy diferentes. Con el transcurrir de los años, había nuevos colegios, nuevas amistades, nuevos amores y desamores, todo estaba por ser descubierto. Hashem Al-Ghaili señala que durante la adolescencia, los cambios rápidos creaban una sensación de novedad y ralentizaban nuestra percepción sobre el tiempo.

* Edad adulta: nada nuevo bajo el sol. Alcanzada la etapa adulta y, sobre todo, la mediana edad, no hay lugar para tantas sorpresas y, a veces, es como si siempre se estuviera viviendo el mismo día o el mismo mes y año. Mismo trabajo, mismas amistades y un largo etcétera de “mismos”. Tal es así que, al contrario de lo que ocurre durante la infancia o adolescencia, nos cuesta mucho identificar cuándo acometimos una acción que, por tantas veces realizada, se volvió rutinaria.

La clave es romper con la rutina

El especialista dice que hay que recordar que el tiempo sigue viajando a la misma velocidad y que lo que sentimos es sólo una percepción del cerebro que, según dijo, en la adolescencia tiene una gran adaptabilidad y elasticidad, absorbiendo nuevas experiencias con las que impregnará nuestro desarrollo. Esto crea la sensación de que el tiempo se mueve muy despacio, pues todos los días traen algo nuevo. Pero en la edad adulta nuestras vidas tienden a asentarse en patrones consistentes. Las nuevas experiencias son mucho más infrecuentes. Eso hace que el tiempo parezca volar.

Los cerebros de los adolescentes, más aún los de los niños, están por llenar. No tanto así los de los adultos y esto es muy importante, dado que la acumulación de recuerdos y experiencias también condiciona y mucho, la percepción del tiempo. Según envejecemos, indica Hashem Al-Ghaili, albergamos una vasta colección de eventos o sucesos de referencia, lo que hace que los eventos recientes parezcan relativamente insignificantes y que el tiempo parezca comprimido.

Por eso recomienda romper con la rutina. Esa sensación de que el tiempo se aceleró se puede revertir: hay que volver a ser un niño, hacer que, en la medida de lo posible, todos los días sean diferentes. Romper con la rutina, por ejemplo, cambiando continuamente las rutas por las que paseamos o probando nuevos platos o tratando de hacer nuevos amigos. Igualmente, tenemos que prestar más atención al presente.

También es muy importante, concluye Hashem Al-Ghaili, apreciar la estabilidad que te ofrece ser un adulto. No tener que padecer las cascadas de emociones, en muchas ocasiones desmedidas, que se viven en la adolescencia por la falta de experiencia vital. De hecho, según demostró la Universidad del Ruhr en Bochum, Alemania, la satisfacción con la vida crece gradualmente una vez se dejó atrás esta temprana etapa dominada por las hormonas.