Existen preocupaciones sobre la postura medioambiental del presidente electo de Estados Unidos, su relación con Lula da Silva y la creciente influencia de Beijing en el ámbito comercial de Brasil.
Poco antes de que Estados Unidos acudiera a las urnas, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, había dado su apoyo público a la candidata demócrata Kamala Harris. “Para nosotros, la victoria de Kamala en las elecciones es mucho más segura para fortalecer la democracia en Estados Unidos”, había afirmado en una entrevista a la cadena de televisión francesa TF1.
De Donald Trump, sin embargo, Lula había dicho en la misma entrevista que eran “el fascismo y el nazismo los que están de nuevo en acción” y luego corrigió su tono inmediatamente después de la victoria del candidato republicano. “Mis felicitaciones al presidente Donald Trump por su victoria electoral y su regreso a la presidencia de Estados Unidos. La democracia es la voz del pueblo y siempre debe ser respetada. El mundo necesita diálogo y trabajar juntos para tener más paz, desarrollo y prosperidad. Deseo suerte y éxito al nuevo gobierno”, escribió Lula en su perfil X, mostrando una gran tranquilidad sobre el futuro de las relaciones entre los dos países.
Sin embargo, fuentes diplomáticas en Brasilia dijeron a Infobae que están preocupados especialmente en relación al hecho de que el partido Republicano, además de ganar con su candidato, ha recuperado el control en el Senado con buenas posibilidades de mantener también la mayoría en la Cámara. Esto le facilitará aprobar las medidas con las que Trump hizo campaña, desde la deportación masiva de inmigrantes ilegales hasta la revisión de algunas de las políticas energéticas del Gobierno de Biden que también podrían tener impacto en Brasil.
Además, está el temor a los aranceles y, por tanto, a la posible política comercial proteccionista del nuevo Gobierno de EEUU. En su primer mandato, Trump había llegado a amenazar con medidas proteccionistas contra el gigante latinoamericano en los sectores del acero y el aluminio. Mientras que ahora hay preocupación por el más competitivo: el agroindustrial. Durante el primer mandato de Trump, los productores brasileños de soja se beneficiaron de la guerra comercial entre Washington y Beijing, sustituyendo parte de la producción estadounidense en el mercado chino.
“Sin embargo, los productores brasileños de soja ya han ganado terreno a los productores estadounidenses, con poco margen adicional para un crecimiento significativo. La dependencia comercial de Brasil respecto a China podría aumentar en un escenario en el que Trump prometa intensificar la rivalidad con los chinos”, escribe en el diario O Estado de São Paulo Matias Spektor, profesor de Política y Relaciones Internacionales de la Fundación Getúlio Vargas e investigador del think tank Carnegie Endowment for International Peace, con sede en Washington.
Para el año que viene, las posibilidades de que Brasil supere a Estados Unidos y se convierta en el líder mundial de las exportaciones agrícolas son altas. El año pasado, la ventaja de Washington fue de sólo 9.000 millones de dólares (174.000 millones frente a 165.000 millones). Para 2025, con una cosecha brasileña récord, el Ministerio de Agricultura prevé que las exportaciones agrícolas ronden los 180.000 millones de dólares. EE.UU., por su parte, se situará en 169.500 millones de dólares.
Además, si el presidente republicano vuelve a retirarse del Acuerdo de París, al que Biden regresaría más tarde y que regula las acciones para contrarrestar el cambio climático, podría producirse un impasse diplomático en la COP30, prevista para el año que viene en Belém, en la Amazonia brasileña. Según los expertos, quizá también para presionar sobre esta cuestión, Biden visitará la Amazonía el próximo domingo 17 de noviembre durante su viaje para asistir al G20 en Río de Janeiro. Según un comunicado de la Casa Blanca, el presidente se reunirá con los líderes indígenas de la región y con “otras personas que trabajan para preservar el crítico ecosistema”.
En una entrevista con la periodista de la CNN Christiane Amanpour, Lula dijo el jueves que Trump “tiene que pensar como un habitante del planeta Tierra”, en referencia a una posible retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París. “Creo que el presidente Trump tiene que pensar como un habitante del planeta Tierra. Y si piensa como el gobernante del país más importante y más rico del mundo, que tiene más tecnología y está mejor preparado militarmente, debe ser consciente de que Estados Unidos está en el mismo planeta que yo”, dijo.
En la misma entrevista, Lula atacó al magnate Elon Musk, uno de los principales patrocinadores de la campaña electoral de Trump. “Lo único que queremos es que trate a los países con respeto y que no use fake news para informar a la gente, tanto estadounidense como brasileña”, dijo. Lula también restó importancia al apoyo de Bolsonaro al recién elegido presidente de EEUU. “Bolsonaro fue presidente y yo lo derroté. Incluso si hubiera apoyado a Trump, no tiene votos en Estados Unidos; Trump no habría ganado las elecciones”, dijo.
Por último, queda la incógnita de Venezuela. El gobierno de Biden había suavizado las sanciones con la promesa del dictador venezolano Nicolás Maduro de permitir elecciones democráticas, promesa que luego fue totalmente incumplida. Los demócratas habían dado a Lula el papel de interlocutor para una mediación brasileña. Ahora habrá que ver si este papel será confirmado también por Trump, que en su primer mandato había trazado una estrategia de “máxima presión” con sanciones económicas contra el régimen de Caracas.
