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Opinión y Actualidad

Aprender a leer y escribir a tiempo: un derecho que no todos tienen

Tiago está terminando primer grado. Fue un año difícil en la escuela estatal del conurbano bonaerense a la que asiste, principalmente para él y sus compañeros que tuvieron varias docentes que fueron pidiendo licencias.

05/12/2024

Por María de los Ángeles Reig
Para La Nación

Esta situación particular agravó el cuadro general: las ausencias,  suspensiones de clase y paros que afectaron a todos los alumnos de la  institución.

Así, luego de un año en la escuela, apenas si escribe su nombre. Muchos pensarán, “bueno, seguro que tampoco fue al jardín, viene sin escolaridad previa”, pero no. Tiago fue al jardín de infantes de gestión estatal de su barrio, donde hizo sala de 4 y 5. El problema fue que, durante esos dos años de nivel inicial, no tuvo ninguna aproximación al mundo de la lectoescritura.

Esta realidad es una constante en todas las escuelas de gestión estatal de la provincia de Buenos Aires. Las palabras cuadernillo, fonema, grafema o conciencia fonológica quedan excluidas del currículum del nivel inicial. Quienes defienden esta postura, principalmente los cuerpos de inspección y directivos, sostienen que enseñar a leer y a escribir en jardín es “primarizar el nivel inicial”, como si proponer actividades en un cuaderno fuera una suerte de tortura para los chicos de 4 o 5 años. Mientras tanto, los colegios de gestión privada hacen piruetas para sortear este control y así poder aproximar a los niños a la lectoescritura de forma temprana. Cuando lo logran, los resultados son altamente positivos. De acuerdo con distintas directoras consultadas, en promedio, el 80% llega leyendo y escribiendo a primer grado.

La alfabetización temprana y el factor cuna

Numerosos estudios coinciden en afirmar que el entorno sociocultural de los niños suele ser altamente condicionante de su desempeño escolar. Es lo que se conoce como el factor cuna: mientras que en los hogares de clase media y media alta hay un mayor acceso a los bienes culturales, y los niños acceden de forma temprana al lenguaje escrito, en los de los sectores populares la realidad es distinta: los chicos comienzan a vincularse con la escritura recién cuando ingresan a primer grado, lo que genera una enorme desigualdad que aumenta el riesgo de fracaso escolar.

Ana María Borzone, investigadora y especialista en alfabetización, sostiene en su libro Leer y escribir a los 5 que “la Educación Inicial puede jugar un rol relevante en relación con la problemática del fracaso (escolar) si se crean en este nivel situaciones que favorezcan el desarrollo del lenguaje oral y escrito, atendiendo a la progresión evolutiva que tienen estas adquisiciones.” Además, afirma que “las investigaciones han demostrado que alrededor de los tres años los niños pueden diferenciar el dibujo de la escritura”, es decir, ya están en condiciones madurativas de empezar a acercarse a la lectoescritura.

Los métodos globales, válidos para unos pocos

Sin embargo, esta perspectiva no es la que predomina en el ámbito del Ministerio y de la formación docente de la provincia de Buenos Aires. Aunque cada vez son más las voces disidentes, todavía los métodos globales o sociales basados en la psicogénesis aparecen como la única forma de enseñanza de la lectoescritura. Este modelo, creado por la psicóloga Emilia Ferreiro a principios de los años 70, parte del postulado de que la alfabetización ocurre por la interacción con el medio y las experiencias culturales. Es el niño quien va construyendo su propio principio alfabético. ¿Qué pasa entonces con los miles de chicos que, como Tiago, interactúan con un medio cultural donde no aparece la palabra escrita? ¿Quién se fija en ellos? Lamentablemente, ni el currículum ni la escuela les ofrecen alternativas.

Florencia Salvarezza, lingüista y especialista en neurociencia y educación, afirma que “lo que muestran los estudios es que sólo el 5% de los niños aprende a leer sin ayuda. Hay un 30% que aprende más o menos con cualquier método y el resto necesita de uno bien estructurado y guiado por un adulto debidamente preparado. Ahí está el 60% de los chicos que no leen en la Argentina, los que necesitan de un método que la escuela hoy no ofrece”.

