El basamento científico convertido en arte. El género de Sci-Fi como premonitorio a lo que será nuestro futuro. Adaptaciones de la literatura de ciencia ficción al cine. La imaginación como precursora de la invención científica.
Por Pablo Argañarás, Lic. en Cine y Televisión
La literatura, el cine y la televisión funcionaron como premonitorios al uso de la tecnología. El escritor francés Julio Verne es un claro ejemplo de ello. Entre sus obras encontramos “La vuelta al mundo en ochenta días”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “De la Tierra a la Luna”, “Cinco semanas en globo”, entre muchas otras. En sus textos podemos encontrarnos con artefactos que luego fueron inventados y utilizados en la cotidianeidad real de las sociedades. Lo que él planteaba como ciencia ficción, en el devenir del tiempo se convirtió en realidad. Las historias de sus novelas sirvieron de inspiración a investigadores y científicos para convertir en fáctico lo que se daba por ficticio.
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Otro gran escritor que aportó desde sus textos de ciencia ficción fue Isaac Asimov. El ruso fue un precursor en utilizar conceptualmente la robótica, antes incluso de la invención de los robots. Es conocido como el “padre de la robótica”. Asimov, quien luego se nacionalizaría estadounidense, y escribió libros del género de ciencia ficción, históricos y de divulgación científica. Entre ellos se destacan “Yo, robot”, “Fundación”, “La última Pregunta” y “El fin de la Eternidad”, entre muchísimos otros títulos de su prolífica obra literaria.
Mucho antes en el tiempo nos podemos basar en los escritos y dibujos del polímata Leonardo Da Vinci. Leonardo fue pintor, paleontólogo, escritor, arquitecto, anatomista filósofo, inventor, músico, urbanista y poeta. En sus textos y dibujos podemos observar que inventó el traje acuático, antecesor a los trajes para hacer submarinismo hoy en día.
También ideó el paracaídas, el ornitóptero, un antecesor a lo que hoy conocemos como el helicóptero. En el ámbito de las invenciones bélicas, el florentino, creo el triple cañón, la catapulta, la ametralladora y el tanque de guerra. Da Vinci fue un visionario de las ciencias y las artes que se anticipó siglos a la evolución tecnológica.
Indudablemente las artes audiovisuales con su aporte lúdico incentivaron aún más los aportes para el avance de la imaginación de los inventores y científicos. Las primeras películas del siglo XX del género de ciencia ficción estaban basadas en las obras de Julio Verne. “El Viaje a la Luna”, “Viaje a través de lo imposible” del director de cine francés George Meliés, fueron dos de las veintiocho adaptaciones al cine de los libros de éste escritor. Algo parecido sucedió con los textos de Isaac Asimov y muchos otros narradores a quienes el cine y la televisión hicieron sus correspondientes traspolaciones a pantalla.
La contundencia onírica del cine, en tamaño de imagen en pantalla y magnitud sonora, y luego con su advenimiento, de la televisión con la masificación de los contenidos de ficción para la pequeña pantalla, ayudaron a que la imaginería de los espectadores de todo el planeta se convirtiera en efervescente. La ciencia ficción se consolidó como un género audiovisual, junto con el terror, entre los favoritos de las audiencias. Y la ciencia de a poco fue desandando los pasos de esas quimeras y tornándolas menos descabelladas.
En la actualidad nos parecen casi inocentes algunos contenidos cinematográficos y televisivos del pasado, en donde se mostraban invenciones como futuristas y en la actualidad son de uso común y cotidiano. “El superagente 86” y su zapato – celular del año 1965 es un ejemplo de esto. Y hay muchísimos más. “El auto fantástico” (1982) con su computadora de a bordo hoy nos causa risa con los GPS y Google Maps. “2001, Odisea en el espacio” (1968) nos mostraba a los astronautas operando la nave espacial con lo que hoy son las tablets. En “Star Trek” de 1966, utilizaban los replicadores, que vendrían a ser las impresoras 3D de hoy en día. Tom Cruise en “Minority Report” (2002) era un detective que se desempeñaba con soltura en interfaces virtuales llenas de botones y pantallas a modo de hologramas. Estas interfaces ya se están utilizándose en la docencia actualmente.
La imaginación, como pudimos observar, primero tracciona a los artistas. Luego este imaginario se instala socialmente y comienza a ser considerado para ser fáctico por la ciencia. Pensemos que la tecnología avanza a pasos agigantados. Y con ello no quiero imaginar las cosas que la ciencia nos tendrá deparado en los próximos 50 años. Lo que sí estoy seguro que a esos inventos venideros antes los veré en los medios audiovisuales en el marco de una obra de ciencia ficción.