En el exterior se siguen con interés los logros económicos de Milei, que ha puesto en el centro del debate una alternativa diferente para América Latina.
Por Carlos Sabino
Para Clarín
Cuando en la década de los ‘80 del siglo pasado Latinoamérica emprendió el retorno a la democracia, se crearon grandes expectativas y esperanzas en la población. Dejadas atrás las dictaduras, se pensó que un futuro de prosperidad y mayor libertad estaba ya a la vuelta de la esquina. Claro está, había un nubarrón en el horizonte, la llamada crisis de la deuda, que produjo un fuerte impacto negativo en todos los países e hizo disminuir el nivel de vida de la gente.
Pero eso, también se superó. Reformas que redujeron los gastos fiscales y lograron cierta apertura hacia una economía de mercado lograron equilibrar las cuentas y volver a la estabilidad.
HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE DIARIO PANORAMA Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO
Han pasado más de treinta años desde aquellos tiempos, pero los resultados no han sido los esperados. Las economías no crecen lo suficiente como para reducir la pobreza, la corrupción ha florecido, el crimen es rampante, las libertades siguen siendo siempre condicionales, sujetas a los caprichos de la burocracia y de gobiernos que todo lo quieren controlar.
Ante los magros progresos obtenidos, los electorados, en todas partes, comenzaron a manifestar su descontento. En una conducta que a primera vista parece errática, votaron por la oposición -sin importar mucho que fueran de derecha o de izquierda- y luego, ante la falta de resultados, buscaron figuras alejadas de los partidos y la política tradicional, como Bukele en El Salvador o Bolsonaro en Brasil.
En Argentina también se expresó este fenómeno, pero con un giro diferente. El país abandonó las reformas que se hicieron en la década de los ‘90 y comenzó un populismo de izquierda. Se cerró en buena medida la economía nacional, se multiplicaron los subsidios y se impusieron nuevos controles sobre la actividad económica que la frenaron sin piedad. La pobreza al comienzo se redujo, pero fue un descenso ilusorio.
Llegó el momento en que estas políticas mostraron sus nefastos resultados: inflación en perpetuo aumento, empobrecimiento de la mayoría y una economía estancada y cada vez más aislada del mundo. Pero el electorado, al fin, reaccionó y eligió, como en otras partes, a un outsider. Pero en este caso no un conservador ni un moderado, sino a un libertario, Javier Milei.
No se equivocó. Sus políticas, en menos de un año, han producido visibles efectos positivos: la inflación va desapareciendo gradualmente, se eliminan gastos superfluos y dañinos controles y la economía comienza a crecer nuevamente.
El país retorna con buen pie a los mercados internacionales y un ambiente de confianza se difunde en la Argentina, que va dejando atrás la pesadilla del kirchnerismo. Hasta la seguridad ha aumentado y ya no hay bloqueos en las calles ni manifestaciones violentas.
Milei está demostrando que es posible crear una alternativa frente a los Estados que pregonan redistribuir la riqueza, todo lo controlan y descuidan la seguridad en el vivir cotidiano. Gobiernos que exprimen a los trabajadores con altos impuestos, pero que solo otorgan dádivas con fines políticos y ofrecen deficientes servicios de salud, una educación ideologizada y jubilaciones ínfimas.
El efecto ya se siente entre los latinoamericanos. Figuras conservadoras ahora defienden con mayor énfasis la libertad económica, abandonando la nefasta idea del intervencionismo estatal como promotor del desarrollo. Las izquierdas, a partir del triunfo de Trump, vociferan insultos, pero no comprenden que la gente ya no confía en sus promesas.
En Centroamérica, azotada por la delincuencia, se extiende cada vez más la idea de fortalecer la seguridad, de tomar medidas drásticas contra los extorsionistas que no dejan florecer la economía. Hasta figuras moderadas del centro político admiten que hay que es necesario tomar un nuevo rumbo.
Desde todas partes se siguen con interés las acciones del libertario, que ha puesto en el centro del debate una alternativa diferente a las que tan pobres resultados han dado en las últimas décadas. Estamos seguros de que este cambio de opinión, lento por ahora pero significativo, se manifestará con todo vigor en la escena política en tiempos muy cercanos. No veo otra solución viable.