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El crudo relato de una argentina que sobrevivió al brutal ataque de Hamas en Israel: "Los quemaron vivos"

La frase impacta por su crudeza. Adriana Sifran es argentina, tiene 64 años y vivía desde hacía más de cuatro décadas en la granja comunitaria de Nir Itzjak, a apenas tres kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza.

06/10/2024

“Cuando estaba en el refugio, sola, en mi casa, hablaba por teléfono con una amiga argentina de un kibbutz vecino cuya madre había viajado la noche anterior a la Argentina. Comentábamos qué suerte que al menos ella no tenía que vivir esa pesadilla. Mi amiga se llamaba Ronit Sultan. A ella y a su marido Rolan, de origen marroquí-francés, los quemaron vivos”.

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La frase impacta por su crudeza. Adriana Sifran es argentina, tiene 64 años y vivía desde hacía más de cuatro décadas en la granja comunitaria de Nir Itzjak, a apenas tres kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza. Trabajaba en el área de manutención tras una vida dedicada a la docencia. El 7 de octubre de 2023, hace justo un año, sobrevivió al brutal ataque de cientos de milicianos de Hamas en el sur de Israel.

No se explica cómo, pero logró sobrevivir tras sostener con todas sus fuerzas la puerta de su refugio, que era empujada y golpeada por un grupo de hombres a los que nunca les vio la cara. Su amiga Ronit no tuvo la misma fortuna. Tampoco otra de sus amigas argentinas, Clara Marman, con quien intercambiaba mensajes de WhatsApp en medio del ataque.

“Clara me dijo que le ponga a la puerta un palo o una silla para trabarla. La puerta era blindada, pero estaba sin llave. Le dije que no tenía nada para poner delante de esa puerta y nos reíamos de los nervios. En un momento ella me dice que los terroristas de Hamas ya estaban dentro de su casa y no me respondió más. Eran cinco en el refugio y se los llevaron a todos”, comentó en una entrevista con TN, en el primer aniversario del ataque, que causó 1200 víctimas y dio inicio a una nueva guerra en Gaza con decenas de miles de muertos. Otras 240 personas fueron secuestradas, de las cuales un centenar sigue en el enclave palestino.

Clara Marman estuvo 53 días cautiva en Gaza antes de ser liberada. Su pareja, Luis Har, pasó 129 días como rehén. “Cuando nos volvimos a ver, Clara me contó que cuando se la llevaban vio a niños en bicicleta. Eran niños palestinos. Vinieron con niños a matar”, señaló.

El ataque del 7 de octubre empezó al alba. “El sábado nadie se levanta temprano. Estamos acostumbrados a que nos tiren cada tanto misiles. Sonaban las sirenas, corrías al refugio y listo”, contó.

Pero esa mañana todo fue distinto. “Estábamos todos en pijama y empezaron a caer misiles. Eran cientos y vos sentías que se te caía el techo encima. Sonaban las sirenas y todo era una locura. Entonces me meto en el refugio. En cada casa hay un refugio antibombas. Pensaba ´bueno, son cinco minutos y listo´. Pero no. Esa vez era distinto”, sostuvo.

Sifran tomó conciencia de que algo más estaba pasando cuando empezó a recibir mensajes en su teléfono celular. “Nos avisaron que debíamos cerrar nuestras casas, que había terroristas. Yo pensé que eran uno o dos. Jamás imaginé que eran miles. Cerré la puerta de la casa y empecé a mensajearme con mis amigas”, dijo.

Los minutos siguientes fueron interminables. “En los mensajes nos pedían que no habláramos, que permaneciéramos en silencio”, prosiguió.

Entonces se dio cuenta de que solo la puerta exterior de su casa la protegía. Su cuarto, devenido en refugio, tenía acceso libre. La puerta era blindada, pero no tenía cerradura. Por seguridad, esas puertas no se pueden cerrar con llave. “Son antibombas, no antiterroristas”, aseguró. Ahí fue cuando su amiga Clara le pidió que colocara un palo o una silla para trabarla desde adentro, pero no tenía nada a mano. Las dos se reían de los nervios.

De pronto su amiga dejó de responderle y ella sintió que había gente en su casa. “Rompieron la puerta de adelante y la de atrás. Incluso abrieron la heladera y empezaron a comer lo que encontraron. Vos estás sola y no sabés qué hacer. Es una impotencia terrible. Sentís que te rompen toda la casa y se ríen. Entonces empiezo a ver cómo la manija de la puerta se empieza a bajar. Salté con las dos manos y estuve más de cuatro horas sosteniendo la puerta. No pudieron entrar. Soy atea, pero ese día tuve a Dios conmigo. Yo estaba con mis manos y mi cuerpo sosteniendo esa puerta. Hicieron todo lo posible para abrirla, hicieron palanca, pero no pudieron. Al final me dijeron en hebreo: ´Bueno, nos vamos´”, siguió su relato.

Las horas pasaron muy lentamente. “Estuve aferrada a esa puerta entre las 6:30 y las 16:30 hasta que llegaron los soldados israelíes. Cuando salí afuera abracé a un militar y me puse a llorar. Me acuerdo de que el chico me dijo, en hebreo, que era una heroína. Entonces entendí lo que estaba pasando”, afirmó.

Recién a la noche los llevaron a un edificio donde funciona un jardín de infantes. “Estuvimos todos ahí, sin ducharnos, hasta el domingo a la madrugada. Al final nos sacaron del kibbutz en ómnibus en medio de la noche, rumbo a Hilat. Allí estuve dos meses en un hotel. Todo era muy triste. Cada día había un entierro. Pensé que las lágrimas se acababan en algún momento, pero era llorar y llorar”, comentó.

Después de pasar un tiempo en Miami en casa de su hermana, regresó a Buenos Aires. Ahora piensa en volver a Israel, a su casa en el kibbutz de Nir Itzjak. Pero antes deberá pasar una temporada en Netanya, en casa de allegados. Antes del ataque, en el kibbutz vivían unas 800 personas. Dos de los residentes fueron asesinados, así como siete guardias de seguridad.

“Me están arreglando y limpiando mi casa. Me pusieron puertas blindadas y voy a poner rejas en todas las ventanas. Espero que por lo menos en los próximos años no pase nada. Yo estoy en contra de la guerra. Nunca tuve nada en contra de los palestinos. Teníamos una relación excelente. Incluso fui a muchas manifestaciones por la paz. Pero quienes los dirigen son terroristas. No se puede hablar con ellos. Pensé muchas veces en irme a otro lugar, pero con 64 años es difícil empezar de nuevo. Esta es mi casa y mi gente”, concluyó.