Disney revela la génesis de su leyenda más felina en una precuela de animación digital que mejora notablemente el apartado más polémico del remake de "El rey león" de 2019.
Por Fran Chico
Para Fotogramas
De la actual cruzada de Disney por sustituir sus clásicos animados por películas de acción real (o, en este caso, de animación 'realista' por ordenador) se pueden concluir, al menos, un par de cosas: La primera es que la animación tradicional ha quedado relegada al cine de autor y al asiático, donde sigue funcionando en crítica y público. La segunda, que en la era actual en la que solo se apuesta por remakes, secuelas y reboots, los grandes estudios consideran a los 'dibujos animados' tan obsoletos como, en su día, el blanco y negro.
Sea esta percepción acertada o no (los que entienden de dinero son ellos, aquí estamos para otra cosa), es lo que nos toca. La nueva versión de 'El rey león', dirigida en 2019 por Jon Favreu, les dio la razón en lo económico, pero generó dudas en lo artístico. La historia era la misma que nos enamoró en 1994, con varias de las mejores y más recordadas canciones del universo Disney, incluso con el vozarrón de James Earl Jones repitiendo como Mufasa, pero el 'realismo' digital impostado se quedaba a medio camino entre la cinemática de videojuego y un documental de la sabana africana, con un bajón preocupante en la expresividad de los personajes que eliminaba toda su profundidad y sus matices emocionales.
Cinco años después llega 'Mufasa: El rey león', una secuela/precuela (es las dos cosas al mismo tiempo) que en tiempos del VHS hubiese ido directa al mercado doméstico, mas en la situación actual será un éxito de taquilla si no ocurre nada raro. Su narración se centra en la infancia de Mufasa, que al igual que Simba se separa de sus padres a una edad muy temprana tras una avalancha (en vez de ñús, una riada de agua) y termina siendo acogido por otra comunidad de felinos en la que conoce a Taka, un joven león al que pronto considera un hermano. La historia se la cuenta Rafiki a la hija de Simba, Kiara, ante la atenta mirada de unos Timón y Pumba que no paran de hacer chistes y autorreferencias como alivio cómico para el público más infantil.
El oscarizado Barry Jenkins ('Moonlight', 2016), que toma el testigo en esta nueva entrega de la saga, consigue arreglar varios de los defectos visuales de su predecesora. Los movimientos son más naturales y fluidos, pero al mismo tiempo apoyan la sensación de que estamos viendo una aventura 'fantástica' y no un documental de naturaleza salvaje. Las caras de los leones, esta vez sí, logran expresar asombro, enfado, alegría y tristeza, y las canciones de Lin Manuel Miranda, aunque no logren estar a la altura de las compuestas por Elton John, van ganando con cada escucha y se complementan a la perfección con la banda sonora de un Dave Metzger que reutiliza gran parte de la partitura original de Hans Zimmer. El tono también evoluciona, sabedor de que el estilo de animación no es tan atractivo para una audiencia joven como lo puedan ser películas como 'Vaiana 2', y que los que se pusieron en bucle 'El rey león' hace 30 años ahora peinan(mos) canas.
El remake de 'El rey león' fue un movimiento innecesario desde el punto de vista cinematográfico, pero una jugada maestra en lo empresarial. Dado el contexto, lo mínimo que podemos exigir es que este tipo de productos se parezcan lo menos posible a eso, a productos, y más a películas. Y con 'Mufasa: El rey león', al menos, podemos estar tranquilos: cumple con creces.
Para los que quieran indagar en el pasado de uno de los iconos de su infancia.