A comienzos de 2023, el gobierno de la provincia de Buenos Aires aprobó e implementó un nuevo Diseño Curricular para el nivel inicial, un par de semanas antes de que comenzaran las clases. En sus más de 400 páginas no hace referencia alguna a la conciencia fonológica o a la relación grafema fonema. El término alfabetización aparece, pero siempre acompañado de ideas que lo alejan de la enseñanza directa de la lectoescritura.

En el capítulo de Prácticas del Lenguaje se deja bien claro este lineamiento: “enseñar las prácticas sociales del lenguaje dista mucho de plantear actividades para ‘entrenar’ a alumnas y alumnos en el logro de habilidades para memorizar el nombre de las letras, reconocerlas, sonorizarlas, establecer correspondencias desde su enseñanza explícita, ni ningún otro tipo de actividad que privilegie aspectos perceptuales y motrices ‘preparatorios’”.

Acercarse a la lengua escrita de forma estructurada y jugando es posible

No hace falta viajar a Finlandia para encontrar otras perspectivas en las que juego y aprendizaje no son experiencias excluyentes. En las Bases Curriculares para la Educación Parvularia de Chile aparece la enseñanza de la lectoescritura de forma explícita, así como la conciencia fonológica. “Representar gráficamente algunos trazos, letras, signos, palabras significativas y mensajes simples legibles, utilizando diferentes recursos y soportes en situaciones auténticas”, es uno de los objetivos de aprendizaje para el último año de educación inicial. Además, desde el año 2021, se encuentran vigentes las Diez prácticas Intransables para para favorecer el lenguaje y la alfabetización en NT1 y NT2, que además de plantear objetivos concretos ofrecen una gran cantidad de material didáctico.

La alfabetización temprana: la deuda más urgente

De acuerdo con los resultados de las Pruebas ERCE 2019 realizadas por Unesco, en nuestro país, el 61% de los alumnos de tercer grado de los sectores más pobres no alcanza los conocimientos básicos de lectoescritura.

Es evidente que los serios problemas de alfabetización no son únicamente consecuencia de la falta de un aprendizaje temprano, pero, claramente, éste es un factor que debería tenerse en cuenta a la hora de buscar soluciones. Como sostuvo Daniel Feldman en el seminario sobre “La formación de lectores y escritores” organizada por Unesco y el Ministerio de Educación Nacional en noviembre de 2022: “El tema del tiempo del aprendizaje no es un tema menor, porque no es una variable inocua en términos de alfabetización … por lo que implica la alfabetización como la base esencial, central, vital y dominante del resto del aprovechamiento escolar.” No es lo mismo primer grado que tercero o sexto.

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Argentina se enfrenta a un enorme desafío: sacar adelante una sociedad en la que más del 40% de los niños son pobres. Una escuela atenta, que mire la realidad y el contexto de sus alumnos y busque opciones eficientes y eficaces, es un motor privilegiado para lograrlo. Como sostiene Rafael de Hoyos, “pensar que la educación es una herramienta para la salida de la pobreza no es un cliché, es cierto”. Sólo resta generar las condiciones necesarias y poner manos a la obra.

Pero, además, hay otro tema: para aprender procesos es necesario adquirir primero ciertos saberes fundantes, indispensables que nos permiten embarcarnos en el camino del conocimiento y la educación. Leer y escribir, calcular, algunas nociones de espacio, de tiempo, conocimientos básicos de geografía, etc, son contenidos que deben priorizarse al proceso. Sin ir más lejos, en nuestro país tenemos una dolorosa experiencia al respecto. Hasta hace algunas décadas, los alumnos aprendían a leer y escribir en primer grado, lo importante era que aprendieran, no importaba cómo. Y lo lograban. Años después, la ecuación se invirtió, y lo importante pasó a ser el proceso del aprendizaje de la lectoescritura, sin importar si al alumno le llevaba tres años aprender a leer y a escribir. El daño de esta decisión fue (y sigue siendo) inconmensurable, y los índices de alumnos no alfabetizados o que no tienen una comprensión lectora adecuada dan cuenta de ello.

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