Además, quedan algunos temas abiertos que podrían crear ruido diplomático y sobre los que Lula también se distanció de los demócratas. Brasilia y Washington discreparon en la era Biden sobre las cifras que EEUU enviaría al Fondo Amazonía, sobre las posiciones ante la guerra de Ucrania y el conflicto entre Israel, el grupo terrorista Hamas y la milicia radical chií libanesa Hezbollah. Mientras Estados Unidos es el principal aliado de Kiev y Tel Aviv, Lula ya se ha visto envuelto en varias polémicas por sus declaraciones sobre el conflicto en Ucrania y también en Oriente Próximo.
Luego está la cuestión de China, también divisoria, ya que Washington tiene en Beijing a uno de sus principales enemigos geopolíticos. El pasado 23 de octubre, en un evento en São Paulo, la representante de Comercio de EEUU Katherine Tai, dijo que Brasilia debería considerar los riesgos de unirse a la llamada iniciativa de la Franja y la Ruta. La embajada china en Brasilia reaccionó inmediatamente a las declaraciones estadounidenses, afirmando en un comunicado que “se falta al respeto a Brasil, un país soberano, y se ignora el hecho de que la cooperación chino-brasileña es igualitaria y mutuamente beneficiosa”.
La incertidumbre sobre la victoria de Kamala Harris antes de la votación en EEUU había llevado al asesor de política exterior de Lula, Celso Amorim, según el diario Folha de São Paulo, a dar un paso atrás sobre la posible adhesión de Brasil, ya dada casi por segura por el presidente brasileño. Ahora, sin embargo, la victoria de Trump, así como la llegada del presidente chino, Xi Jinping, a Río de Janeiro el domingo 17 de noviembre con motivo del G20, podrían volver a trastocar las cartas. La posición del gigante latinoamericano en su intención de liderar la alianza sur-sur del planeta a través de los BRICS y con una moneda alternativa al dólar también podría exacerbar las relaciones con Washington.
Por último, está el asunto Bolsonaro, el gran amigo de Trump. En la votación presidencial estadounidense, el entonces presidente brasileño había grabado un vídeo respaldando a su homólogo en Washington. Trump le correspondió en 2022, cuando Bolsonaro se presentó de nuevo a las presidenciales, exigiendo a los brasileños que le votaran y llegando a llamar a Lula ‘Lulu’. Una asociación que ahora también pasa por la Argentina de Javier Milei, amigo tanto de Bolsonaro como de Trump y que podría crear un nuevo eje geopolítico apoyado por Estados Unidos.
Además, la presencia del hijo de Bolsonaro, el diputado federal Eduardo, del Partido Liberal (PL), en el comité electoral de Trump durante el recuento de votos indica que la oposición brasileña también se unirá a la derecha de Trump de cara a las elecciones presidenciales brasileñas de 2026. Inmediatamente después de la victoria de Trump, el presidente del Partido Liberal, Valdemar Costa Neto, dijo a CNN Brasil que trabajará por la candidatura de Bolsonaro en 2026. “El momento es histórico; revela el ascenso y la permanencia de la derecha en el mundo”, dijo, añadiendo también que “trabajaremos con determinación para elegir al presidente Jair Bolsonaro en las elecciones de 2026″.
El politólogo Adriano Cerqueira, profesor del Ibmec en Belo Horizonte, dijo al sitio de noticias Gazeta do Povo que “la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses puede representar una nueva fase de protagonismo de Bolsonaro en la política brasileña”. Según él, “Trump probablemente lo apoyará plenamente. Siempre menciona a Bolsonaro en los discursos y trabajará en esta articulación, involucrando a parlamentarios brasileños y estadounidenses. Bolsonaro sale muy fortalecido y sin duda retoma su papel de líder de la derecha en Brasil”, dijo.
Como informa el diputado federal Gustavo Gayer, del PL, muchos parlamentarios brasileños de derechas ya están planeando asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos, prevista para enero de 2025. Y las tensiones ya se vislumbran al respecto. El expresidente Bolsonaro ha dicho que quiere asistir, pero el problema es que no puede salir del país porque su pasaporte está requisado desde febrero pasado por Alexandre de Moraes, juez del Supremo Tribunal Federal (STF) que lo investiga por el supuesto intento de golpe de Estado de enero de 2023.
Bolsonaro ya ha dicho que pedirá la devolución de su pasaporte por cuarta vez. “¿Crees que Trump invitará a Lula? Tal vez por protocolo”, dijo el expresidente al diario Folha de São Paulo. “¿A quién invitará de Brasil? Tal vez sólo a mí. ¿Dirá Moraes no al hombre más poderoso del mundo? Soy un ex. ¿Se meterá Moraes en problemas por culpa de un ex?”. La bancada bolsonarista en el Congreso brasileño también espera que Trump suspenda las visas de los jueces del STF. En septiembre pasado, algunos congresistas republicanos estadounidenses, María Elvira Salazar, Carlos A. Giménez, Rich McCormick, Chris Smith y el senador Rick Scott habían enviado un pedido al secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, para que revocara los permisos de entrada de todos los jueces del STF en el país. Todos ellos fueron reelegidos y, por tanto, podrán seguir ejerciendo presión.