En la Fiesta de Nuestra Señora de la Consolación, el arzobispo Vicente Bokalic reflexionó sobre la fe, la fraternidad y la misión cristiana, destacando en su homilía la importancia de la oración y el compromiso solidario con los más necesitados.
Durante la homilía en el marco de la Fiesta de Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa 2024, monseñor Vicente Bokalic llamó a los fieles a renovar la fe y la esperanza en un mundo lleno de desafíos.
Desde el "vallecito" santiagueño, el arzobispo recordó el legado de casi 400 años de presencia mariana en el santuario y exhortó a vivir una fe activa, cimentada en la oración, la solidaridad y el compromiso con los más vulnerables.
“Bendito sea el Señor que nos permite reencontrarnos en este vallecito de nuestro querido Santiago del Estero. Venimos con un corazón pobre y humilde, pero confiado en la intercesión de nuestra Madre de la Consolación. Dios Padre quiso que esta milagrosa imagen de María llegara a nuestros pagos en 1630. Nos acercamos a los 400 años de presencia mariana en este rinconcito oculto de nuestra patria, y desde este lugar sagrado se han derramado gracias por generaciones a todos los que recurrimos a Ella, por ser Madre del Señor y Madre de la Iglesia. Aquí nos sentimos cercanos, acortando distancias y superando barreras que nos impone la vida cotidiana. Como hijos de Dios, fortalecemos nuestra condición de familia y fraternidad entre nosotros.
Como rezamos muchas veces: ‘Nos sentimos heridos y agobiados, precisamos tu alivio y fortaleza’. Somos frágiles, estamos cansados, con muchas cargas en nuestra mochila, pero volvemos con confianza, recibiendo maravillosos testimonios: ‘Aquí se alivia la mochila’. Las gracias del Dios de la Vida nos ayudan a recuperar la alegría de ser hijos, amados por el Señor y seguros de la caricia y ternura de nuestra Madre, que nos reúne alrededor de una mesa.
Culminando el año de la oración al que nos convocó el Papa Francisco, meditamos diversas escenas del Evangelio donde encontramos a Jesús orando y enseñando a orar a sus discípulos. Aun en medio de tantas actividades, Jesús buscaba momentos de soledad y silencio para estar con su Padre: su ejemplo y exhortación nos impulsan a la oración, para constituirnos en comunidades orantes para la misión. Esta misma actitud la encontramos en María, la Virgen. Ella ora con los Apóstoles como una más entre ellos, como parte de un pueblo, humilde y confiado.
En aquellos comienzos de la Iglesia, María fue una entre los Apóstoles, cooperando con el nacimiento de la Iglesia en estado de misión. Como peregrina, fortalecía vínculos, animaba a la esperanza y constituía una familia de fe entre quienes habían vivido la experiencia Pascual.
María es el eco de la voz de Jesús: ‘Separados de mí nada pueden hacer’ (Jn 15,5). Estas palabras, dichas antes de la Pasión, nos recuerdan la necesidad de permanecer unidos a Él para cumplir nuestra misión como discípulos misioneros. Venir a Sumampa nos regresa a las dimensiones esenciales de nuestro ser de bautizados y seguidores de Jesús.
El santuario es un lugar de oración, encuentro personal y comunidad, donde compartimos la fe, buscamos consuelo y renovamos fuerzas para enfrentar las pruebas de la vida familiar y social. Allí experimentamos la mirada tierna de la Virgen, que nos da paz y esperanza.
No podemos quedarnos en una oración intimista. María nos enseña a estar atentos a las necesidades de los demás, como en las bodas de Caná. Su ejemplo nos invita a comprometernos, dejando de lado la indiferencia y actuando solidariamente ante las injusticias y sufrimientos de nuestros hermanos.
María percibió la carencia en la boda, la hizo suya y tomó la iniciativa para resolverla. La auténtica oración nos abre los ojos a la realidad de nuestros hermanos y nos convierte en samaritanos de los caídos al borde del camino.
Estar aquí renueva nuestra fe, nos consuela en nuestras luchas y nos ayuda a retomar los compromisos cristianos asumidos en el Bautismo. A las puertas del Año Jubilar convocado por el Papa Francisco, pidamos a Nuestra Madre de la Consolación que transforme nuestra indiferencia en solidaridad y nos convierta en consuelo para nuestros hermanos.*
- Vicente Bokalic CM - Arzobispo de Santiago del Estero.
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